Los indígenas están en precarias condiciones, donde se ven inclusive obligados a usar el agua del Orinoco para cocinar

La tragedia que vive la comunidad warao que habita en Cambalache no termina. Ayer dos pequeñitos indígenas fallecieron por desnutrición y falta de atención médica. Con estos ya suman cinco los infantes que han muerto por el abandono de las autoridades, quienes desde el miércoles no han emitido ningún pronunciamiento y mucho menos se han acercado a este poblado a escuchar reclamos y proveer asistencia. “El problema es que seguimos aceptando que ellos -los indígenas- tienen que vivir de la basura”, dijo el sacerdote holandés Guillermo Van Zeland, quien dirige el Grupo Cambalache. El abandono y el deterioro en estas comunidades no es nada nuevo, sus labores diarias se reducen a buscar restos de comida y algún pedazo de tela que sirva de ropa entre las montañas de basura del relleno sanitario que sirve a Ciudad Guayana.

Lo inesperado de las desapariciones hace sospechar de la presencia de un virus, o alguna enfermedad que ataca a los bebés y se los lleva en cuestión de horas. Incluso se especula la posibilidad de que sea un padecimiento traído por los indígenas warao que vienen de los caños del Delta Amacuro y pasan allí dos o tres meses viviendo de manera improvisada.

Tres de las víctimas forman parte de este grupo de personas nómadas, y los otros dos son de la comunidad de Cambalache. La indignación es evidente ante la crítica situación de salud que atraviesan estos pueblos ancestrales, el dolor se puede ver en sus ojos, y medio en su lengua y medio en castellano intentan reflejar lo que para ellos es un abandono y una sentencia de muerte de parte de las autoridades, que hasta la fecha no les han siquiera llamado para verificar cuál es la situación.

Antonio Valenzuela, cacique de la comunidad, comentaba este domingo que “hace media hora que se llevaron a un niño. Se están muriendo, nos estamos acabando y eso no queremos, para eso hay gobierno. El presidente Chávez mandó mucho para que ayuden a los indígenas, pero qué hace esa gente, dónde está el presidente, dónde está el alcalde si ellos se comprometieron a ayudar, pero cuando llegan las votaciones sí vienen a engañar a las comunidades, me hacen recoger firmas para apoyarlos y nunca nos apoyan nada”.

El representante critica que les permitan vivir en las más precarias condiciones y que no haya de parte de las instituciones una real intención de darles una mejor vida. “Hasta cuándo vamos a estar con este basurero, ninguno nos quiere ayudar y nosotros no tenemos dinero, no tenemos sueldos, no trabajo fijo, estamos mal, y miren cómo está la comunidad sucia y el criollo que viene es a recoger firmas a engañar a todos los warao”.

Situación de emergencia

Guillermo Van Zeland, sacerdote y líder del Grupo Cambalache de la Iglesia Católica que lleva más de 10 años cooperando con la comunidad, reseña que “ahora hay una situación de emergencia, nosotros hemos ido a la Alcaldía, yo he acompañado a la gente para pedir apoyo porque es demasiado, nosotros no damos abasto para atender a la gente, pero esto que está pasando es muy grave”.

Señala en cuanto a las autoridades que “lo único que ofrece la Alcaldía son urnas, y nosotros queremos vida, que es otra cosa. El hecho de que -los indígenas- trabajen en la basura, que contamina todo, esto tiene su repercusión y su precio. También viven allá cerca del río donde el agua está contaminada, están desnutridos, aquí no hay Mercal, no hay Pdval, o sea pagan dos o tres veces el precio y no tienen para comer, sólo les alcanza las patas y las alas por decirlo así, no están bien nutridos y viene con un virus que hay y van cinco muertos en una semana”.

A juicio del eclesiástico, hay algo en el ambiente que afecta a los niños, “y va rápido, dos, tres horas y están muertos. Hay algo que los está afectando aparentemente, porque no me explico que en tres horas están jugando y están muertos, ayer hemos llevado dos y a los dos les pasó lo mismo. Hoy va uno, cinco en una semana”.

