Luego de que empezaron a aparecer las colas por comida y las compras por terminal de cédula, María Araujo, dueña de un restaurante llamado La Casa del Pollo, vio cómo sus empleados empezaron a faltar al trabajo para comprar productos regulados. En muchos casos, ni trabajaban, ni alcanzaban a comprar alimentos. Desde entonces, llegó a un acuerdo: En vez de darles tickets de alimentación, el comedor les ofrecería desayunos y almuerzos todos los días del mes. Algunas veces, siguen faltando para poder comprar algo de comida, pero en menor cantidad.
“Es algo que asumimos no muy felices, pero lo entendemos porque es la situación del país“, expresó Araujo sobre los permisos laborales por terminal de cédula. Sin embargo, el acuerdo entre ambas partes ha funcionado bien, sobre todo porque a la mayoría de los empleados no les alcanzarían los 18.500 bolívares del bono de alimentación para hacer mercado.
La dueña del local ubicado en Altamira agregó que, frente a la dificultad para conseguir comida, los empleados incluso piden comprar algo del alimento que adquiere elrestaurante. “A veces nos dicen para comprar algo de lo que llega, como pollo. Es más fácil hacerlo así porque si no, ellos pierden el día para hacer la cola y faltan al trabajo“, dijo Araujo.
Sin embargo, indicó que ahora es más difícil hacer ese tipo de ventas incluso entre los mismos empleados porque ya no se consigue la comida como antes. “Antes conseguíamos comida por bultos con los bachaqueros, pero ahora, ni eso“, añadió la dueña del sitio.
De esta realidad no escapan otros locales del país que tienen acceso a este tipo de negociaciones. En la panadería La Cocosset, en Los Palos Grandes, los empleados reciben sus tickets de alimentación mas el desayuno y el almuerzo, aseguró un trabajador a Efecto Cocuyo.
La comida que sobra en el día también es puesta a disposición de quienes trabajan en el sitio. “Anteriormente podíamos comprar azúcar o comida que llegaba a la panadería, pero ahora hay cosas que no se consiguen“, contó.
Este mismo procedimiento de negociación lo aplica el dueño de una panadería en Baruta. Laazúcar que usa para los dulces, la harina de trigo que utiliza para los cachitos y el cafétambién es repartido en parte entre los empleados. Los paqueticos de los “más buscados” del mercado los entrega como “bonos“.
No obstante, últimamente la medida paliativa se ha hecho más difícil y menos frecuente entre quienes cocinan y trabajan en la barra o en la limpieza del local. La misma escasez acabó con la posibilidad de los clientes para endulzar el café.
Pese a que a veces los empleadores le ofrecen la cena cuando trabaja hasta tarde, José Barreto, un obrero de 49 años, preferiría recibir una parte de su pago en comida en lugar de ser solo dinero. “Llegar a un acuerdo que sea mitad comida, mitad sueldo, sería una buena idea porque a mí no me da tiempo de hacer cola“, dijo.
Con una jornada de trabajo que arranca a las 7:00 am y termina cerca de las 5:00 pm, Barreto la tiene difícil para enfilarse en las afueras de los supermercados. Cuando compra, procura que sean verduras o vegetales, productos menos cotizados por la gente. Aunque sus empleadores están evaluando la posibilidad, la negociación resultaría complicada incluso para ellos, ya que alegan que los productos regulados escasean entre los mismosbachaqueros y los costos siguen ascendiendo.
La economista Sary Levy destacó que en este tipo de situaciones se desconoce de qué manera calcular el sueldo en función de los productos. La especialista precisó que este tipo de negociaciones también depende del tipo de industria en donde se labore y añadió que en el sector de alimentos siempre será más fácil que se adopte un acuerdo como este.
Levy señaló que los empleados deberían recibir su sueldo y escoger libremente lo que desean comprar. Sin embargo, frente a la falta de productos, rescató los acuerdos que buscan beneficiar a ambas partes.
“En todo ese proceso se ha querido destacar al empleador como enemigo del empleado y, justamente en este momento, vemos que ambos se ponen de acuerdo para apoyarse mutuamente“, explicó. “Las personas pueden llegar a acuerdos muchos más apropiados que cuando entra un tercero a alterar la dinámica económica. Nosotros los venezolanos no somos de esa idea conflictiva“, dijo Levy.
No por dinero, sino por comida
Por una Harina PAN y un champú, cambió Eugenia Méndez* un lavado, un secado y unas mechas. La peluquera, que reside en La Guaira, Vargas, ha realizado el trueque con sus clientas en varias ocasiones, especialmente cuando la despensa está a punto de quedarse vacía.
Méndez no es la única que ha cambiado algo porque prefiere recibir comida antes quedinero. También lo hizo Luisa Guédez*, quien tiene una farmacia ubicada en el municipio Baruta, en el estado Miranda.
“Una clienta acababa de regresar del Plan Suárez La Trinidad con dos botellas de aceite y se puso a ver unas colonias para bebé. Me dijo que regresaba a comprarlas después de la quincena”, contó Guédez. Sin embargo, no hizo falta esperar 15 días para que se llevara el producto: el canje fue inmediato. En minutos, Guédez se ahorró una cola de horas por el aceite.
Para Sary Levy, actualmente el mayor problema no es la pérdida del valor de la moneda: este tipo de canjes, ya sea por productos o por trabajo, se ha vuelto más frecuente debido a la escasez. “¿De qué vale que le den bolívares si no puede comprar nada con eso? El producto no está, tanto tú como yo lo sabemos“, aseguró la economista.
*Nombre ficticio porque prefirió no revelar su identidad
Efecto Cocuyo