Justo hace ahora un año, en diciembre de 2009, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos presentó su informe sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela que dejaba muy mal parado al gobierno de Chávez. Refería el informe a otro documento presentado en 2003, año de alta conflictividad entre las posturas radicales del oficialismo y las líneas editoriales e informativas de los medios independientes, el cual advertía que se “podía constatar que ciertos discursos del presidente Hugo Chávez Frías en contra de los medios de comunicación podían ser interpretados por sus seguidores como una exhortación a las agresiones hacia ellos. La CIDH, (…) pudo apreciar que en algunas circunstancias los discursos del presidente Chávez eran seguidos por actos de agresión física.
El Presidente, como cualquier persona en Venezuela, tiene el derecho a expresarse libremente y a opinar acerca de quienes cree opositores. Pero su discurso debe cuidar no ser interpretado como una incitación a la violencia”. En el ámbito doctrinal, el aparte noveno de la Declaración de principios sobre libertad de expresión de la CIDH, consagra que: “El asesinato, secuestro, intimidación, amenaza a los comunicadores sociales, así como la destrucción material de los medios de comunicación, violan los derechos fundamentales de las personas y coarta severamente la libertad de expresión.
Es deber de los Estados prevenir e investigar estos hechos, sancionar a sus autores y asegurar a las víctimas una reparación adecuada”. Evoco estas consideraciones relativas a garantías y derechos constitucionales sobre la libertad de expresión, al derecho a la información, a la libertad de asociación, para manifestar públicamente mi rechazo al reciente atentado contra el periodista y activista de derechos humanos Carlos Correa.
El registro noticioso de lo ocurrido, el descomunal hematoma en la frente de Correa y su rostro todavía aturdido por el impacto recibido, incluso su posterior declaración sobre la amenaza: “Te vamos a matar c… de tu madre” resultarían incompletos si no intentamos analizar el contexto en el cual se produce la agresión.
Carlos Correa tiene una notoria trayectoria como activista y defensor de derechos humanos, como investigador de la comunicación, que ha tenido recientemente alta visibilidad por su invalorable trabajo al frente de la ONG Espacio Público que, entre otras actividades, elabora unos muy fundamentados y exhaustivos informes sobre la situación de la libertad de expresión, el derecho a la información y las condiciones del ejercicio del periodismo en nuestro país.
En el clima de incesante cerco a la libertad de expresión y de la criminalización a las asociaciones civiles venezolanas, Carlos Correa ha sido blanco de una obscena e intensa campaña de descrédito desde Venezolana de Televisión. En el dibujo animado que lo caricaturiza, Correa aparece fumando un habano, desplazándose en una ostentosa limusina negra, visita y sale de la embajada de los Estados Unidos con una maleta repleta de dólares. Por supuesto, esta descripción se queda corta ante lo grotesco de unas imágenes que tuvieron una profusa difusión en el canal del Estado: en algunas ocasiones alcanzó la frecuencia diaria de 24 pasadas y en los últimos meses alcanzaría el millar de oportunidades en que Correa fue sometido al escarnio público.
De la descalificación y anulación simbólica a la física, la frontera es sumamente tenue y la enseñanza histórica del hacer totalitario es contundente al respecto.
En el informe de Espacio Público de 2009 se sostiene que “la marcada polarización de la sociedad venezolana genera, en su interior, un aumento evidente de la intolerancia con la consecuente disminución del respeto hacia el otro.
En materia de libertad de expresión, este fenómeno derivó en un uso del poder estatal en detrimento de la disidencia que se expresa en la imputación de delitos de vilipendio y difamación para acallar voces críticas, el cierre de 32 emisoras de radio y dos televisoras regionales, la censura y autocensura hasta en las producciones artísticas y en el trabajo científico, entre otros eventos que reflejan nítidamente el debilitamiento de la democracia venezolana”.
Carlos Correa quien desde la ONG Espacio Público ha sido tan acucioso en el inventario de la multiplicidad de agresiones que reciben los periodistas y los medios de comunicación deberá, desgraciadamente, en su próximo informe desdoblarse como testigo de tales hechos y lamentable víctima de la intolerancia y del derrotero autocrático por el que se derrumba nuestro país.
Pero Carlos Correa sabe que en su empeño ni está sólo ni se desplaza en limusina.
Autor:
Oscar Lucien