Juderkis 1En Aragua – Venezuela existen aproximadamente 1.800.000 habitantes. Hoy contaré  la historia de una de ellas. 

Elsa es oriunda de la ciudad de Maracay, de procedencia humilde y para el año de 1993, trabajaba en el cargo de técnico 1, en  sala de partos en el hospital “Dr. José Antonio Vargas”, denominado por muchos Ovallera. Este centro de salud  está adscrito al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) y se encuentra ubicado en el Municipio Libertador, Palo Negro, sector La Ovallera, Maracay, Estado Aragua.

Elsa llega bien temprano a su lugar de trabajo del día 20 de marzo de 1993. Ese día -como lo acostumbraba-, entra al cuarto de reposo, se cambia de ropa y conversa con algunas de sus compañeras, sin percatarse que en esa misma oportunidad sería producto de la indiferencia e irrespeto a su condición de mujer trabajadora, sometida a condiciones de peligrosidad y sin tomar previsiones en su propio lugar de trabajo.

La mañana transcurre entre humo y olores extraños, atribuyéndose al proceso de fumigación realizado en el centro hospitalario. Muy poco tiempo después,  enfermeras, pacientes, personal administrativo, comenzaron con afecciones respiratorias, alergias, entre otros  efectos nefastos derivados de la exposición indebida a productos de elevada toxicidad, esparcidos dentro de las instalaciones del centro hospitalario.

Para el tiempo en que ocurre el accidente tóxico-químico en el hospital, Elsa estaba llena de ilusiones y ambicionaba con mejorar su calidad de vida, teniendo una mejor profesión que le permitiera aumentar sus ingresos y calificar para ascensos laborales. Todos estos sueños tuvieron que ser cancelados debido al deterioro progresivo de su condición de salud física y mental.

Elsa, mujer de a pie -como dicen algunos-, sentía molestias, pero su obligación estaba primero. Decidida a ayudar, le otorgó los primeros auxilios y evacuó a sus compañeros y compañeras, quienes estaban mucho más afectados y afectadas que ella, y a los enfermos y enfermas de un lugar, que  después de 20 años ha sido olvidado por muchos y sólo es recordado por aquellas personas  que perdieron hijos e hijas, hermanos y hermanas, madres y padres. Aquel fue un centro de salud que para  entonces, contaba con pocas ambulancias para realizar los traslados a hospitales más cercanos.  El tiempo, el 20 de marzo de 1993, transcurrió lentamente, 24 horas duro su servicio ese día. Se retiró pues Elsa del hospital,  dirigiéndose a su casa a descansar,  sin sospechar lo duro de la realidad.

La Ovallera cerró sus puertas y fue reabierto temporalmente el día 31 de marzo de 1993, permaneciendo en funciones hasta el 26 de abril de ese año, cuando motivado a nuevos episodios de intoxicación masiva, es cerrado nuevamente.

Después de ese momento Elsa ya no fue la misma, el deterioro de forma acelerada de su organismo se fue evidenciando, entrando y saliendo del hospital ya no como trabajadora, sino como paciente.

Para el tiempo en que ocurre el accidente tóxico-químico en el hospital, Elsa estaba llena de ilusiones y ambicionaba con mejorar su calidad de vida, teniendo una mejor profesión que le permitiera aumentar sus ingresos y calificar para ascensos laborales. Todos estos sueños tuvieron que ser cancelados debido al deterioro progresivo de su condición de salud física y mental.

Después de 20 años del accidente tóxico intrahospitalario de carácter colectivo, en las instalaciones del Hospital “Dr. José Antonio Vargas”, Elsa así como muchas personas afectadas y con  cuadros de salud delicados siguen esperando, siguen clamando por justicia, siguen combatiendo la indiferencia de un Estado que tiene la obligación de garantizar su protección a través de diferentes instituciones y mecanismos que favorezcan la realización de sus derechos, pero no lo han hecho.

El próximo 5 de junio de 2013, en el Tribunal Supremo de Justicia se llevará a cabo la audiencia preliminar en el juicio intentado contra el IVSS para lograr el resarcimiento de los daños causados a personas como Elsa. Este acto judicial se efectuará después de muchos años de acciones administrativas, y de varios intentos judiciales por alcanzar justicia.

Solo espero que esta historia de un solo hecho, la historia de Elsa así como muchos otros y otras, no siga siendo ajena al respeto, comprensión, al reconocimiento de su condición generada por cumplir con su trabajo, por apostar a recibir salud y no a que esta sea arrebatada; por luchar y que se le brinde asistencia médica de calidad.

“La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución”. José Martí

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