El problema de la inseguridad es algo cotidiano para  los damnificados que habitan desde hace casi dos años en el Hipódromo de Caracas. La esperanza de tener una casa digna es lo que prolonga la estadía de sus habitantes. Donella, quien espera pacientemente la adjudicación de un apartamento en Ciudad Tiuna, es sólo uno de los casi mil refugiados que alberga hoy La Rinconada.

Un policía me dijo a mí que ellos venían después que pasaran las cosas. A recoger un muerto, por ejemplo. Que ellos no iban a estar en el momento.

Es sábado a mediodía y Donella atiende su bodega como el resto de los días de la semana. Para ella no hay días de descanso. Habita en el refugio de La Rinconada, donde al entrar un cartel con letras rojas luce imponente: “Centro de Transición para una Nueva Vida ‘Centauros Bicentenario’, tribuna A, La Rinconada”. El Hipódromo de Caracas se convirtió en su casa hace un año y siete meses. Allí vive con sus tres hijos y su esposo en la espera de un nuevo miembro de la familia.

Como es fin de semana, saca su silla de plástico roja y la sitúa en frente a su cubículo. Desde ese punto tiene un puesto VIP para ver las carreras de caballos.

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En diciembre del 2010, el entonces ministro de Defensa Carlos Mata Figueroa reveló que el número de afectados por las lluvias superaba las 90.000 personas y aseguró que el Estado venezolano había habilitado 640 refugios para atender las emergencias. Donella es parte de aquellos que sufrieron los embates de las lluvias ese año.

La Agencia Venezolana de Noticias precisó entonces que se registraron 22.780 familias damnificadas, para un total de 90.931 afectados. Según expertos de la Universidad Central de Venezuela, las lluvias que cayeron durante noviembre de 2010 han sido las más intensas de los últimos 40 años.

A Donella no se le olvida la fecha en la que llegó a uno de los refugios habilitados por el Estado para atender esa situación de emergencia: 4 de diciembre de 2010.

Primera carrera por la tribuna A

Donella vive en la sala 10 del primer piso.

La tribuna A, del refugio de La Rinconada, tiene cuatro pisos que están divididos en 10 salas cada uno. Cada sala se organiza de acuerdo al sector de origen de las familias. El primer lote de afectados por las lluvias llegó el 28 de noviembre de 2010 y el segundo el 4 de diciembre del mismo año. Donella pertenece al último lote.

En la tribuna A hay familias de Antímano, Mamera, Petare, El Junquito, Carretera Vieja Caracas – Los Teques, Los Magallanes de Catia, La Guaira, Federico Quiroz, Boquerón y Las Brisas de Propratria.

Donella vivió en una casa alquilada en Tamanaquito de Catia durante siete años. La desalojaron porque la parte de atrás de la vivienda se había derrumbado debido a las fuertes lluvias.

Según datos suministrados por el Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea), desde el año 2005 se estima que del déficit de 2.800.000 viviendas, 1 millón corresponde a hogares construidos en zonas de alto riesgo que deben ser reubicados.

Después de un año y siete meses, Donella espera con paciencia la adjudicación de una casa con suficiente espacio en Ciudad Tiuna. Le han sido otorgados dos pre-adjudicaciones que ha cambiado, porque los apartamentos que ha querido otorgarle el Gobierno son de dos habitaciones.

Según Leonard Márquez, coordinador de la tribuna A, las pre-adjudicaciones consisten en que los afectados por las lluvias tienen asignado la zona y el número donde estará ubicado el apartamento antes de que sea construido.

Donella tiene dos hijas, una de 18 años, la otra de 17, un varón de 12 y actualmente tiene cinco meses de embarazo. Vive en el Hipódromo junto a su esposo y sus tres hijos.

Va lento el galope

La tribuna A del Hipódromo sirvió de albergue para 580 familias. En total, había 2.400 personas, según Leonard Márquez, de las cuales 1.004 eran menores –lactantes, niños y adolescentes-, 384 personas de la tercera edad y 80 personas con discapacidad.

Márquez asegura que 382 familias de este refugio han sido beneficiadas con apartamentos y que aún quedan en La Rinconada 280 familias, aproximadamente. En total, unas 980 personas entre los que se encuentran 243 niños de cuatro años en adelante.

Donella dice que pertenece a las 33 familias que no tienen pre-adjudicación, pero que en septiembre firmará otra distinta a las que ya había cambiado para recibir su apartamento en los primeros meses del próximo año.

En diciembre de 2011, el ministro para la Vivienda, Ricardo Molina, informó que el Gobierno Nacional había entregado para la fecha 7.500 viviendas a familias que se encontraban en refugios. También dijo que se mantienen 22 mil familias en los albergues, pero que saben para donde van y las viviendas están en proceso de construcción.

La vecina de Donella, Glenda Baldovino, al igual que el resto de los refugiados vive en un cubículo de 3×3 metros con paredes de drywall (un material parecido a cartón piedra) y el techo improvisado con cartón, bolsas o cualquier material que sirva para proteger la pequeña habitación de las ratas.

Glenda comparte el cubículo con su pareja. Ambos duermen en una cama individual que tiene la madera desgastada y el colchón deteriorado. En la pieza hay un televisor. Una cocina eléctrica de dos hornillas junto a una licuadora. Una lavadora y un closet improvisado cuya puerta es una cobija.

Hace dos meses le dieron una adjudicación para Ciudad Tiuna y un papel sellado y firmado por las autoridades del Gobierno que destaca: “Documento de Propiedad de la Gran Misión Vivienda Venezuela”. Lo guarda debajo del colchón como quien protege una prenda de mucho valor. Sin embargo, tiene que esperar hasta septiembre –según le informaron- pues el apartamento está en construcción.

