La noticia dejó una fuerte impresión: «Trabajadores de General Motors piden transformar la empresa en una cooperativa». Palabras más palabras menos, a finales de enero varios portales web titularon con esta información, según la cual uno de los mayores sindicatos del mundo capitalista coqueteaba con la tesis de hacer que la ahora pública General Motors (GM) pasara a ser administrada como una sociedad laboral al estilo de Mondragón, el mayor consorcio cooperativista del planeta.

Aunque fuentes de la empresa, de la cooperativa vasca y de los propios trabajadores han señalado que no es cierto quela Uniónde Trabajadores Automotrices de Estados Unidos (United Autoworkers of America en inglés, conocida por las sigla UAW) haya solicitado tal cosa, el tema ha dado de qué hablar.

Y es que la sola idea representa en sí uno de los mayores cambios en los sectores empresarial y laboral, tomando en cuenta que echa por tierra el muy arraigado precepto de la eficiencia superior de las empresas privadas respecto a las públicas, un tema del que mucho hay que hablar tomando como base la historia de GM.

«Es difícil que GM se cooperativice pero no imposible», destaca el profesor universitario y experto en economía social Oscar Bastidas, quien no obstante estima poco probable replicar, en una de las empresas centenarias emblemáticas de Estados Unidos, lo que en el país vasco se hizo desde un principio.

Salvaje pero eficiente

Un milagro. Nada de curas celestiales sino con economía y finanzas, pero milagro al fin.

Eso es lo mínimo que puede decirse del proceso de recuperación de General Motors, el mayor fabricante estadounidense de autos que tras declararse en bancarrota en junio de 2009, resucitó cual ave fénix de sus cenizas.

En efecto, en 2010 la corporación tuvo ventas globales por más de 136.000 millones de dólares, un incremento de 7% en su facturación respecto a 2009, gracias a la colocación de más de 8,3 millones de unidades a escala global y 4.700 millones de dólares en ganancia neta; con el beneficio adicional de haber tenido que despedir solo a una pequeña cantidad de trabajadores, cuya salida fue concertada con los sindicatos.

Todo ello después de haber pagado $ 6.700 millones al Gobierno de EEUU y otros $ 1.400 al gobierno de la provincia canadiense de Ontario, inyectados entre 2008 y 2009 para evitar la quiebra.

No obstante, la empresa ahora es pública: 70% de sus acciones pertenecen al Gobierno de EEUU, 2,5% al de Ontario, 17,5% a los trabajadores y el restante se transa enla Bolsade Nueva York.

Con base en esta situación, se especuló que la UAW estaría interesada en mantener el carácter público de la empresa, toda vez que los resultados habían sido definitivamente superiores a los que llevaron a la otrora corporación privada a la quiebra.

«El UAW desea ahora que la altamente exitosa GM no se venda al sector privado, convirtiéndose en su lugar en una cooperativa tipo Mondragón. El sindicato UAW ha pedido a la cooperativa Mondragón del país vasco que les aconseje sobre cómo convertir una de las empresas más importantes de la manufactura del mundo en una cooperativa», señaló el periodista Vicenç Navarro en un artículo publicado por la revista española «Temas para el debate» en enero pasado.

Ser o no ser

«Llegar a un modelo como el de Mondragón no creo que sea posible. Lo que sí creo es que GM puede pactar para que algunas áreas sean manejadas por las cooperativas», acota el experto en cooperativismo Oscar Bastidas, quien recuerda que el mayor problema para llevarlo adelante, en un tema como este, sería el reparto accionario.

Tanto el cuartel central de GM en Detroit (EEUU) como la filial suramericana radicada en Sao Paulo (Brasil), así como la sede venezolana, han preferido mantenerse al margen del planteamiento, asegurando que los intereses de la empresa están centrados en la renovación tecnológica de la corporación y la apuesta por nuevas alternativas energéticas.

«Es un tema interesante, pero es sólo una arista en materia laboral, emanada de una interpretación hecha por un periodista», señaló una fuente de la corporación que prefirió no ser identificada.

