Con el fin de realizar un diagnóstico sobre el desplazamiento forzado a que se ha visto sometida la etniaindígena Pumé, ubicada a las orillas del río Capanaparo, en el estado Apure, el vicepresidente de la República, Elías Jaua, realizó un recorrido por cuatro poblados el miércoles pasado, comprometiéndose con los representantes de cada sector a devolverles sus tierras ancestrales antes del año nuevo.
La visita oficial a las comunidades Pumé: Manguito 1, Chainero, Riecito y Yarapito, se debió al trabajo del padre jesuita José María Korta, quien lleva años comprometido con la causa indígena en el país.
Korta realizó una huelga de hambre frente a la Asamblea Nacional a finales de octubre para denunciar las malas condiciones en que se encuentran las comunidades indígenas de Venezuela y la necesidad imperiosa de un plan político cónsono con el derecho de las etnias, contemplado en la actual Constitución y en la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas.
Respecto de la visita del vicepresidente Elías Jaua, el padre Korta manifestó: “este es un primer paso, porque es como dice el presidente Chávez, ‘ojos que no ven, corazones que no lloran’. Ahora debe venir un segundo paso, que no se ha dado de una manera debida porque no se ha visto esta realidad de una manera correcta”. Korta alertó durante el recorrido que los latifundistas han invadido el territorio indígena, impidiéndoles transitar libremente por sus tierras ancestrales: “la ganadería va invadiendo sus pequeños huertos y se quedan sin la poca comida que pueden conseguir”, alertó el padre.
Por su parte, el vicepresidente, Elías Jaua, manifestó que el problema de la demarcación territorial de los pueblos indígenas es una deuda que el Gobierno ha tenido pendiente durante años. “Nuestra presencia aquí se convierte en un compromiso absoluto del Gobierno del presidente Chávez, en trabajar aceleradamente en una primera etapa en las comunidades donde hemos estado, en liberar las cercas y que los indígenas puedan volver a caminar libremente por su territorio y realizar su vida cultural y económica”, aseguró Jaua.
DEMARCACIÓN PARA LA VIDA
Los Pumé nunca concibieron la propiedad como lo ha hecho el mundo occidental, restringiendo y delimitando, por eso nunca cercaron sus tierras; por el contrario, la vida la llevaron siempre transitando libremente por la naturaleza, casando, cultivando y aprendiendo de ésta.
“Nosotros habitábamos anteriormente desde el río Meta hasta acá (río Capanaparo), pero los ganaderos, a partir de 1930 iniciaron una persecución contra nosotros. Anteriormente, el indígena no era gente para el mundo criollo, era visto como salvaje, y por matar indígenas a nadie la pasaba nada. Y por esa condición nos fueron desplazando los ganaderos, y de ahí viene el conflicto con ellos”, manifestó Corobay, quien en español se llama Elisaber Romero, habitante del sector Pumé, Manguito 1.
Sin embargo, ahora, “nosotros como Pumé queremos la demarcación de las tierras para desarrollar nuestra identidad étnica, porque vemos que la influencia de la cultura dominante nos ha destruido nuestra cultura”, manifestó Tadé, estudiante Pumé de la Universidad Indígena de Venezuela, cuyo nombre en castellano es Pedro Durán.
El desplazamiento forzado, más la nueva educación occidental, están obligando a los Pumé a cambiar su manera de aprehender el mundo.
“Nosotros no vivimos del arroz, de la pasta, de la harina pan, nosotros vivimos de la yuca, de la producción que cultivamos del suelo, ahora estamos desplazados y hemos perdido nuestro territorio donde nuestros ancianos nos educaron en un territorio libre, en armonía con la naturaleza, porque la sabiduría del indígena Pumé, existe en la naturaleza”, explicó Tadé.
UNA CUESTIÓN DE COMPRENSIÓN
Para el vicepresidente de la República, el problema, más que territorial, es un problema cultural, de cómo hacer para que las costumbres occidentales no se sobrepongan a las indígenas y por el contrario, puedan cooperar con ésta y lograr un bienestar común. “Tenemos la fuerza política para liberar el territorio para los pueblos indígenas, pero el gran reto es lograr el bienestar junto con la preservación cultural de estos pueblos”, manifestó Jaua. En este sentido, el padre jesuita, Numa Molina, quien también participó de la visita, dijo: “lo que buscamos es partir de la sabiduría propia ancestral y, desde ahí, hacer escuela, rescatando todo eso y aportando todo lo que pueda aportar la cultura occidental, pero sin eliminar, ni invadir en nada la cultura indígena”.
El estudiante universitario, Tadé, aclaró que en estos tiempos modernos los indígenas son “la garantía de la tierra, para preservarla, porque la madre naturaleza se encuentra en crisis, enferma, por buscar lucro, los grandes capitalistas han destruido la madre tierra”.
Organización social de las comunidades
En el estado Apure se calculan que habitan 10 mil indígenas de la etnia Pumé, diseminados en siete sectores principalmente: Capanaparo medio, Alto Capanaparo, Bajo Capanaparo, Riecito, Cinaruco, Cunaviche y el Arauca.
La gran mayoría de las comunidades tiene menos de cincuenta habitantes. La comunidad típica es pequeña, y es la constituida por varias casas agrupadas, generalmente unifamiliares, pero no es raro encontrar residencias multifamiliares las cuales parecen corresponder a un patrón que tiende a desaparecer. Las comunidades más pequeñas generalmente acostumbran estar conformadas por una sola familia extendida: un hombre casado con su esposa o esposas; sus hijos e hijas solteros, y sus hijas casadas con sus respectivos esposos e hijos.
Cada comunidad es autónoma, y es la encabezada por su capitán u oté (anciano), personaje que se destaca por su prestigio personal, lo que le acredita para desempeñar una función social: recibir visitantes, ofrecerles comida, entre otros, pero carece de autoridad real y de poder coercitivo, y sus decisiones son el resultado del consenso del grupo.
(Miguel Guédez, Ciudad Caracas, 12.11.2010, http://ciudadccs.info/?p=119370#more-119370)