luisa pernalete¡Otra muerte violenta por balas de funcionarios! Esta vez, un estudiante de la Universidad de Carabobo: Anderson Jesús Oliveros Rojas, de 20 años, estudiante de Derecho.

La “Patria Segura”  no  garantiza vida a inocentes, la Misión “A Toda Vida  Venezuela” está dejando muertes en las calles.

No se trata de estar en contra de planes a favor de la seguridad de los ciudadanos, se trata de  pensar mejor estos planes, se trata de aceptar que los soldados no están preparados para estas labores.

El caso mencionado no es el único. PROVEA ha registrado 21 casos de uso indiscriminado de la fuerza por parte de funcionarios militares desde el 2012.

Esos soldados que han causado muertes sin necesidad, están ahora metidos en un problema, los pusieron a cumplir labores para los cuales –repetimos –no han sido preparados. La seguridad ciudadana es asunto de civiles

Reiteradamente la organización se ha pronunciado en contra del  uso de armas de fuego en operativos de seguridad  y recuerdan lo que dice la Constitución  Bolivariana de Venezuela  en su artículo 332:”los órganos de seguridad ciudadana son de carácter civil”.

Se trata pues, de respetar la Carta  Magna, y no por mero  formalismo, es que es lo sensato. Proteger a los ciudadanos que transitan libremente por las calles no es lo mismo que repeler  un ataque de un ejército invasor en plena guerra,  por ejemplo.

Los soldados, apertrechados con armas largas, no están formados para dialogar, o disuadir, como se  supone que están formados los patrulleros de un municipio.

Alguna vez –aunque no  lo crean –he visto policías municipales dando consejo  a  ciudadanos que cometen faltas menores, alguna vez los vi tranquilizando niños “huelepega” alterados. No se me ocurre que esas sean labores de soldados vestidos y preparados para la guerra.

No acusamos de “malos” a los soldados, simplemente  no están para eso. Miren el rostro de algunos, son tan jóvenes que lo que me provoca es darles una invitación a seguir estudiando o invitarles a practicar algún deporte.

Cuando les veo casi adolescentes con un arma larga en sus  manos, en vez de un bate de beisbol, me los imagino en una situación de emergencia, ¿pensarán antes de actuar o  dispararán asustados y después se  darán cuenta de lo que han hecho?.

Un arma de fuego no es cosa de juego.

Recuerdo que en tiempos de la guerra salvadoreña, que Monseñor Romero se dirigía a los soldados que mataban campesinos desarmados, y les decía que eran del mismo pueblo.

Aquí, en Venezuela, no se trata a veces  ni siquiera de  represión, sino de adelantarse a “posibles problemas”, como el caso de este estudiante en Valencia, ¿qué pensaron los funcionarios que dispararon? ¿presumían que el joven era un delincuente, presumían  que estaba armado? ¿No pararse ante una señal confusa es un delito que merece la pena de  muerte? ¿Era una situación extrema de peligro para los  funcionarios? ¿Y la madre y su hija que murieron en Falcón, representaban una amenaza?

Se me viene a la mente  aquel poema de Nicolás Guillén, dicado precisamente a los  soldados: “No  sé porque piensas tú /soldado que te odio yo/ si somos la misma cosa yo que tú”.

Consideramos que las autoridades deben evaluar serenamente el asunto.

Los militares deben volver a los cuarteles. La Constitución no es un mero formalismo, es el instrumento que nos ampara a todos los venezolanos, fue elaborada pensando en todos nosotros – creo que hasta en los funcionarios también -.

Esos soldados que han causado muertes sin necesidad, están ahora metidos en un problema, los pusieron a cumplir labores para los cuales –repetimos –no han sido preparados. La seguridad ciudadana es asunto de civiles.

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