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Dentro de la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera de Valencia, está el hospital pediátrico Jorge Lizarraga, el más grande en el centro de Venezuela. Sus instalaciones datan de 1949, al igual que su aire acondicionado central que lleva diez años sin funcionar. El techo tiene huecos que permiten a las lluvias inundar las áreas de cuidados intermedios y el servicio de cocina no vela por la calidad de los alimentos. 

Acualquier hora del día se escuchan pasos en el techo del hospital de niños Jorge Lizarraga de Valencia, ubicado a dos horas de Caracas. Los pasos corresponden a los gatos y ratas que han hecho del cielo raso su hogar. Desde 1949 -año de inauguración del edificio- el sistema de aire acondicionado central no se ha renovado. Y por los huecos que dejó el tiempo en sus tuberías y paredes, entraron los animales. A punta de mordiscos y zarpazos dañaron los cables del sistema, y los médicos y pacientes tienen al menos diez años que no cuentan con el servicio.

“El año pasado vino un ingeniero a evaluarlo. Dijo que para recuperar el aire acondicionado había que derrumbar todo e instalar uno nuevo. Sin embargo, la directiva del hospital no entendió esto y compraron un aire tipo split que sólo duró tres meses” informa la doctora Odra Angulo, médico adjunto del área de pediatría.

Los problemas del techo no se quedan en el aire acondicionado inservible. Además, muchos sectores tienen filtraciones -en algunos casos boquerones- que le dan permiso a las lluvias para que inunde gran parte del ala de hidratación o cuidados intermedios. Ahí tienen diecisiete camas disponibles y en el piso un camino hecho de gaveras de refresco para que las enfermeras, médicos y familiares de los pacientes no se empapen los zapatos con los charcos que se forman después de la inundación.

En el vídeo que ilustra esta crónica se observa al personal del hospital sorteando las “lagunas” para atender a los pacientes. Los dos niños que se ven, murieron a los pocos días. Ambos por infecciones que adquirieron durante su hospitalización. “El primero era un bebé de cuatro meses que tenía bronquiolitis. Pasó dos meses internado porque sus padres no tenían dinero para comprar las medicinas. El otro, un joven de 12 años, tenía un tumor en el cerebro. Sus papás colocaron un mosquitero sobre su cama porque las moscas se posaban sobre él a cada rato” confirma la doctora Angulo el lamentable destino de ambos.

Según datos recogidos en los roles de guardia del hospital, desde principios de 2016 han muerto un promedio de 10 niños por semana en las instalaciones. Ingresan con diferentes patologías y ya sea porque se complica su situación o sus padres no tienen los recursos para conseguir el tratamiento, su historia no tiene un buen desenlace.

Actualmente hay 145 niños hospitalizados. Cuarenta y nueve en emergencia, diecisiete en hidratación, dieciséis en pediatría uno, veinticuatro en pediatría dos, veintiuno en pediatría tres y dieciocho en retén (área para los que tienen menos de un año). Todos provienen de áreas de escasos recursos en el centro de país, y algunos deberán ser trasladados a Caracas. “No tenemos la capacidad quirúrgica para muchos casos. Sólo funciona un quirófano y se activa para casos de estricta emergencia. Las operaciones electivas se envían al J.M de los Ríos o al Clínico” comenta una de las enfermeras del lugar.

Comida y gusanos

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Papillas y sopas son las comidas que reciben los niños en el hospital. A veces, cuando el personal de cocina consigue algo con los bachaqueros, sirven arroz o pasta. Aunque, la calidad del alimento deja mucho que desear. Por ejemplo, hace unos días sirvieron una especie de compota de frutas con gusanos.

Son los padres y enfermeras quienes tienen que estar pendientes de lo que se lleva el niño a la boca para que su condición no empeore.

El Estímulo

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