La madrugada del sábado recibimos la trágica noticia de la explosión en Amuay. Esta mañana medios no oficiales, publicaron la noticia de la masacre del pueblo Yanomami, de 80 miembros de la comunidad Irotatheri, ubicada en el municipio Alto Orinoco del estado Amazonas, un suceso que no sólo es absolutamente trágico, sino además absolutamente indignante. Hasta el momento no se han pronunciado por esto ni los medios oficiales ni el alto gobierno. ¿Por qué el silencio? ¿Por qué tratándose de una masacre no ha habido un traslado inmediato hasta allá o un comunicado de urgencia como el que recibimos a la una de la madrugada por la tragedia en Amuay, o como los que estamos recibiendo permanentemente de Siria y de tantos pueblos? ¿O es que la comunidad Yanomami Irotatheri no existe para el Gobierno y el Estado Nacional? ¿Para ellos no hay un decreto de Duelo Nacional? ¿ Por qué?
Desde aquí del Zulia, hemos denunciado en los últimos meses, varios asesinatos cometidos por factores armados ilegales que operan en la zona bajo la protección y financiamiento de los ganaderos de Machiques en contra del pueblo Yukpa, en la Sierra de Perijá. Hasta hoy muy poco o casi nada ha hecho ni nada ha dicho el Gobierno nacional ni regional al respecto. Ningún asesinato ha sido investigado para dar con los culpables ni tampoco existe ningún indicio de que se esté en proceso de investigación, pese a la movilización y la presión.
Varias cosas son las que indignan: 1. Las masacres cometidas en todos estos años y siglos pasados, los asesinatos permanentes y los atentados sistemáticos en contra de los pueblos indígenas venezolanos y de toda América Latina.
2. Que esta situación aún se manifieste en pleno periodo revolucionario, en la construcción de un socialismo, donde se le da rango constitucional por vez primera en la historia a los derechos de los pueblos indígenas.
3. El silencio de los medios oficiales y del gobierno ante hechos tan graves.
4. Que estos hechos queden en manos de la burocracia de las Brigadas de Infantería, Ejército, Guardia Nacional Bolivariana, organismos policiales y las fiscalías respectivas sin que exista ninguna movilización contundente ni nadie dentro del gobierno que verdaderamente defienda a los pueblos indígenas, se responsabilice por las investigaciones y de la cara ante el país. Ya hemos denunciado muchas veces que la ministra Nicia Maldonado, hace todo menos defender y fortalecer a los pueblos indígenas, pues como le dijo una vez un joven Yukpa: “Usted, ministra, no tiene mente de indígena”.
5. Que según lo constatado, Chávez, dentro o fuera de campaña, se ha movilizado hasta cualquier rincón del país y hasta cualquier país del mundo, haciendo posible la comunicación directa con el pueblo. Pero nunca ha aparecido Chávez en los territorios indígenas y hablando directamente con los pueblos.
6. A pesar de todos estos asesinatos y una masacre etnocida, representantes de los pueblos indígenas, amigos y aliados de los pueblos indígenas, todavía somos capaces de escribir denuncias y comunicados a veces con una consideración casi alarmante, pidiendo, casi suplicando, que algún día, algún funcionario de la Fiscalía, de la Defensoría, considere este tipo de casos e inicie un proceso de investigación. Seguimos aguantando la burocracia.
7. Por no haber asumido hasta la fecha responsabilidades diplomáticas, legales y humanas que evidentemente trascienden el ritmo y la actual lógica del aparato productivo, y cumplir con la Constitución en materia de derechos indígenas. Hasta hoy, desde hace más de una década que se reconocieron del derecho a los territorios, más no ejercido el territorio, los pueblos indígenas no han terminado de recuperar su territorio, tampoco se han terminado de otorgar los títulos a todos los pueblos indígenas del país, ni se le han pagado las bienhechurías, de las haciendas que incluyen los títulos ya otorgados, a los hacendados que encima apoyados por los anteriores gobiernos invadieron los territorios indígenas creando enormes latifundios, y cabe decir, matando a los indígenas con sus propias manos o a través de sicarios. Las comisiones de demarcación no sólo fracasaron, sino que ni siquiera asumieron la autodemarcación indígena, cuestión que se refleja en el documento otorgado a finales del año pasado a los pueblos Yukpa y Barí en el que quedaron fuera haciendas que los propios indígenas habían considerado según sus mapas mentales.
8. Por último, es igualmente indignante y cada vez más insostenible, la actuación de la ministra Nicia Maldonado, en la que a leguas de distancia se podría siquiera llegar a divisar un socialismo construido desde los pueblos indígenas, y que el gobierno haya permitido la activación de planes policiales por parte del ministro Tareck El Aissami para controlar el territorio indígena, que han acabado con las organizaciones propias de los indígenas y fomentado una dirigencia obediente que ya no pelea por tierras, sino que prefiere cargos, dinero, dádivas o regalías.
Si algo nos puede alertar la tragedia de Amuay, es el riesgo permanente al que se expone la vida humana y toda la vida de la naturaleza. Cuando terminemos de destruir toda la naturaleza por causa de la explotación del suelo y el subsuelo para extraer madera, petróleo y minerales, cuando las tierras se vuelvan estériles y pobres por causa de la misma explotación, cuando se terminen de secar todos los ríos, deforesten todos los bosques, se contamine más la atmósfera y todas las aguas por los desechos industriales y tóxicos, acabando con los peces, la biodiversidad, la vida en general, ¿qué clase de potencia pretenderemos ser?
Esperamos ver a Chávez, los representantes de los medios oficiales, el alto gobierno, organismos judiciales y policiales movilizándose en los próximos días hacia la comunidad Irotatheri, de la misma forma que se han movilizado con toda la razón a causa de las inundaciones y la explosión en Amuay. Veamos, más allá de la movilización, quién dará la cara por estas muertes y si se reclamará por esta masacre al gobierno del Brasil, para que investigue también. ¿O el oro podrá más?
Nos solidarizamos desde el Zulia, Sierra de Perijá, con el pueblo Yanomami, con la comunidad Irotatheri, con sus 3 sobrevivientes y la huella imborrable de su resistencia. El pueblo exige justicia, como siempre lo ha hecho y seguirá haciendo en toda la historia de su lucha y resistencia.