La universidad pública venezolana atraviesa una grave crisis que amenaza con llevarla a la muerte. El salario mensual de un profesor universitario que ingresa como instructor apenas supera el salario mínimo y un titular gana apenas el doble de eso. Las comparaciones establecidas con sus pares en el mundo son realmente escandalosas e indican claramente la poca importancia que se concede en el país a la profesión docente universitaria.
Las diversas federaciones sindicales que agrupan al gremio docente universitario se han declarado en huelga y su protesta pública nos ha servido para tomar conciencia de este grave desequilibrio. Es necesario que en toda la sociedad nos hagamos eco de sus exigencias y desde nuestras respectivas posiciones nos solidaricemos con ellas. Porque lo que está en juego es la muerte por inanición de nuestras universidades. Es obvio, que nuestro talento docente se vea obligado a explorar otras posibilidades profesionales o busque en otros países lo que no consigue en su tierra.
Pero el problema va más allá de la remuneración salarial de los docentes. La universidad como institución es costosa si quiere alcanzar niveles adecuados de calidad. Se requieren laboratorios adecuados, infraestructura tecnológica, acceso a bases de datos bibliográficas, mantenimiento de infraestructuras, intercambios internacionales con otras universidades, publicaciones, etc.
Adolecemos en Venezuela de una auténtica política de financiamiento público a la actividad universitaria. El crecimiento de la oferta de instituciones universitarias que hemos visto en los últimos años no ha hecho más que agravar el problema porque ha aumentado innecesariamente los costos. Es mucho más viable potenciar las capacidades del parque universitario existente que inventar la creación de otras muchas universidades. Quizás en algunos casos se justifica pero la sana lógica de racionalización de recursos requería una mejor planificación del sector universitario.
La juventud de nuestro país demanda oportunidades de capacitación y posibilidades para el desarrollo de su talento. Quiere universidades de calidad, donde consigan talento que estimule la búsqueda de conocimiento y condiciones adecuadas para capacitarse profesionalmente.
Tenemos un nuevo ministro en la cartera de educación superior. Los universitarios quisiéramos que nos oyera, que escuchara sin gríngolas ideológicas las necesidades del sector, que atendiera las demandas de quienes constituyen el corazón de la vida universitaria que son sus docentes e investigadores y considere las expectativas reales de nuestros estudiantes, que demandan educación de calidad.
[email protected] (El Universal, 23.05.13)