Uno de los argumentos más utilizados a favor de la tenencia de armas es que, frente a la imposibilidad del Estado de protegernos eficazmente, al ciudadano se le debe dar la oportunidad de armarse sin mayores restricciones para resguardar su vida y la de su familia.

Si en un país este argumento tiene características de dogma es en Estados Unidos de América (EEUU), donde el derecho a portar armas tiene consagración constitucional por vía de la Segunda Enmienda. Como es lógico suponer, tal libertad convirtió a EEUU en una de las sociedades más armadas del mundo: aproximadamente 270 millones de armas se encuentran en poder de su población; en consecuencia, de ser cierta esa tesis y en una nación donde es posible adquirir hasta rifles de asalto, los delitos violentos deberían ser casi inexistentes. Sin embargo, la realidad muestra unos hechos diferentes.

Según el diario mexicano La Jornada, apoyándose en cifras oficiales del Centro Federal de Control de Enfermedades del año 2007, en EEUU más de 148 mil personas han muerto por arma de fuego en un lapso de cinco años, y de estos, 14.500 fueron niños, niñas o adolescentes. A estas cifras alarmantes para un país altamente industrializado hay que sumarle la consternación pública por las masacres ocurridas en centros educativos, donde personas con desequilibrios mentales atacan indiscriminadamente a alumnos con armas adquiridas legalmente.

Frente a este problema, todas las acciones a favor de prevenir el creciente armamentismo civil chocan invariablemente con la oposición intransigente del Partido Republicano y de una de las organizaciones más poderosas de ese país, la Asociación Nacional del Rifle, quienes escudados en una norma creada en un contexto histórico completamente diferente al actual (la Segunda Enmienda data de 1791), defienden uno de los negocios más lucrativos del planeta, como lo es la venta de armamentos. Para mayor desaliento, una decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de junio de 2010 echó por tierra muchos de los esfuerzos realizados a favor del desarme, al considerar que poseer un arma es en efecto un derecho «fundamental».

En Venezuela, donde la tasa de homicidios es una de las más altas del continente, es necesario observar con detenimiento la mala experiencia del Norte como modo para contrarrestar los mitos que sobre los beneficios de la tenencia de armas, genera la poderosa industria armamentista. Dentro de la cultura de paz que promueve la Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme, es importante seguir explicando con datos estadísticos la inutilidad de usar un arma como defensa personal.

En este contexto, es oportuno recordar la proeza realizada por un hombre quien, sin disparar un solo tiro y convenciendo a su pueblo de las virtudes de la no violencia, logró que India alcanzara su independencia. Al cumplirse el pasado 2 de octubre 141 años del nacimiento de Mahatma Gandhi, su mensaje, con absoluta vigencia, de insistir en la paz, es una poderosa inspiración para no desmayar en la meta de lograr el completo desarme de nuestra sociedad.

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