logoOVCSEn este espacio hemos sido reiterativos con varios aspectos que caracterizan a las protestas y conflictos en Venezuela. Uno de ellos es la política de control de orden público implementada por las autoridades para abordar las manifestaciones.

Según el monitoreo diario realizado por ConflictoVe y los informes del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), el 98% de las protestas en nuestro país son pacíficas y en muchos casos las que terminan en forma violencia son consecuencia de acciones de la fuerza pública, por ejemplo cuando obstaculizan una marcha o impiden entregas de panfletos en las calles.

Las protestas registradas entre febrero y abril de este año dejaron en evidencia el comportamiento represivo y poco democrático de quienes dirigen al país. Todos fuimos testigos del uso excesivo e indiscriminado de la fuerza pública, que desató una espiral de violencia que dejó un saldo de más de 40 asesinados, centenares de heridos y detenidos, principalmente jóvenes y estudiantes universitarios.

LA VIOLENCIA COMO EXCUSA PARA REPRIMIR 

Los resultados negativos de esos meses se pudieron evitar desde un principio, solo hizo falta un elemento que caracteriza a los gobiernos democráticos: respeto a la crítica y canales de dialogo para la transformación y resolución de los conflictos.

Lamentablemente la lógica totalitaria del gobierno etiqueta como enemigos a simples ciudadanos que protestan porque no están de acuerdo con las políticas y sus consecuencias.

Aunque las autoridades catalogaron a todas las protestas como violentas, dando luz verde a ministros, guardias nacionales y policías para reprimir, la realidad fue otra: de 6.369 protestas solo 514 fueron violentas.

HOY POR TI, MAÑANA POR MÍ 

Es importante no olvidar hechos recientes para entender que la represión en Venezuela no es un hecho aislado y que forma parte de la concepción de gobierno de quienes nos dirigen.

Asimismo, hay que tener presente que nadie está exento o vacunado contra nuestras autoridades represivas, cualquier persona, independientemente de su afinidad política o partidista, puede ser víctima en algún momento.

Por eso, no se deben apoyar y tolerar estas acciones contrarias a la democracia y a los derechos humanos. Además, a fin de cuentas, dicho apoyo puede ser un bumerán: quienes hoy por ejemplo por su afinidad política, aplauden la represión a manifestantes, mañana pueden ser las víctimas, y en Venezuela ya lo estamos viendo.

FORJAR SOLIDARIDAD 

Los trabajadores de Sidor llevan una buena temporada negociando un contrato colectivo que tiene cuatro años vencidos. En el transcurso de este tiempo no han sido pocas las acciones de protesta de todo tipo que han protagonizado para ejercer presión.

Asambleas y pancartazos en los portones, paros laborales, manifestaciones y marchas en la ciudad y trancas de vías han sido las formas de protesta que han ejercido.

LUCHA CON OBJETIVOS 

En todo este tiempo ha habido unas características invariables: los trabajadores, agrupados en el sindicato Sutiss, han tomado sus decisiones en asambleas y más de una vez han actuado por encima de decisiones o acuerdos que dirigentes de su sindicato habían hecho unilateralmente con el patrón.

Son pues trabajadores que, además de tener tradición de lucha sindical, tienen claros sus objetivos. Otra característica que hemos observado, y que esta semana cambió, es que la mayor parte de las protestas que han realizado, las han hecho sin el acompañamiento de otros sectores del mundo laboral y de la sociedad.

LA SOLIDARIDAD SE HACE PRESENTE 

A raíz de la feroz represión de la que fueron víctimas durante esta semana mientras protestaban en las calles de Guayana, se comenzó a tejer una red de solidaridad entre otros sindicatos y de centrales sindicales de muy diferentes procedencias y signos ideológicos, y también de diferentes sectores sociales y políticos.

Algo ayudó en esto el papel inquisidor del patrón-gobierno que, lejos de limar asperezas y propiciar un clima para la negociación, acusó en los últimos tiempos de mafiosos y «guarimberos» a los trabajadores que exigían la negociación del contrato colectivo.

El resultado salta a la vista: ayer jueves, los trabajadores, con el apoyo de muchos sindicatos, de estudiantes y ciudadanos, hicieron una marcha para reclamar sus derechos y en contra de la represión y de la criminalización de la protesta.

En ese espejo tienen que verse el gobierno, pero también algunos sectores que no logran conducir sus protestas por un buen cauce. Los trabajadores de Sidor nos dan una lección: si hay objetivos claros en la protesta, la fuerza de la solidaridad se hace presente y la acompaña. En la unión está la fuerza. Protestar es un derecho, no un delito.

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