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Víctor Carrillo es profesor de Educación Física en el Instituto de Educación Especial Bicentenario de Libertador, ubicado en La Pastora, Caracas, desde hace 15 años. Su vena docente la compagina con su carrera de fisioterapia que debió desarrollar porque el sueldo de profesor no le permitía mantener a su familia. Casado con otra profesora y con dos hijos pequeños, hace malabares para poder “sobrevivir”.

Luego del aumento del 50% del salario a los docentes que firmó el presidente Nicolás Maduro a partir de mayo de este año, el sueldo de Carrillo por dar clases no supera los Bs. 8 mil mensuales. No duda en afirmar que con eso “es imposible cubrir los gastos completos de alimentación y el resto de los productos”. Conseguir los pañales de su pequeña de 2 años y medio al precio “justo” es muy difícil, porque no tiene tiempo para hacer colas cuando debe desempeñarse en dos trabajos. “Yo he comprado paquetes de pañales hasta en Bs. 800”, insiste.

La inflación actuó y para octubre de este año el incremento de mayo a los 713.231 trabajadores del sector adscritos al Ministerio de Educación se hizo insuficiente. Incluso, el 20 de julio de 2015, 17 federaciones sindicales introdujeron un contrato colectivo unitario ante la Dirección de Inspectoría Nacional y Asuntos Colectivos de Trabajo del Sector Público que entre las propuestas incluía un aumento de dos sueldos mínimos para modificarse un 7% o 10% más en función de las categorías.

Parece que se les olvida que el profesor tiene familia. Si mi esposa y yo juntamos los dos salarios no llenamos la canasta básica. No podemos hacer un mercado y tenemos que ir un día comprando, por ejemplo, una harina Pan y al día siguiente un rollo de papel, siempre sacando cuentas”, comenta Carrillo. Sobre la recreación, asegura, ya no se le permite. “Ya no puedo salir con mis hijos a recrearnos, porque ¿a dónde los llevo con tan poco dinero? o guardo lo poquito que puedo o lo gasto todo en una sola salida”.

Resignado asume que lo que queda es “trabajar, trabajar, trabajar” y, según agrega, al final ” no importa que tanto trabajes, que tan bueno seas en tu área, porque no se ve retribución ni incentivo económico que dignifique tu labor”.

Ángela Gil dedicó gran parte de su vida a la educación, carrera que desarrolló a la par de la abogacía. Trabajó en el Liceo Nicanor Boret Peraza de Catia, donde se desempeñó como profesora de Castellano y tuvo cargos directivos tanto en la Escuela Municipal Distrital Matías Núñez de Vista Alegre como en la Escuela Manuel Antonio Carreño en El Paraíso. En total, suma 25 años en el área y en este momento dice sentirse conmocionada por la situación que afrontan los docentes.

A uno le da tristeza porque siempre le dije a los estudiantes que lucharan por sus derechos, que la educación es el vehículo a través del cual serían libres y productivos, pero como educadores nos están violando los derechos”, dice la también abogada que actualmente ocupa el cargo de Presidenta del Tribunal Disciplinario del Sindicato de Maestros de Caracas.

El 16 de septiembre desde el ministerio le informaron que habían admitido la solicitud de las agrupaciones gremiales hechas en julio, pero hasta la fecha la mesa de discusión de la misma no ha sido establecida. Estos son los montos que solicitaban.

Como docente VI, cargo más alto al que puede aspirar un profesor, su jubilación mensual supera los Bs. 20 mil, pero aclara que eso no le alcanza para comprar “ni la comida”. Tiene tres hijos y dos de ellos aún no se han graduado de la Universidad, por lo que parte de sus gastos siguen yendo por su cuenta. Además, agrega, debe sumar costos de servicios, salud, transporte. “Lo que he hecho es restringir. Si antes comía carne todos los días, ahora lo hago dos veces por semana y así”, indica.

Actualmente, para poder obtener más ingresos realiza documentos legales de bienes e inmuebles. “Sin embargo, mi mejor rol es estar en el sindicato, porque aquí uno puede orientar al resto de los docentes a hacer valer sus derechos en esta situación tan complicada como la que tenemos”, añade. Según su opinión, lo importante de los profesores es ese poder de inculcarle a los niños una formación liberadora y creadora que permita transformar al país y lograr una Venezuela competitiva, de valores dignos, donde se respete el rol de la familia y el del docente como generador de cambios en el país.

Este miércoles 14 de octubre empezaron las asambleas regionales que contarán con la participación de todos las agrupaciones gremiales, con el fin último de concretar acciones de protesta para exigir el cumplimiento de sus reivindicaciones. Culminarán el 20 de octubre y si para esa fecha no han establecido la reunión con el ministerio no descartan ir a un paro nacional.

Aunque Fran Ernesto Rangel Balza no parece un maestro de primaria lo es. Sus canas no le restan fuerza ante un salón de 5to grado con aproximadamente 25 niños. Trabaja en la Unidad Escolar Nacional Vicente Emilio Sojo de La Vega y, a pesar de apoyar al gremio en sus reivindicaciones, no pierde la oportunidad para recordar que el problema de la educación en Venezuela va mucho más allá: “Se hacen aumentos salariales que finalmente se pierden por la inflación, pero en cuanto a la educación como tal, existe una total desatención por parte del Estado que debe saldarse para poder avanzar”.

“Ser docente va más allá del hecho material. Uno no es profesor por el salario, sino porque le gusta contribuir con el desarrollo de la humanidad, pero para eso necesitas un salario digno para vivir y con lo que recibimos actualmente a penas y sobrevivimos”, añade.

Otra de las exigencias del gremio es el mejoramiento del servicio que presta el Instituto de Previsión y Asistencia Social del Personal del Ministerio de Educación (Ipasme) y la desactivación de los programas de viviendas y de alimentación para los docentes. Según Rangel, los empleados del Ipasme tienen un convenio para recibir medicamentos subsidiados en Locatel, mientras que los profesores “que pagamos su sueldo ni podemos adquirirlos”, dice.

Actualmente, el profesor y su esposa crían a su nieto de 4 años y medio, debido a que su hijo fue víctima mortal de la delincuencia. “Con 52 años estoy volviendo a criar a un niño, pero entre mi esposa y yo cubrimos los gastos”. Él calcula que el 80% de sus ganancias van para su alimentación y lo restante para los otros servicios como condominio, electricidad, agua y teléfono. “Tenemos prohibido enfermarnos y recrearnos. Eso ahora es un lujo”, sostiene.

Rangel trabaja medio turno e insiste que es más que suficiente. “Toda el problema social se refleja en las aulas de clase y un docente no cuenta con las herramientas para enfrentar todas las dificultades de tipo afectivas y económicas que tienen los niños”, señala. Destaca que las condiciones en las escuelas hacen de la labor mucho más complicada “no hay psicólogos, psicopedagogos, hay canaimas pero no hay wifi, entonces eso es inútil”, agrega.

El profesor dice que a sus alumnos siempre les recuerda que el camino a la felicidad es el camino del conocimiento “no solo porque así podrán adquirir una carrera profesional que les permitirá vivir decentemente, sino que además el que tiene conocimiento tiene una conciencia de la época que le toco vivir”, concluye. (María Laura Chang, Efecto Cocuyo)

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