Centros especializados solo cubren 0,86 % de la demanda nacional. Para 2008 se registraron  216 mil 957 venezolanos con algún tipo de trastorno mental. La ansiedad es la principal causa de discapacidad, seguida de los trastornos de la personalidad

La infraestructura está en decadencia. Hay espacios que cerraron como la opción más fácil ante la necesidad de rehabilitarlos. Las habitaciones parecen celdas y los pacientes «sobreviven» en condiciones insalubres. «No hay cupo», es la respuesta más común que reciben quienes buscan ayuda en el Hospital Psiquiátrico de Maracaibo, institución que cumplió en abril 108 años de fundada.

La crisis se refleja en las cifras oficiales. En 2008 el Ministerio de Salud dio cuenta de 216 mil 957 venezolanos que sufrían algún tipo de trastorno mental, lo que representa el 0,77 por ciento de la población para esa fecha. No hay estadísticas actualizadas. En el país hay mil 866 camas en establecimientos psiquiátricos de larga estancia. En el supuesto de que todas funcionaran, solo cubrirían 0,86 por ciento de la demanda existente hace cuatro años.

Otros 46 ambulatorios están acondicionados para atender enfermedades mentales. Si se toma en cuenta que hay 216 mil 957 pacientes, ese número representaría apenas disponibilidad para el 0,02 %.

Hay esperanzas

La ansiedad se considera la principal causa de discapacidad por causa de enfermedades mentales, seguida de los trastornos de la personalidad. La esquizofrenia ocupa el décimo tercer lugar en la lista. Si bien el tratamiento farmacológico es fundamental para la recuperación del paciente, es necesario cumplir con otros pasos para evitar las crisis y lograr la reinserción a la sociedad. Con ese fin nace el Centro de Atención al Esquizofrénico y Familiares (Catesfam).

Su objetivo es que el paciente esté libre de crisis, y que sea gestor de su propia recuperación. No mantienen recluido a nadie, explica Arminda Martínez, presidenta de Catesfam. Se basan en un modelo de salud que busca «recuperar» a la persona con un tratamiento ambulatorio pero integral, que incluye a la familia, el paciente y la comunidad.

Se rigen por 10 pasos: aceptación, medicación, consulta, evitar situaciones de estrés, creen en el paciente, evitar la manipulación, poder superior (creer en Dios), grupos de autoayuda, actividad psicofísica y hacer algo útil y divertido. «Dios, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las cosas que puedo; y sabiduría para conocer la diferencia». Así comienzan cada jueves la sesión del grupo de autoayuda. La mayoría de los 540 personas adscritas ya está recuperada.

«Sí pueden salir adelante»

Tenía apenas 17 años, cursaba el último año de bachillerato cuando se aisló. No quería participar en ninguna actividad, todo le molestaba y poco a poco se volvió violento. Imponía sus criterios, lo que él decía era lo que debía hacerse.

De repente comenzó a escuchar voces y creía que todo el mundo quería hacerle daño. En ese momento, Damelis Salazar, coordinadora interinstitucional de Catesfam, decidió llevar a su hermano a un especialista. «Era un hombre alto, fuerte y con toda esa potencialidad de la juventud podía hacer daño. Confrontarlo no era bueno».

En ocasiones no había otra manera de contenerlo que internarlo en el Hospital Psiquiátrico. Ocho veces estuvo allí. Luego comenzó a asistir a Catesfam. Ya tiene 14 años sin recaídas. «Si la familia conoce la enfermedad, los síntomas y los medicamentos, puede abordarlo desde la casa».

Su experiencia le permite saber que las fallas en el tratamiento, el licor o alguna emoción fuerte pueden desencadenar una recaída. «Allí es cuando los síntomas regresan; pero hay que enseñarlos a que no corresponden con la realidad. Si ellos se educan los pueden controlar y salir adelante».

Hoy trabaja en la tienda de un familiar. Ayuda a recibir la mercancía, acomodarla e incluso atender a los clientes.

«Soy feliz con mi esposa e hijo»

«No sirves, eres un bueno para nada. Hazle daño a los que están a tu alrededor o hazte daño tú mismo». Estas son solo algunas de las frases que escuchaba Jonathan Hernández en su juventud. A los 16 años le diagnosticaron esquizofrenia. De las voces que lo «atormentaban», solo oía cosas negativas.

Eso le bajó el autoestima. En algunas ocasiones intentó, incluso, quitarse la vida. Pero aprendió a controlarlo. «Ya no les presto atención, las bloqueo. Solo tomo en cuenta lo que me dicen las personas de verdad». Desde hace 10 años asiste a Catesfam, donde afirma que encontró el apoyo de sus compañeros. Desde entonces está libre de recaídas.

«Con los medicamentos y los grupos de autoayuda puedo llevar una vida normal». Con cámara en mano le tomó fotos a todo el que se acercaba a la institución, acababa de recibir un curso de fotografía. No aparenta 34 años y se ve, incluso, inofensivo. Allí en Catesfam conoció a la que es su esposa desde hace cinco años, y madre de su hijo de tres. «Soy feliz con ellos».

Con orgullo muestra la foto de la mujer, pero no tiene una de su hijo. «Ya me enseñaron a tomar fotos, y pronto se la haré». Trabaja como constructor. Aunque no tiene empleo fijo, cuenta que en ocasiones lo contratan para algunas obras. (Yanreyli Piña Viloria, La Verdad, 03.07.12)

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