Los problemas están lejos de resolverse para los habitantes de El Morro (Petare); aunque desde hace tres semanas es demolida la torre 5 de la terraza 10 porque se la tragó la Tierra antes de ser ocupada, bajo los edificios 6A y B los terrenos se siguen hundiendo y ponen en peligro la vida de 40 familias.
«Debajo de esto hay agua, cuando llueve se me llena la casa. Nos dicen que no digamos nada y mucha gente tiene temor porque no es fácil vivir en un refugio pero no podemos tapar el sol con un dedo, esta no es la casa que me dieron», dijo una residente de la torre 6 que llegó a El Morro después de pasar año y medio en un albergue.
Detrás de la torre 6B la pared cambia de altura pues el edificio está visiblemente inclinado hacia un lado.
Adicionalmente, cuando llueve fuerte, las alcantarillas se tapan y en la planta baja se desbordan las aguas residuales.
Un obrero explica que la torrentera que atraviesa tres terrazas (1, 10 y 11) está destruida lo cual hace que el agua corra libremente saturando la tierra bajo de los edificios.
De desalojos no se ha hablado en la terraza 10 -viven 160 familias- y en los taludes que la sostienen se van a construir pantallas atirantadas para contener el movimiento, obras que ya se están haciendo en la terraza 7.
Desde la 10 se ve desalojado el edificio 2 de la terraza 11. Allí quedan cuatro familias que el pasado 6 de septiembre se negaron a salir a apartamentos de Fuerte Tiuna porque estaban en peores condiciones.
La orden de evacuación llegó para 60 de las 80 viviendas de la terraza 11 pero solo se fueron 16 debido a que las alternativas de adjudicación eran fuera de Caracas o en refugios.
«El Morro es un terreno desestabilizado porque allí había una cantera, hacían voladuras para sacar la piedra, y eso hace que la tierra sea inestable», dice el arquitecto Alfredo Cilento, investigador del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción FAU-UCV.
En 2003, después de un Aló Presidente en el cual Hugo Chávez habló por primera vez de construir en El Morro, los vecinos de Paulo VI alertaron sobre la imposibilidad de levantar viviendas allí porque era una zona donde nacen muchos riachuelos, con un alto nivel freático y afectada por una falla geológica que viene desde Turumo y pasa por el eje de Paulo VI y El Encantado.
Al menos cuatro informes emitidos por Funvisis y la División de Gestión de Riesgos de Protección Civil Sucre lo confirman.
Plagado de fallas
Aunque no hay un consolidado de fallas en el Área Metropolitana, desde junio 2012 en El Universal se han publicado denuncias de al menos nueve conjuntos levantados en el marco de la Gran Misión Vivienda con problemas de infraestructura.
«Jamás en la historia de la construcción de viviendas populares ha habido tantas fallas y casas dañadas antes de ser ocupadas, inclusive, y en tan poco tiempo», precisa Cilento.
Recuerda como ejemplo de construcciones bien hechas -la mayoría con financiamiento del Banco Obrero- Propatria, los bloquecitos de Coche y Santa Eduvigis, el 23 de Enero y Caricuao.
No ignora errores como Nueva Tacagua, urbanismo levantado en 1974 que comenzó a derrumbarse dos años después de inaugurado y dónde aún hoy viven 600 familias que esperan reubicación.
«Cuando se empezó a construir todos sabían que los terrenos eran geológicamente inestables (falla Tacagua – Ávila) pero en el Inavi se empeñaron en construir allí y no solo se construyó sino que una vez que las viviendas empezaron a fallar volvieron a reconstruirlas… Un desastre que se está repitiendo ahora», apunta Cilento.
Explica que los problemas de calidad en las obras obedecen a múltiples factores: ausencia de licitaciones, contratación con empresas extranjeras sin ninguna responsabilidad en Venezuela, levantamientos topográficos y estudios de suelo mal hechos, fallas en el proyecto y su inspección.
Detallar qué ocurre en cada caso es complicado porque los cuerpos colegiados no han tenido acceso a las obras para hacer inspecciones.
Advierte además que en Caracas el problema de la calidad es más complejo porque, por ser zona sísmica, las normas urbanísticas obligan a respetar una serie de pautas técnicas que garanticen la durabilidad de viviendas, hospitales y escuelas.
«La calidad es un estorbo porque quieren hacer todo a la carrera. Hacer las cosas bien cuesta trabajo, dinero y tiempo. Aquí hay un gran descuido, una gran improvisación y una gran irresponsabilidad», remata. (Anyimar Cova, El Universal, 17.10.13)