Sí, vienen las vacaciones escolares, hay escuelas que ya el 10 de julio no tendrán más clases, la mayoría tendrán a los alumnos hasta el 16, y luego, dos meses – siendo optimistas – sin opciones sanas para la mayoría de los niños, niñas y adolescentes de este país. ¡Crean: lo que debiera ser un tiempo de alegría, es una tragedia para muchas familias! No hablo sólo de las que viven en zonas populares de las grandes ciudades – allí es peor – hablo también de sectores de la clase media.
¿Qué hacer con los hijos durante 60 días sin clases? Si se dispone de mucho dinero – situación de una minoría – hay muchas opciones; si se tiene el privilegio de que los padres trabajen en empresas que contemplan planes para hijos de trabajadores también una minoría – tampoco hay problemas, pero, ¿qué pasa con la mayoría?: la doble R: rumba y ron, o peor, calle o encierro con regaños continuos.
Las madres sufren con esta época. En los barrios populares hay demasiado peligro: canchas sin programa es igual a centros de distribución de drogas; calle sin seguridad, es un riesgo para las “caimaneras” pues hay demasiada bala suelta buscando víctimas; en algunas ciudades hay lugares agradables a donde ir, pero si la comunidad está muy alejada de ellos – como es el caso de Ciudad Guayana, con parques paradisíacos como el Cachamay y La Llovizna – pagar un autobús se vuelve inalcanzable para muchos.
Lo más grave tal vez, es lo que el padre Alejandro Moreno, salesiano experto en este tema de delincuencia barrial, las bandas delictivas, en tiempo de vacaciones, reclutan nuevos miembros entre esos adolescentes, sin clase, sin trabajo, sin ocupación. ¡Un riesgo, pues!
La recreación sana es un derecho contemplado en la CRVB (Artículo 111) y en la LOPNNA (Artículo 63 y 64). Según el Artículo 63 de la LOPNNA, parágrafo segundo, “El Estado, con la activa participación de la sociedad, debe garantizar programas de recreación, esparcimiento, y juegos deportivos dirigido a todos los niños y adolescentes” Pues hay que decir que en muchos lugares, ni Estado no sociedad garantizan este derecho. ¿Víctimas? Los más pequeños. Conozco inmensas barriadas en las cuales no hay ni siquiera un parque infantil. Conozco niños y niñas en esta ciudad, que no han salido nunca de su comunidad, van creciendo entre tiroteos y pueden llegar a creer que es el único mundo posible.
Alguna vez, miembros de Defensorías de Niños y Adolescentes me han comentado que los lunes y en las vacaciones, aumentan las denuncias de maltrato infantil. Imagino las escenas: casas muy pequeñas, o ranchos de una sola pieza, con todos los niños encerrados, padres y madres hartos – a veces sin electricidad, por lo apagones, a veces sin agua, a veces con alcohol añadido – terminan la jornada pagándola con los pequeños.
Esto no tiene que ser necesariamente así. La sociedad y el Estado deberían ver las vacaciones como una oportunidad. Rutas sociales, por parte de gobernaciones y alcaldías; alianzas con ONGs y grupos religiosos, universidades adiestrando a jóvenes para que cumplan su Servicio Comunitario recreando niños y adolescentes; empresarios inteligentes que puedan ver que invertir en planes vacacionales no es un acto de caridad sino una responsabilidad y hasta “protección a futuro”… Todo esto podría hacer de las vacaciones un tiempo de alegría y no un tiempo de angustia.