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Katherine Bolívar tiene estenosis mitral, una enfermedad en la que la válvula no se puede abrir lo suficiente y, como resultado, hay menos flujo de sangre hacia el cuerpo. El 15 de enero la ingresaron para operarla en el Hospital Clínico Universitario. Casi seis meses después, sigue esperando.

Cuenta que cuando la ingresaron le dijeron que la operación tenía que ser “para ya”, pero por falta de insumos la han retrasado. “No hay gasas arteriales, ni soluciones si no es una cosa, es la otra“.

Actualmente, aunque no sin dificultad, sigue en su tratamiento de Atenolol, para lahipertensión, Omeprazol, un protector estomacal, y Atorvastatina para el colesterol. En algunas ocasiones ha tenido que parar el Clexane, que impide o dificulta la formación de trombos o coágulos, porque no lo conseguía en ningún lugar.

No es la única. Aderlein Bonilla tiene 21 años y cinco meses esperando su operación. Requiere un marcapasos porque cuando a los diez años, le diagnosticaron un bloqueo auriculoventricular completo; es decir, un trastorno en la conducción eléctrica entre las aurículas y los ventrículos cardíacos.

Necesita un marcapasos DDDR, que puede ajustar automáticamente la frecuencia de estimulación, y no lo consigue en el país. Su madre, Yuslenys, intentó traerlo desdeRepública Dominicana, pero cuesta $ 1.700. En mayo solicitó ayuda en el Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex) pero aun espera respuesta.

Según Yuslenys, solo en el servicio de cardiología hay 22 pacientes esperando una operación que no se ha dado porque falta “algo”, y que todos tienen que comprar parte de su tratamiento. “Hemos comprado hasta la solución 0.9”.

Denunció también que los baños del piso no sirven. “Hay un pote de agua; uno va al baño y lo baja con un pote porque no sirve la poceta”. Agua potable tampoco hay. Tienen que comprarla, y un botellón cuesta Bs. 800.

La comida es una de las mayores quejas de los pacientes. “Una vez de desayuno me dieron un pan mohoso“, dijo Bolívar. “De desayuno te dan un pan con huevo, incluso una vez me dieron un mango”.

Para Bonilla, zuliana, la situación es dura. Dan un solo plato de comida, que a duras penas puede rendir para ella y su hija. Su esposo y su otro hijo siguen en Maracaibo, trabajando, y cuando pueden, le depositan dinero.

El estado del hospital ha sido denunciado en múltiples ocasiones por médicos y pacientes, eincluso protestaron a sus puertas el 1 de junio, hace menos de dos semanas. Bonilla contó que desde la protesta las cosas han cambiado. “Ahora pasan revista a diario, y antes no. Pero no dejan que el paciente salga del servicio sin permiso, les da miedo que volvamos a protestar”.

Efecto Cocuyo

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