A los estudiantes de la Universidad Indígena de Venezuela les toca madrugar.
Se bajan de sus hamacas al amanecer y se bañan en río Tauca, que recorre las 2.000 hectáreas del campus situado en la selva del sur del país.
Después de desayunar, tienen una hora de estudio personal antes de empezar las clases.
Andan una media hora descalzos desde sus dormitorios, que se encuentran repartidos por todo el campus, hasta el lugar donde se imparten las clases.
Los cerca de 100 estudiantes de esta universidad, que rondan los 20 años, viven en grupos de acuerdo a su etnia, con excepción de las estudiantes mujeres.
Como tan solo hay cinco, éstas viven todas juntas.
Una vez en clase, los estudiantes reciben lecciones sobre los derechos de los indígenas, lengua y mitología. Por las tardes tienen la oportunidad de utilizar sus habilidades prácticas, arreando a los búfalos y cultivando vegetales.
La Universidad Indígena queda lejos de los otros centros educativos de Venezuela.
Pero eso es así porque ha sido construida por y para las comunidades indígenas.
«Este lugar es muy importante para mí porque es como si estuviera en mi propia comunidad», explica Yudumenedu, de 19 años, quien antes intentó estudiar en una universidad común en la vecina Ciudad Bolívar. Pero la experiencia no le gustó.
«Esto es normal para nosotros y estamos acostumbrados a vivir así», asegura.
Ignoradas durante mucho tiempo por la mayoría de habla hispana, las comunidades indígenas de Venezuela, incluyendo los Yekwana, los Pemon y los Yanomami, vieron como su número de integrantes se reducía drásticamente tras la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI.
Desde entonces, su entorno y modo de vida se han visto amenazados por las explotaciones mineras de oro y diamantes y por los pozos petroleros.
En la actualidad, tan solo representan un 2% de la población de Venezuela.
Historia viviente
Recientemente ha habido progresos. Cuando el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, llegó al poder en 1999, cambió la Constitución para reconocer las lenguas indígenas junto al español como lenguas oficiales del país.
Pero décadas de injerencias externas hacen que los indígenas teman perder sus tradiciones. La Universidad Indígena intenta revertir esta tendencia.
Fue establecida hace varios años por una organización de defensa de los derechos indígenas compuesta por miembros de las diferentes comunidades y por curas jesuitas que han trabajado con indígenas durante años.
Se encuentra localizada en un punto intermedio entre todas las comunidades indígenas. Pese a ello, muchos estudiantes tardan varios días en llegar al campus al inicio de cada curso.
Varias comunidades están representadas y vivir en el campus es una oportunidad para los estudiantes de diferentes grupos étnicos de mezclarse por primera vez.
Los responsables de la universidad esperan que los 30 grupos indígenas del país acaben enviando estudiantes al centro.
La política de admisión es muy diferente a la de otras instituciones.
Los estudiantes son normalmente presentados por sus respectivas comunidades como candidatos y se espera que regresen a sus poblados tras tres o cuatro años de estudios, listos para dirigir a su gente.
En vez de estudiar materias como medicina o ingeniería, los estudiantes se concentran en profundizar sus conocimientos y entendimiento de sus propias culturas.
Se les dan tareas para hacer en los periodos de vacaciones, algunas de las cuales incluyen entrevistar a los ancianos de sus poblados sobre mitología y registrar las respuestas para la posteridad.
Reconocimiento oficial
La universidad ha sobrevivido hasta el momento gracias a donaciones de organizaciones no gubernamentales.
Han ahorrado dinero invitando a profesores de otras instituciones a dar clase en su tiempo libre. Pero los fundadores de la universidad también han estado presionando para lograr fondos del gobierno.
«Si queremos que sea un éxito, necesitamos el apoyo financiero y político del gobierno», asegura Julio Avalos, uno de los profesores de la universidad que no es indígena.
«El gobierno podría ayudar a traer más estudiantes indígenas o a abrir otros campus de la universidad en otras regiones de país para que los estudiantes no tengan que viajar desde tan lejos»
De hecho, el proceso para lograr reconocimiento oficial está casi listo. La universidad espera a que se emita un decreto presidencial, en el que se la declare como una institución de educación superior legitima.
«El presidente nos ha instruido para incorporar esta casa de estudios en la red de universidades del país», dijo recientemente la ministra para los pueblos indígenas, Nicia Maldonado.
Con el futuro de la institución asegurado, los profesores podrían concentrarse en entrenar a la próxima generación de líderes indígenas para preservar y fortalecer sus culturas únicas. (Sarah Grainger, BBC, 01.11.11)