“…pues yo llegué y, a manera personal, cargué el fal y pensé: ‘¡Bueno, si a mi me cae una piedra, le echo plomo a esto!’ Bueno sí; así mismo fue. Cuando cayó una piedra en el capó, voltié el fal y desde el mismo jeep, lo descargué en las puertas”. Durante un protesta. Varios muertos y heridos, como consecuencia. Tomado de la historia-de-vida de… llamémosle Julián; capitán del ejército.
Quizás lo más interesante y emocionante de la investigación sea que uno se encuentra muchas veces en el proceso con lo inesperado y que se le abren campos totalmente insospechados. Nos sucedió en el Centro de Investigaciones Populares cuando nos sumergimos en el estudio del violento asesino de origen popular cuyos resultados han sido publicados en la obra “Y salimos a matar gente”. Entre las historias-de-vida de malandros, nos encontramos con las de algunos militares que estaban presos por distintos delitos, ninguno de los cuales era propiamente militar. Esto nos abrió el campo de la violencia asesina en el ámbito de la institución castrense. No despreciamos la oportunidad y lo exploramos detenidamente. Ese estudio, por diversos motivos, no ha sido aún publicado. Paradigmática es la historia-de-vida de Julián. Si, como dicen varios autores, entre ellos F. Ferrarotti, y demuestra la experiencia, en la historia de un sujeto está toda su sociedad y sus grupos de pertenencia, en Julián hallamos los significados, no necesariamente conscientes, que marcan la dinámica interna, en el discurrir cotidiano, más allá de la doctrina, de la teoría, de las normas legales y éticas proclamadas y sostenidas en el discurso explícito, la lógica de la actuación muy generalizada en lo profundo, de las fuerzas militares. Julián es un asesino pero asesina sólo durante su vida de oficial del ejército; ni antes ni después.
Luego del hecho confesado por él y con el que se inician estas líneas, no sólo no es recluido sino enviado de nuevo a la calle porque, según dice su superior, un general, “estos son los hombres que necesitamos”. Ni esa vez ni ninguna otra, y son varias, es castigado por sus crímenes. La institución militar, no en la norma ni en el ideal, sino en la práctica cotidiana, se muestra en todo nuestro estudio siempre igual: arbitraria, violenta y ejecutora de justicia por su cuenta. Ese es el marco referencial que tiene Julián y en el cual se permite actuar criminalmente. Aparece como un consenso ampliamente compartido desde la más alta autoridad hasta la tropa. Recorre toda la institución de modo tal que se diría ser la lógica interna de la conducta practicada. En todos los personajes de nuestro estudio, la institución militar, en contra de sus fines y de su ética, se muestra, más allá de los sujetos particulares, como atravesada en su plena extensión y sentido por la violencia no sometida a ninguna norma. Se deduce que el significado clave y central sería la arbitrariedad. Atónitos por estos resultados, entrevistamos a oficiales activos para tener una explicación. He aquí una de las respuestas: “¿Cómo nace eso? Eso nace de la arbitrariedad porque la arbitrariedad es la base de ese sistema disciplinario”.
Según la resolución 017621 del Ministerio del Poder Popular para la Defensa, la educación militar, en cuanto educación para la Defensa, es designada como “eje integrador del Sistema de Educación Nacional” (sic). Nada menos. Pero además, “… es precisamente el Ministerio del Poder Popular para la Defensa el organismo competente para llevar a cabo tal cometido”.
Siendo esto así, ya decretado, por mucho que de palabra y por ahora se lo limite, ¿en cuál sistema de significados se ejecutará, en el ineficaz de los ideales o en el muy eficaz de las prácticas?
17.04.11 Alejandro Moreno