El pasado 30 de abril del 2012, no brilló el sol para los derechos humanos. Se anuncio la creación de un Consejo de Estado  para decidir sobre algo aparentemente ya decidido: La Salida de la Republica Bolivariana de Venezuela de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Pasaron los días, días en los cuales diversos sectores se pronunciaron. Unos a favor, considerando el peligro que corría “nuestra autodeterminación como pueblo soberano” y “la arbitraria admisión de casos que no han  agotado los recursos internos”. Todo esto provocado por un sistema “mal intencionado que nos puso el ojo”. Otros preocupados por el anuncio, también se manifestaron; y es que los Derechos Humanos representan un límite para la soberanía de los Estados siendo justamente ese el plan desde el inicio, cuando surgieron todas estas organizaciones de promoción y protección de estos preciados derechos. Incluso las víctimas que han acudido al sistema, como último recurso posible al encuentro de una justicia que parecía lejana, alzaron su voz solicitando reconsideración ante esta decisión.

Cada día es un día para reflexionar y darse cuenta que no es tan fácil dar la espalda a uno de los sistemas de protección de derechos humanos más desarrollados y evolucionados  que existen en la actualidad

El tiempo siguió transcurriendo y el debate siguió su curso, ¿Salir de la Comisión Interamericana? pero ¿Cómo? No se puede salir de la Comisión Interamericana sin salir de la OEA, hecho que a corto plazo no parecía estar dentro de los planes. Después silencio.

Silencio que duró hasta poco después de que la Corte sentenciara sobre el caso “Raúl Díaz Peña“ el pasado mes de Junio de este año. Y es que cuando hablamos de la “universalidad” y la “inherencia” de los derechos humanos esto tiene que ver con todo ser humano sobre la faz de la tierra. Al menos eso es lo que entiendo yo, trató de transmitirnos la Corte, cuando emitió la sentencia amparando los derechos de quien a pesar de ser presuntamente victimario fue a su vez víctima ante la ausencia de garantías en el proceso interno que se desarrollaba.

Tras declaraciones del Presidente se pronunció nuestro ministro de relaciones exteriores, y olvidando el Consejo de Estado y con una indignación que es propia de alguien que se siente invadido en sus convicciones anuncia que en “horas” (lo que es natural porque todos los meses tienen días y los días tienen horas) sería denunciada la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Asimismo, anunció que Venezuela no saldría de la OEA, en otras palabras: “nos quedamos con la Comisión y salimos de la Corte”.

Son muchos los años que han pasado desde que Venezuela ratificó la Convención y es mucho el uso que se le ha dado a la misma. Propio de un órgano independiente y autónomo como lo es la Corte fue necesaria una manifestación expresa, voluntaria y soberana por parte del Estado venezolano para aceptar su jurisdicción, tras lo cual han pasado 3 décadas 1 año 1 mes, 20 días y algunas horas que afortunadamente siguen trascurriendo.

Todo lo que vaya sucediendo desde el momento de la eventual denuncia de la Convención a un año después podría ser revisado por la Corte, por lo que cada día cuenta siendo un día más de esperanza para quienes se ven vulnerados en sus derechos; un día más que tiene nuestra preciada Constitución de hacer valer sus disposiciones, de sentirse completa y en plena vigencia con sus normas relativas a los derechos humanos, la Convención Americana y los sistemas de protección. Cada día es un día para reflexionar y darse cuenta que no es tan fácil dar la espalda a uno de los sistemas de protección de derechos humanos más desarrollados y evolucionados  que existen en la actualidad.

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