Aunado a esto, en la comunidad warao hay temores y desconocimiento, porque en muchas ocasiones no hablan castellano y tienen miedo de sacar a los niños a ser examinados en un hospital. “Es un conjunto de problemas, y están indignados y con razón”, dice el padre.

Hace una década, cuando el Grupo Cambalache de la iglesia empezó con sus ayudas, habían más operativos y asistencia al indígena. Recuerda el sacerdote holandés que los programas sociales del gobierno iniciaron con entrega de bolsas de comida, luego hacían jornadas médicas. Pero eso acabó hace casi tres años.

Con los referidos programas y la atención de la Iglesia se “había bajado el número de muertos por año, cuando llegamos eran 20, llegamos a 7 por año y ahora está aumentando por encima de 20, o sea estamos en lo mismo y digo que se ha reducido el apoyo a la comunidad. El problema es que seguimos aceptando que ellos -los indígenas- tienen que vivir de la basura, que es lo de fondo. Si estuviéramos dispuestos a ofrecerles otras condiciones de vida seguro que esto cambia, mientras que están allí no hay cambio”.

Cruda realidad

En su mayoría los aborígenes de Cambalache viven de reciclar latas, metales, plástico y hierro del vertedero. De allí sacan inclusive la comida, cosa que ellos mismos reconocen con mucha pena, y con dolor porque la pobreza extrema es en definitiva su día a día, lo único que los acompaña al acostarse y al levantarse.

La precariedad en la que viven estos pueblos ancestrales salió a la luz luego de que el pasado miércoles tuvieran que enterrar, por falta de transporte, a dos bebés bajo una mata de mango a la orilla del Orinoco. La causa aparente de sus decesos es la desnutrición aguda, pero la presencia de otros síntomas, como diarrea, vómito y fiebre hacen sospechar de algo más. Al cierre de esta edición tres bebés que no llegaban al año fueron llevados de emergencia al Hospital Uyapar con ese cuadro y deshidratación severa.

Pedro La Rosa, uno de los capitanes de la comunidad, dijo con tristeza que los menorcitos “están casi, casi. Están graves y esto está peor. Ya no sabemos qué hacer, esto es difícil lo que está pasando”.

El padre Guillermo Van Zeland, apoya la idea de que sean los mismos indígenas quienes propicien la atención de las autoridades. “Ellos tienen que pelear para su vida, pedir a los gobernantes y a quienes puedan, porque si les seguimos solucionando los problemas los seguimos tapando y nadie se entera, ahora que se han enterrado estos niños allí es ‘excelente’, porque no fue soportable y se puso en evidencia una situación, pero no pueden quedar allí porque esa agua sube y migra donde están enterrados, y esa misma agua la consumen, para hacer sopa, para lavar ropa y por eso no puede quedar así”.

El trabajo del grupo últimamente ha sido criticado, porque cuando murieron los primeros dos pequeños el padre no los llevó en la camioneta de la iglesia hasta el cementerio. No obstante, el sacerdote confiesa que “yo tengo que elegir entre atender a los enfermos o atender a los muertos, atender a un muerto son dos días porque hay que hacer trámites dos días, cuando hago eso no atiendo a los enfermos, y son muchos a los que hay que atender”.

Respuestas inmediatas

Los integrantes de la comunidad warao de Cambalache exigen que haya una salida rápida a la situación gravísima que están pasando.

María Lourdes Estrella, comenta que están muy molestos y con mucho dolor por la muerte de los niños, y aunque quieren que esto no se repita, saben que mientras no haya atención médica, oportunidades de trabajo digno y orientación para que puedan surgir, esta situación seguirá presente.

Indicaron los aborígenes que están dispuestos a todo con tal de ser escuchados y atendidos.

Recalcaron que mientras sigan sumidos en la pobreza y miseria continuarán los problemas, porque su realidad parece que no duele a nadie ni llama la atención ni siquiera de los organismos que representan al pueblo indígena. (Natalie García, Correo del Caroní, 11.04.11)

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