A su vez, Mondragón señala que la supuesta colaboración entre la corporación yla UAW»definitivamente no se corresponde con la realidad». «Mondragón Corporation tiene suscrito un acuerdo de colaboración con United Autoworkers para intentar compartir prácticas de gestión e intercambiar experiencias. Es posible que alguien se haya liado con los nombres de los sindicatos y nos haya adjudicado la cooperativización de GM, pero, insisto, no hay absolutamente nada de cierto en este tema», señaló vía mail a El Mundo Economía y Negocios Javier Marcos, responsable de comunicaciones del conglomerado vasco. Los intentos por tener la opinión de voceros dela UAWfueron infructuosos, al menos hasta el momento de redactar esta nota.

Guipuzcoana recargada

Con bríos que parecen enraizados en la colonialista Compañía Guipuzcoana, Corporación Mondragón es la referencia por excelencia de cooperativismo a escala internacional, toda vez que el incipiente grupo de cinco empleados que en 1956 conformaron una cooperativa, es hoy el mayor conglomerado del País Vasco, el séptimo grupo industrial de España y el mayor de su tipo en el mundo.

Extendido por los cinco continentes, Mondragón cuenta con más de 83.600 empleados a escala global, de los cuales 85% son cooperativistas que en conjunto asumen la dirección y proyección de las 256 empresas y entidades distribuidas en cuatro áreas: Finanzas, Industria, Distribución y Conocimiento.

Presente en 20 países, la cultura empresarial de Mondragón se sustenta en cuatro valores corporativos: Cooperación, actuando como propietarios y protagonistas del hecho productivo; Participación, o el compromiso en la gestión; Responsabilidad Social, que implica la distribución solidaria de la riqueza; e Innovación, traducido en el compromiso de renovación permanente de todas sus prácticas y actividades.

«Mondragón es el ideal del cooperativismo real, pues cuando la situación ha sido crítica, los socios han sido capaces de sacrificarse para evitar cerrar empresas o reducir personal. Aplicar eso en GM implicaría un cambio muy fuerte, especialmente en la mentalidad de los trabajadores», señala Bastidas.

Ejemplo latino

Aunque resulta algo descabellado pensar que después de 103 años y una bancarrota General Motors se convierta al cooperativismo, en América Latina existen ejemplos de la aplicación de modelos asociativos. De hecho, la segunda planta de GM en Venezuela funciona bajo este sistema, aunque con diferencias diametrales respecto al esquema de Mondragón.

Inaugurada en noviembre de 2008 tras invertir 31 millones de dólares, la planta de camiones de Mariara, Carabobo, fue desde un principio concebida para ser manejada por cooperativas de trabajadores; modelo que fue aplicado a solicitud del gobierno, según se comentó en su momento.

Al respecto, Bastidas comenta que esta es una verdadera forma de cogestión, pues se trata de trabajadores asociados en empresas que prestan servicios a la automotriz, que mantiene personal de confianza en los puestos clave en las distintas dependencias.

Aunque los trabajadores aceptaron en un principio el esquema, un año después de iniciadas las operaciones comenzaron los problemas: los cooperativistas solicitaban ser incorporados a la nómina de GM y disfrutar así de beneficios contractuales de los trabajadores fijos.

«Hubo muchos conflictos al principio que hicieron de planta Mariara una unidad poco productiva, pues los trabajadores no tenían claro que sus sueldos no dependían ahora de un contrato colectivo sino de su propio trabajo», señaló un empleado de la factoría que prefirió el anonimato.

Sin embargo, destacó que las cooperativas han madurado y entendido el rol que cumplen como proveedoras de servicios. «La cosa cambió para bien y ahora la planta de camiones está funcionando mucho mejor. Hay conducta de trabajo», comenta la fuente anónima.

Ni patronal ni cooperativista

«Sería el último de los trabajadores fijos en apoyar la transformación de la empresa al modelo cooperativista, porque los beneficios que tenemos ahora no los vamos a tener nunca bajo ese esquema». Rafael Salazar (nombre ficticio de un trabajador activo) afirma que sin ser patronal, no apoya el cooperativismo por los pobres resultados que ha arrojado este sistema en muchas empresas. «En Venezuela el modelo cooperativo no ha funcionado», asegura Salazar, quien estima que el peor mal es la politización de las cooperativas, un problema que también ha minado a muchos sindicatos que apoyan el socialismo promulgado por el presidente Hugo Chávez. (Jesús Hurtado, jhurtado@cadena−capriles.com, 26.03.12)

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