Continuando en la línea de analizar la discriminación en las escuelas y su relación con la violencia, estudiaremos otras dos formas de la misma: la violencia coyuntural y la intrafamiliar.
La violencia coyuntural se manifiesta frente a determinados conflictos de intereses de grupos humanos en un contexto preciso. En el caso de nuestro país, quizás esta sea la forma de violencia más palpable en los actuales momentos, si bien muchos de los factores que llevan a ella hunden su raíz en esa violencia estructural de la que ya hablamos en artículos anteriores. La escuela se encuentra en una encrucijada desde la cual debe optar entre, por un lado, apuntalar desde su praxis cotidiana mecanismos de resolución de conflictos (como la negociación, conciliación y mediación) y actitudes cónsonas con el respeto a las diferencias que conlleven a la disminución de los esquemas de violencia introyectada en sus integrantes; o por otro lado, seguir inconsciente de su función social fundamental, para convertirse o mantenerse en el rol de reproductora de esos esquemas de violencia coyuntural. Precisamente este último aspecto (el reproduccionismo) ha sido analizado y cuestionado por la pedagogía crítica del siglo XX, particularmente en su versión comunicativa y de la resistencia radical (con autores como Freire, Apple, Giroux o McLaren).
La actual dinámica de violencia coyuntural que vive Venezuela se impregna de rasgos discriminatorios e intolerantes de larga data. Esta violencia coyuntural se cimienta en un conflicto de clases subterráneo y nunca procesado adecuadamente, fermentado por décadas de distribución inequitativa de las riquezas del país, de asentamiento de una cultura rentista, y de adormecimiento en prácticas políticas que tutelaban las formas democráticas de participación e incidencia, bajo esquemas «seudo feudales».
El nuevo marco constitucional y la aparición de normativas progresistas en el campo de los derechos humanos, como es el caso de la LOPNA para las escuelas, abrieron la puerta a la necesaria transformación de esas condiciones generadoras de violencia que vive la población (especialmente los históricamente sumidos en la pobreza), pero también activaron las manifestaciones más reaccionarias, frente a lo que puede representar la pérdida de prebendas y «valores» asumidos culturalmente por décadas como los «justos».
La tercera forma de violencia que incide en la escuela y en los prototipos de discriminación e intolerancia es la violencia familiar o doméstica. Esta manifestación de violencia, si bien se da a lo interno de los hogares, proyecta hacia el niño o la niña estereotipos negativos como la relación masculinidad / fuerza / agresividad / mando / poder, frente a la relación estereotipada femineidad / debilidad / pasividad / sumisión / víctima, contribuyendo a fomentar e internalizar estereotipos y prejuicios sumamente perjudiciales de cara a la formación del niño o niña. En el próximo artículo veremos alternativas y propuestas para abordar el tema desde la escuela.
Pablo Fernández
Coordinador de la Red de Apoyo