El presidente Hugo Chávez, en la presentación de la Memoria y Cuenta de su gestión de 2011, aseguró que se han construido 142.000 viviendas. Sin embargo, la organización no gubernamental Provea afirma que las cifras oficiales revelan que desde 1999 hasta 2011 se han construido cada año un promedio de 26.000 viviendas, siendo la meta anunciada al comienzo de cada período 150.000.

Mientras tanto, Donella espera en el refugio de La Rinconada un techo con suficiente espacio para alojar a toda su familia, pues no quiere que se repita la situación incómoda que viven sus hijos en el cubículo: cuando se visten las hembras el varón sale, cuando el varón entra a vestirse las hembras se van.

Segunda carrera por la tribuna A

Hace un año y dos meses Donella abrió una bodega que desde entonces ha sido su única fuente de ingresos y la de toda su familia. Dice que empezó con pocas chucherías y helados y poco a poco comenzó a surtir el negocio.

Donella abre a las 8:30 am y cierra a la 11 pm, regularmente.

A medida que varias familias salieron del refugio, Donella ocupó dos cubículos más aparte del suyo. Ella vive en el número 137 y el del lado -138- es donde está la bodega. Ambos están unidos. En el cubículo que está justo al frente del negocio familiar duermen sus tres hijos.

Donella cuenta que no se pueden dejar los cubículos solos porque se corre el riesgo que al regresar no se encuentre nada. Dos veces han intentado abrir la puerta de la bodega, pero ella utiliza el freezer como candado para imposibilitar el paso a cualquier noctámbulo que intente pasar.

Glenda, la vecina, dice que a veces no se puede dormir en las noches porque se forman las peleas. Los policías dejan de cumplir sus funciones a las 9 pm.

__Un policía me dijo a mí que ellos venían después que pasaran las cosas. A recoger un muerto, por ejemplo. Que ellos no iban a estar en el momento.

Glenda tiene una hija de 15 años que no vive con ella. El temor de que le ocurra algo malo la condujo a tomar la decisión de mandarla a vivir con su hermana hasta que le otorguen una vivienda.

“Aquí se ve el alcohol como si fuera un refresco y la droga como si fuera cigarro”, asegura Donella. Mientras Francisco, otro de los habitantes de la sala 10 de la tribuna A, explica que hay problemas de viernes a domingos y cuenta que los primeros días se vivía bien, pero que ahora las cosas han cambiado.

“La escoba barre bien los primeros días, ya después deja de barrer”, sentencia Donella al describir la inseguridad dentro del refugio. De las familias que quedan, dice, sólo 60 cobran bonos y asegura que Chávez dijo en una alocución que todos los refugiados deben recibir una ayuda.

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Alexander Luzardo, ex presidente de la Comisión de Ambiente del Senado, cree que los refugios no deben ser la solución permanente ante una situación de emergencia, pues se genera más inseguridad, hacinamiento, problemas de salud y una dependencia psíquica, económica y moral con el Estado, lo que ocasiona el caos urbano.

Pero Donella cree que si el refugio es el puente para obtener una vivienda puede esperar un poco más y sobrevivir ante la adversidad.

Entre el olvido y la esperanza

Según Leonard Márquez, La Rinconada es un refugio élite: es un ejemplo a seguir. Es de donde se han sacado más familias y constituye uno de los albergues que ha tenido mayor prioridad.

Cerca de las dos de la tarde del sábado, Donella está sentada justo al frente de la bodega y del centro de la pista del Hipódromo. En un asiento VIP. Hoy el favorito es el que aparece de número tres en la Gaceta Oficial.

Pero Donella hoy no apuesta. Está contando cómo es su vida dentro del refugio: “los hospitales tienen baños más limpios que los de este refugio. Aquí la gente no colabora. Mandan a los niños a botar el pupú y el pipi y tiran eso donde sea. Eso está asqueroso. Ahí cualquiera agarra una infección y se muere”.

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Rafael Uzcategui, sociólogo y coordinador del área de investigación de Provea, dice que tal como lo estipula el artículo 82 de la Constitución, es obligación del Gobierno reubicar a las personas en viviendas dignas, pues sólo se obtendrá una vida mejor cuando las familias tengan una casa propia con acceso a los servicios básicos, centros de salud, educación y fuentes de trabajo.

Por su parte, Rubén Reyes, coordinador de gestión de riesgos de Cáritas Venezuela, piensa que no debería haber refugios en el país, porque con ello se fomenta una problemática psicosocial. “Hay que trabajar en una política de prevención que es lo que puede salvar vidas”.

Mientras tanto, Donella todos los días va para la casa de su hermana, en Cacique Tiuna, a bañarse y hacer sus necesidades. Se turna con su esposo para que el negocio familiar no se quede solo. Allí Donella vende desde pastillas para el dolor de cabeza hasta plátanos. Desde bolígrafos hasta chocolates.

Los sábados se vende más que el resto de los días, porque la gente del refugio sale de sus cubículos a ver las carreras de caballos.

Cuando son más de las dos de la tarde una de las habitantes de la tribuna A llega a la bodega.

__Vecina, ¿tienes refresco?

__ ¿Fresco? Sí hay, gorda.

Donella se levanta del asiento VIP para buscar el refresco y se sienta nuevamente mientras ve cómo galopa el favorito en la recta final del Hipódromo de Caracas, que hoy paga tres mil a ganador. (Génesis Sandoval, Aprendices de Periodismo, 25.07.12)

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