Organizados en un humilde shabono (disposición circular de viviendas), 42 habitantes de la etnia Yanomami de Irotatheri, asentada en el municipio amazónico del Alto Orinoco, recibieron a comienzos de la semana pasada a una comisión humana nombrada “Centinela 01 2012″ que llegó para buscar respuestas con relación a la supuesta masacre indígena denunciada a finales de agosto por agencias internacionales y medios venezolanos.

 

 

De llegar a ocurrir una masacre de tal magnitud, la comunidad por sus características nómadas se desplazaría inmediatamente y se observarían rasgos de nuevas construcciones en la zona

Los primeros indicios encontrados fueron viviendas con más de seis meses de construcción, vastos cultivos de plátano, sembradíos de yuca, caminos trazados hacía el río y la amabilidad pintada en el rostro de 19 mujeres y 23 hombres, quienes tranquilos respondían: “Estamos finos. Todos estamos comiendo bien, nadie pasó por acá, no pasó nada. Nadie molesta a nadie aquí”, indicó el traductor de la lengua ancestral, enviado por el Ministerio de Asuntos Indígenas venezolano.

De llegar a ocurrir una masacre de tal magnitud, la comunidad por sus características nómadas se desplazaría inmediatamente y se observarían rasgos de nuevas construcciones en la zona, sin embargo el fotógrafo enviado por la Agencia Venezolana de Noticias, Emilio Guzmán explicó que “no es una comunidad que se armó hace poco. Tiene algunos meses, tal vez un año; pero está cimentada, hay cultivos de conuco y son gente muy amable, jóvenes bastante activos con una población notoria de niños”.

El también acompañante de procesos indígenas en el país, con más de 15 años dedicados al registro visual de etnias autóctonas, reflexionó sobre la cantidad de muertes denunciadas. “Muy remotamente se puede conseguir una comunidad yanomami con tanta gente, incluso en el caso de poblaciones más cercanas a la ciudad no llegan a 80. En comunidades tan aisladas es muy difícil, porque por su patrón de asentamiento nómada suelen ser muy pequeño”.

En la denuncia, hecha pública en los medios privados la última semana agosto, el integrante de la etnia, Luis Shatiwe, asegura a una radio local que el ataque fue ejecutado a finales de julio presuntamente por garimpeiros brasileños que entraron en territorio venezolano. Según esta primera información, hubo tres sobrevivientes del ataque, que habría afectado a una comunidad de 80 personas.

La acusación se extendió por medios privados nacionales, agencias internacionales con sede en el país y por organizaciones no gubernamentales, como Survival y Horonami Organización Yanomami, ambas con divulgaciones que confirmaban lo ocurrido y generaban confusión en la población.

En respuesta, el mayor del ejército de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), Cliver Alcalá Cordones, aclaró que “en estos municipios son incipientes las actividades ilegales y las que hemos detectado la hemos enfrentado con fortaleza y competencia. Esta es un área de protección especial, todas las personas que la sobrevuelan tienen que tener permiso por la fuerza armada. Nosotros tenemos un estricto control sobre la zona. No es posible que un helicóptero sobrevuele la zona porque primero lo agarra el radar que nos comunica a nosotros”.

La Centinela cruzó los caminos verdes

Entretanto, la respuesta más inmediata la ofreció el Gobierno Nacional, al ordenar una investigación exhaustiva que hizo que la FANB junto con representantes del Ministerio Público, Ministerio de Asuntos Indígenas, Defensoría del Pueblo y Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminálisticas (CEICPC) se internaran en la abundante selva amazónica para dar con el relato más fidedigno, narrado de la voz de la Irotatheri (o comunidad de Irota).

Así, la operación militar “Centinela 01 2012″ se tomó siete días en cruzar 89 kilómetros de verde selva hasta llegar a la Sierra de Parima, en el sector del alto río Ocamo, que sirve de hábitat natural para la también llamada Comunidad de Araguato, según etimología indígena del yanomami.

“Dimos inicio a la operación con el objetivo de esclarecer y determinar si alguna de las comunidades indígenas señaladas en la denuncia estaba afectada. Se inició hace ocho días, ubicando a los supuestos sobrevivientes y determinamos que no eran tales, sino que vivían en un sector llamado Irotatheri. En el recorrido tuvimos contacto con siete comunidades indígenas y todo determinó que no existía ninguna posibilidad, a lo largo de ese espacio geográfico, que indicara alguna matanza”, describió Alcalá Cordones, el pasado jueves.

Agregó además que inmersas en la selva se encuentran varias bases militares fronterizas que protegen el territorio venezolano y mantienen comunicación constante con etnias ancestrales. “En 10 días de operaciones no se ha reportado la presencia de un sólo garimpeiro”, señaló Alcalá.

La Centinela estuvo apoyada por la ministra para Asuntos indígenas, Nicia Maldonado, quien acompañada por sus hermanos yanomamis resumió que “hemos estado realizando una actividad de apoyo para verificar la información verdadera sobre esas denuncias que le dieron la vuelta al mundo. Estamos felices de informarle al país que, gracias a Dios, estas denuncias son falsas. No ocurrieron tales hechos gracias a nuestros ancestros”, sentenció el pasado viernes a la llegada de una comisión periodística a la zona.

La comisión fue recibida entre danzas coloridas, platos adobados con plátano y yuca como raciones principales y la alegría contagiosa de sonrisas reposadas que ofrecieron la mejor respuesta ante falsas informaciones de los medios. Irotatheri se descubrió amable y servicial ante las acostumbradas preguntas: ¿qué pasó? ¿Hubo matanza?, a lo que respondieron: “Aquí estamos bien”.(Mppci;11.09.2012)

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