Las historias son tristes y aterradoras. El fotógrafo que además de su cámara, casi pierde tres costillas durante las manifestaciones de Plaza Altamira, cuando la Guardia Nacional condenó su trabajo a patada limpia.
La periodista que durante la cobertura de una marcha pacífica recibió un tiro en la pierna. El estudiante que fue golpeado por efectivos de la policía mientras luchaba en la calle por su libertad. A este último le perdonaron la vida a cambio de un reloj y el celular.
Antonio Briceño retrató en video los testimonios de siete venezolanos víctimas de la violencia y el abuso de poder. En la muestra Omertà petrolera que inaugura el domingo en la galería D’Museo, hablan las miradas. «Los afectados no cuentan su caso. Tampoco aparecen identificados, incluso hay quienes cubren su rostro con un pasamontañas. Ellos manifiestan rabia, dolor y una tristeza profunda a través de sus ojos. Su rostro revive las secuelas de una experiencia devastadora», apunta el fotógrafo que vive y trabaja en Caracas.
La ola de protestas que se desató en el país desde hace tres meses, cambió el rumbo de su trabajo. Aunque su obra siempre ha estado impregnada de un tinte social, Briceño asegura no estar de ánimos para proyectos conceptuales. Su lente contestatario está sediento de realidad. «Tengo dos años trabajando en otra serie. Al ver lo que sucede en el país, sentí la necesidad de drenar la rabia, la impotencia y el dolor que me producen estos acontecimientos.
Este trabajo es una protesta en contra del silencio de las autoridades, las instancias gubernamentales y los entes internacionales. Incluso, el mismo silencio al que han sido condenados los medios de comunicación», comenta el autor de la serie Las plañideras (2012) y Dioses de América (2010).
En sala, el espectador se topa con siete pantallas. Cada una muestra un rostro sobre un fondo negro. Hay quienes, frente a la cámara, dejan correr un par de lágrimas. Otros fruncen el ceño sumidos en una expresión de furia, exasperación, indignación y rabia.
Durante seis minutos, estudiantes y profesionales afloran sentimientos y emociones encontradas sin decir una palabra. «En principio pensaba que cada video duraría al menos media hora. Por medio de mis conocidos y otros contactos llegué a las víctimas, la mayoría tenía filmado aquel momento tan duro en el que fueron maltratados. Yo los dejé solos frente a la cámara.
Me retiré del lugar y les pedí que no hablaran. Fue impresionante y doloroso ver que a los dos minutos, la mirada se les quebraba. Sus rostros revivían esas vejaciones entre expresiones de desconsuelo, aflicción y resentimiento», dice el artista visual que ha mostrado su obra en Miami, Bélgica, India, Italia, Francia, Alemania, Estados Unidos, México y Nueva Zelandia.
Omertà o ley del silencio es un código de honor siciliano que prohibe informar sobre algunos delitos. La mafia italiana castigaba al informante con la muerte. Briceño vincula el término con el petróleo. «Los gobiernos, las naciones, las instancias continentales y mundiales están congelados. Hay demasiado petróleo acá como para que se oiga la voz de la violencia. No les sonroja la vejación cuando se perpetra a la luz pública. ¡Vergüenza para la historia!» concluye el artista. (Jessica Morón, El Universal, 14.05.14)