Si algo ha caracterizado estos 17 años de gestión gubernamental, ha sido la incorporación de programas sociales bajo la investidura de misiones, dedicadas a garantizar (en cierta medida) los derechos humanos de aquellos sectores más desfavorecidos y por consiguiente, a la reducción de la pobreza. Desde entonces, la proliferación de misiones ha sido bastante numerosa: las que abarcan ámbitos sociales, científicas – tecnológicas, protección de animales, ecológicas y hasta recreativas.
En la teoría, cada programa social no viene solo. Hay algunos lineamientos jurídicos que lo sustentan (en el mejor de los casos), como una Constitución con enfoque en derechos sociales, que garantiza el derecho a la vivienda, educación, salud y también el derecho a la recreación (Art.111). Derecho que posteriormente fue extraído en el cambio de la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social Integral a Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social.
En la práctica, como todos sabemos, las cosas funcionan con base a la improvisación. Así como se erigen viviendas con sorprendente rapidez, se instalan operativos de venta de alimentos en época pre – electoral, también se realizan planes de recreación para niños, jóvenes y adultos mayores en períodos y en sitios puntuales como plazas, parques y el ideado, la Ciudad Vacacional Los Caracas en el estado Vargas.
Se aprecia la buena iniciativa de recuperar este centro de esparcimiento para el disfrute de grupos laborales y ciudadanía en general. Pese a ello, volvemos a la realidad. Diversas zonas del complejo aún no se han rehabilitado, por el contrario, lucen abandonadas y hasta ocupadas por familias con necesidad habitacional que esperaban una vivienda en un urbanismo de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Ni que decir de los proyectos de impulso agrícola y pesquero que se tenía destinado.
El cumplimiento de los derechos en Venezuela parece resultar contrarios a toda lógica, y con ello, el entramado de las misiones y planes sociales como “brazos ejecutores”. Es bastante conocido que la crisis se ha acentuado en derechos tan inherentes al ser humano como la salud, vivienda y educación, pero también se ha extendido al tiempo libre, ocio y recreación como actividades espontaneas de los ciudadanos. El disfrute al esparcimiento en determinados espacios físicos, se está convirtiendo en una política de restricción.
Así como tenemos días determinados para comprar alimentos, tenemos (desde hace poco) horarios puntuales para el entretenimiento. La exigencia de derechos humanos cada vez se hace más cuesta arriba, y por ello, no hay misión más importante que la exigencia de nuestros derechos.
Desirée González
Socióloga, Especialista en seguridad social – @desireegm