Los habitantes del pueblo y las fuerzas de seguridad del estado sabían que José Antonio Tovar Colina hacía vida en Concha de Mango y rara vez abandonaba El Sombrero
Barrio Bicentenario para sus habitantes y Concha de Mango para los demás. El caserío que se encuentra a metros de la entrada de El Sombrero, estado Guárico, fue alguna vez la fortaleza y el núcleo de poder de “El Picure” en los estados centrales venezolanos.
Casa abandonada en Concha de Mango – Foto: Daniel Blanco
El dinero obtenido de extorsiones a comerciantes, secuestros a ganaderos y robos a camioneros era usado por la banda de “El Picure” para reforzar su arsenal y preservar su estilo de vida. Sin embargo, en Concha de Mango, los vecinos cuentan que además construyó espacios recreacionales y les ofrecería beneficios económicos a sus pobladores. Allí se vivía entre el miedo y el agradecimiento, pues en el caserío algunos asociaban la imagen de José Antonio con la de “Robin Hood”. Algunos -necesaria aclaratoria- porque en otras latitudes se dice que la vida junto a «El Picure» era una abosluta pesadilla.
Mientras, para el resto de la población era un azote: en todo el territorio nacional «El Picure» era reconocido como un criminal de alta peligrosidad.
Los habitantes del pueblo y las fuerzas de seguridad del estado sabían que “El Picure” hacía vida en Concha de Mango y rara vez abandonaba El Sombrero. Pero no fue hasta hace ocho meses que comisiones mixtas de la Guardia Nacional Bolivariana y del Cuerpo de Investigaciones Penales y Criminalísticas decidieron entrar al caserío para darle caza a Tovar Colina.
Cuando las primeras incursiones no dieron resultados, empezaron -como reza el dicho- a pagar justo por pecadores. Los operativos se enfocaron en allanar las casas de familiares y vecinos de Tovar Colina. La mayoría de las veces estas eran destruidas o desvalijadas por la GNB bajo la presunción de que fueran guaridas o “enconches” del antisocial.
Víctima de un allanamiento extrajudicial – Foto: Daniel Blanco
Determinar que viviendas pertenecían a la familia materna de Tovar Colina no fue ningún reto para los efectivos castrenses. Los hogares de los Colina eran los más grandes del caserío. Sus muros altos y cercados eléctricos contrastaban con las vallas de alambre del resto de las casas del sector.
Crismar Colina y Mary Colina fueron las primeras en perder sus casas, ambas eran tías de “El Picure”. Luego le siguieron Manelvis Colina y Maite Josefina Colina, hermana y madre del criminal, respectivamente.
La familia Colina tuvo que moverse entre tres casas diferentes localizadas en Concha de Mango para evitar a los cuerpos de seguridad.
Durante los allanamientos la GNB nunca dió con “El Picure” pero si con su medio hermano. Junior Tovar Márquez (23) fue abatido durante un presunto enfrentamiento ocurrido el pasado sábado 30 de abril en Concha de Mango. Ese mismo día inició una operación de inteligencia.
José Antonio Tovar Colina no lo sabía, pero cuando salió el lunes del entierro de Junior, estaba bajo vigilancia. El Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro de la Guardia Nacional Bolivariana (CONAS) lo siguió hasta el sector Juan Ángel Bravo, en el centro del pueblo. “El Picure” había decidido “enconcharse” en la casa donde vivía Francheska Carculian, su actual pareja.
El padrastro de Francheska: Guillermo Ascanio (48), era el dueño de la propiedad. En la casa vivían además Guillermo José Ascanio (26) y Luis Guillermo Ascanio (24), hijos de dueño de la vivienda, hermanos de Francheska y cuñados de “El Picure. Oswaldo Borges (33) también residía en el inmueble, había alquilado una habitación en la casa de Guillermo sin conocer sus vínculos con «El Picure».
El lunes los efectivos del CONAS y del CICPC rodearon la casa amparados por la oscuridad de la noche. Cuando intentaron tumbar la puerta de una patada sonaron los tiros. Cinco disparos efectuados por José Antonio atravesaron la puerta de la casa e impactaron a uno de los comandos en la pierna.
Los allanamientos en El Sombrero solían terminar en situaciones violentas – Foto: Daniel Blanco
Los funcionarios repelieron la acción y dispararon contra la casa. En el enfrentamiento cayeron todos los varones que residían en la vivienda. Cuando los funcionarios entraron a la propiedad, encontraron solo los cuerpos de todos los Ascanio y el de Borges. “El Picure” había escapado a través del techo.
Durante casi 20 horas José Antonio saltó entre los techos, muros y patios de las veinte casas ubicadas en esa cuadra del sector Juan Ángel Bravo. Los efectivos del CONAS fueron de casa en casa hasta acorralarlo en la esquina derecha de la cuadra.
Vivir en el pueblo de «El Picure» les costó la vida
Rafael Enrique Fernández (46) era entrenador los Criollitos de Venezuela. El martes en la tarde estaba en su casa junto a su sobrino Stalin Jaimez Mendoza (26), jugador del equipo de voleibol local. El destino les jugó una mala pasada a ambos deportistas. José Antonio Tovar Colina, alias «El Picure» saltó al patio de la casa de Fernández en su intento por sobrevivir.
Los deportistas no necesitaban ser amenazados, sabían que eran hombres muertos en El Sombrero si entregaban a “El Picure”. Cuando la GNB tocó su puerta aseguraron desconocer el paradero del antisocial. La negativa de proporcionar información les costó la vida.
Rafael Enrique y su sobrino ingresaron la tarde del martes a el hospital de El Sombrero, sin signos vitales, ambos con múltiples impactos de bala en sus cuerpos. La minuta policial establecía que los deportista fallecieron producto de “balas perdidas”.
Momentos después de la muerte de los deportistas, «El Picure» fue detectado en un gallinero ubicado en el patio de la casa de Rafael Fernández por una comisión del CICPC y del CONAS. Cuando su AR-15 se quedó sin municiones, fue abatido.
Las ráfagas de disparos fueron sustituidas por las de unas fotografías. Los efectivos castrenses involucrados en el procedimiento posaron durante una hora junto al cadáver de Tovar Colina. Se realizaron selfies e incluso grabaron un vídeo. Funcionarios ajenos al procedimiento también llegaron al sitio para retratarse con el cadáver.
Luego de las fotos vino la caravana, un convoy de la GNB paseó por el pueblo anunciando la muerte de «El Picure». El rugir de los motores de las machitos y las tanquetas del CONAS se mezclaba con los gritos emitidos por un parlante que proclamaban la liberación de El Sombrero.
La tarde de este viernes no se observaron hombres armados o fusiles en Concha de Mango. Solo se divisaban mujeres, niños y uno que otro mototaxista. Algunos hombres que habitaban allí fueron detenidos por las fuerzas de seguridad del estado.
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