Con papel y bolígrafo en mano José Borrego recibe a los periodistas. Desde hace 25 años es dueño del geriátrico La Mano de Dios, en Vista Alegre, pero también es profesor universitario, abogado y contador. De ahí que evite los rodeos y muestre de entrada las cuentas que lo torturan a diario y que lo pudieran hacer declararse en quiebra, causando el cierre de esa casa hogar, debido al bajo subsidio que recibe del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales.
“Si a 2.099,26 bolívares que nos paga el IVSS por paciente al día se le resta el porcentaje destinado a la responsabilidad social, el impuesto sobre la renta, lo que hay que pagar de patente, el monto diario que por bono de alimentación debe cancelársele a cada trabajador, más lo correspondiente a un día de salario, queda un déficit diario de 260 bolívares; y sin que ni siquiera se haya comprado comida ni estipulado el pago de las vacaciones ni las utilidades de fin de año para los empleados. Así no se puede trabajar”, afirma Borrego.
Lamenta que las autoridades del IVSS no ofrezcan alternativas para sufragar los gastos de los 56 pacientes que viven en las instalaciones del geriátrico, así como tampoco para adquirir alimentos a un precio asequible. Calcula que necesitarían al menos 6.900 bolívares por paciente al día para poder continuar.
No son los únicos afectados. Son 72 centros de salud a escala nacional con 5.710 pacientes que pudieran quedar en la calle, pese a los servicios que ofrecen: geriátricos, psiquiátricos, custodiables (personas con algún tipo de discapacidad), farmacodependientes y con VIH. Representantes, familiares y pacientes de todos ellos protestaron el jueves pasado frente a las oficinas principales del IVSS en Altagracia, Caracas, sin ser escuchados.
Borrego sospecha que los más afectados serán los 35 trabajadores de la institución, entre personal de servicios generales, camareras, lavanderas, cocineras, enfermeros, médicos, nutricionistas y fisioterapeutas (que serán despedidos), y los viejitos, pues, en el peor de los casos y luego de declararse en quiebra, él cerrará la casa, se dedicará a ejercer como docente universitario, a litigar o a realizar trabajos como contador, y serán los ancianos quienes tendrán que buscar dónde vivir.
Además de la dificultad que tienen para conseguir los alimentos y las limitaciones que significa trabajar con el dinero contado, el propietario de La Mano de Dios asegura que han sufrido allanamientos de la Policía Nacional Bolivariana.
“Un día compré diez bultos de Harina Pan, que se gastan en un mes, y llegó acá un comando de la PNB como si acá viviera el Chapo Guzmán. Creo que como vieron que había cámaras y circuito cerrado no se atrevieron a más. Se decepcionaron, pues creyeron que habían desmantelado a una red de revendedores de mercancía”, relata Borrego.
Con 84 años de edad, glaucoma en ambos ojos que le causó la pérdida de la visión y mucha soledad acumulada en 11 años en el ancianato, Sixto Manrique es uno de los huéspedes de La Mano de Dios que pudiera ir a la calle en caso de que el IVSS no aumente el subsidio a estos centros de atención.
“Rezo a diario para que el Seguro comprenda lo que les pasa a los abuelos y remedien esto. Tengo una hermana, Lola Manrique, pero ella es mayor que yo y tiene sus compromisos. Aquí viven un poco de viejitos y si están aquí es porque la familia no los puede tener. ¿Quién me irá a cuidar a mí? ¿Qué irán a hacer conmigo?”. Nadie responde.
El Nacional