La decisión de clausurar el tan siempre marginado Instituto Universitario Nacional de Estudios Penitenciarios (Iunep), para formar de ahora en adelante a los funcionarios que trabajarán en las cárceles del país en la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES), trae cola.
En esencia significa acabar poco a poco con las figuras civiles para suplantarlas por policías, lo cual contradice el carácter humanizador que ha propuesto la revolución bolivariana. Además, pretende aniquilar el carácter educativo de los penitenciaristas.
En sus años de funcionamiento, el Iunep siempre fue una institución despreciada y mal intervenida por el Estado, tal como apunta Elio Gómez Grillo, quien fue director del lugar desde 1992 hasta 1999.
Afirma que el Ministerio de Interior y Justicia, del cual dependía, nunca veló porque los casi mil egresados consiguieran efectivamente puestos de trabajo, apenas 10% tuvo cargos en las cárceles del país y el resto se vio en la obligación de dedicarse a oficios humildes.
PERFIL AUTORITARIO
Ahora el gobierno de turno ha celebrado los 20 años del Instituto cerrándolo y en su lugar ha incorporado una escuela penitenciaria en la UNES, que pese a que el abogado penalista insista en que es muy respetable, resulta ser un despropósito «porque el penitenciarismo es reeducación y no seguridad».
Gómez Grillo explica que las tres R del penitenciarismo son reeducación, rehabilitación y reinserción social. Por ello, el penitenciarista es un reeducador de personas con problemas de conducta, no un policía, guardia o militar. A su juicio, formar presuntos custodios penitenciarios es crear una policía de cárceles.
«No son para educar sino para reprimir. El penitenciarista, por ser educador, es un previsor, no un represor. Ojalá no traiga males peores de los que ya sufren nuestras cárceles», agrega.
Gómez Grillo advierte que más allá del respeto que se le debe a la profesión policial y militar, su perfil es mucho más autoritario, mientras que el penitenciarista va de la mano del preso, es maestro y amigo. Recuerda que la cárcel nació como venganza, «tú hiciste daño, ahora vamos a hacerte daño a ti, pero en el transcurso de los siglos se transformó en educación, ahora se dice vamos a intentar que cuando salgas de aquí no hagas más daños».
Elvira Aponte, egresada de la quinta promoción en gerencia y educación en el 97 y profesora del centro que la formó, manifiesta que en la Escuela de Seguridad de la UNES reformaron el currículo y eliminaron las especialidades. «Ahora son penitenciariaristas integrales, casi como vigilantes. Los internos los van a ver desde el punto de vista policial y esa no es la idea«.
CIVILES TIENEN MANO SUAVE
Aponte señala que el penitenciarista se encarga de dar un acompañamiento en un posible cambio conductual, psicológico y moral.
Se le corrige al interno su forma de hablar, no se comparte con ellos el léxico, se les trata dignamente en respeto a sus derechos humanos, se les habla para que vayan mejorando su idioma, la forma de pensar, de caminar, de vestirse. «Y establecer que en todo hay un orden, porque ese es el sentido de la rehabilitación. Nosotros fuimos educados por profesores del Pedagógico y de la Universidad Central de Venezuela en materia penal, pero también educativa», apunta.
A la especialista le preocupa el destino de la biblioteca más completa en materia penitenciaria del país y de Latinoamérica que justamente está en la instalación del IUNEP, pues no se ha dicho si va a ser trasladada o extinguida definitivamente.
Carlos Nieto Palma, coordinador de Una Ventana a la Libertad, quien también pasó por esas aulas, dice que si había que cerrar el Iunep para que se adscribiera a alguna universidad, debía ser a la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, que forma educadores.
Rechaza la medida del Gobierno y el hecho de que a 40 egresados de la UNES ya le ofrecieran el cargo de ser subdirectores de cárceles, «cosa que me parece una locura, porque un recién graduado no tiene la experiencia para asumir un alto cargo de este tipo».
Como el Iunep había funcionado justo al lado del extinto retén de La Planta, Gómez Grillo consideró que una vez desocupado el penal, la mejor opción debía ser crear allí una gran universidad penitenciaria con carácter incluso latinoamericano.
Pero el Estado venezolano, en lugar de fortalecer la institución que mereció elogios, prefirió, como de costumbre, hacer borrón y cuenta nueva y convertir el lugar un espacio para la propaganda partidista.
SON LA MEJOR OPCIÓN
Gómez Grillo y Nieto Palma hacen énfasis en que desde la Constitución del 99 la existencia de penitenciaristas se convirtió en un mandato. El artículo 272 de la Carta Magna establece que las cárceles deben ser dirigidas por tales profesionales con credenciales académicas universitarias, que se encargarán de la rehabilitación del interno o interna. Asimismo, de acuerdo a las Naciones Unidas el personal penitenciario debe ser civil, no militar o policial.
REVOLUCIONARIO Y DE PUNTA
El 3 de febrero de 1992 comenzó a funcionar la casa de estudios en la que bachilleres optaban por el título de Técnicos Superiores Universitarios Penitenciaristas. El Iunep fue referencia mundial por su carácter académico pedagógico civil, mientras que los demás eran netamente policiales y militares, tal como lo apunta su fundador Elio Gómez Grillo.
Recuerda que fueron convocados para elaborar el plan de estudios y dictar clases algunas de las mentes más brillantes del país, entre ellos Tulio Chiossone, Rafael Cadena, Felipe Ledezma, Rafael Pisán y Guillermo Morón.
Había diferentes menciones: administración, educación, seguridad y gerencia, de tal forma que luego de tres años salieran preparados para desempeñar funciones en diferentes áreas de los centros penitenciarios. Se dictaban psicopatología criminal, psicología, personalidad del delincuente, criminología, derecho penal, código de enjuiciamiento criminal para la época, educación de adultos, promoción cultural y medicina legal. (Keilyn Itriago Marrufo, Tal Cual, 22.08.12)
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