Ante la evidencia de hechos, se hace exigente hablar de la convivencia en Venezuela. Nadie puede decir que se trata de un tema nuevo o reciente. Por antípoda, es un contenido complejo y de tiempo transcurrido.
Venezuela no es ajena al fenómeno de la falta de convivencia, respeto, tolerancia e indolencia que afecta a muchos países de nuestro continente. La cultura de la indiferencia e incomprensión, sumada a la violencia nos ha generado muchas pérdidas, propiciando un gran nivel de individualismo y desconfianza hacia el otro o la otra. También ha afectado a muchos sectores de la sociedad. La intolerancia, el irrespeto en Venezuela ha ganado connotaciones estructurales, lo cual dificultará la visión de país que se quiere construir.
Uno de los fenómenos más ejemplificantes del menoscabo de convivencia (indolencia, incomprensivo) fue el vivido hace apenas unos días, la muerte acaecida el día 03.03.2013 de Sabino Romero, cacique Yukpa y del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías, el día 05.03.2013. Indolencia frente a la muerte de Sabino Romero, defensor de la tierra indígena, quien fue vil mente asesinado el día domingo 03.03.2013. Primero había sido amenazado y perseguido por luchar a favor de la supervivencia de su cultura, sobre la base de un interculturalismo que incluya a los grupos aborígenes dentro del proceso histórico de Venezuela e intentar un cambio para que las mayorías nacionales asuman la problemática indígena como algo íntimo, de nuestra propia realidad e identidad, asimismo que nuestra Constitución no se convierta en letra muerta.
Por otro lado, comprensivos ante el fallecimiento de Hugo Rafael Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, quien muere este martes 05.03.2013 después de atravesar una enfermedad (Cáncer) que le fue diagnosticada en el año 2011. Líder quien con aciertos (Constitución de la República Bolivariana Venezuela 1999, reducción de la pobreza, incremento de la inclusión escolar, etc.) y desaciertos (fallas en el sistema de administración de justicia, división política, falta políticas públicas ante la inseguridad, etc.); es innegable reconocer que marcó la historia de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX.
Mientras unos lloraban, otros reían; mientras otros gritaban, otros susurraban; mientras unos denunciaban, otros se ocultaban. Este desfase nos ofusca como sociedad y no nos permite visualizar los cambios que se nos plantean, ni avanzar hacia el reconocimiento de las diferencias y la caracterización de cada ser humano.
Lamentablemente no entendemos que las sociedades han surgido en los albores de la humanidad con su complejidad de organización, razas, culturas, ideologías, religiones y que nos corresponde como país aprender a asumir que somos diferentes y que aún con esas diferencias, en vez de alejarnos nos debemos unir más.
Si la ciudadanía permite que se socave el principio de la universalidad de los derechos humanos, que bien se traduce en la frase “Todos los derechos para todas y todos”, queda indefensa ante peores atrocidades que puedan cometerse contra ella misma.
La convivencia nos supone una comprensión de los demás y un amor basado en esa comprensión. Sobre esta base de comprensión y amor es posible la colaboración común, el ayudarse y complementarse, el hacer avanzar la cultura en una vida armónica, exenta de relaciones hostiles o indiferentes debidas al sentimiento de egoísmo no superado.
Es un desafío generar procesos de inclusión que hagan posible, entre las diferencias, establecer una línea base de conjunción entre todas sin desconocimiento de ninguna. Sabemos que no es tarea fácil.
“La quiebra material de quienes son indolentes, es un problema ético y es un problema social que admite la violencia contra los demás, como si en la violencia, no estuviésemos en peligro nosotros mismos”. Paloma Cobollo.
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