Normalmente se relaciona el descanso con detenerse, hacer un alto, sentarse, y es verdad, pero también el espíritu puede descansar de otra manera, en estos tiempos difíciles, caminar puede ser un descanso, hablo de caminar junto a otros, en la misma dirección, con un mismo objetivo, sentirse acompañado y sentir que acompañas.
Eso fue lo que hicieron unos cuantos guayacitanos en la VII Caminata por la Vida. Es bueno eso de ir registrando la historia. No estamos hablando de una caminata surgida por la coyuntura.
Hablamos de siete años de preocupación y ocupación de la Diócesis por la amenaza a la vida en esta ciudad, hablamos de la responsabilidad que tenemos los creyentes de explicitar que estamos a favor de la vida, y tenemos que hacerlo.
Se descansa caminando, porque a cada paso sabes que no estás solo en esta opción por la vida. Se descansa caminando porque ves a los de siempre -perseverando- y ver a los nuevos, muchos jóvenes entre ellos, recogiendo herencia de adhesión a este Derecho y don de la vida. Se descansa caminando porque te reconcilias con la humanidad.
Ver, por ejemplo, a las hermanas de Teresa de Calcuta, que llevan en San Félix un hogar para ancianos y para enfermos de sida, te habla de la generosidad del género humano, de paso, cuánta serenidad y bondad transmiten esas religiosas.
Descansa caminar, porque ves el paso callado, pero firme de sacerdotes que viven en zonas populares, con fama bien ganada, de peligrosas, por los altos índices de homicidio, y te dices que son buenos pastores al lado de sus ovejas, en las buenas y en las malas.
Algunos nacidos en esta tierra y se valora la opción, y otros, que han venido de lejos, los admiro, a esos les deberíamos hacer un homenaje por el amor que siembran cada día, tenemos que agradecer su generosidad. No entiendo por qué algunas congregaciones se han ido del país por dificultad en conseguir visa, si más bien el gobierno tendría que darle un premio por querer venir a vivir entre pobres.
No crean ustedes que una caminata como ésta está fuera de la realidad. Nada de eso. Las pancartas hablaban a los que miraban desde la acera o desde los vehículos, pues no se interrumpió el tránsito, sólo se ocupaba una vía, de manera que los carros pudieran pasar, nada de complicar el sábado a los ciudadanos, ya suficientemente complicado con eso de conseguir harina y papel sanitario.
Una pancarta recordaba las más de 24.000 muertes violentas de 2013, por ejemplo. Otras hablaban de parar la impunidad. Yo recordaba las palabras de monseñor Romero -cuyo martirio se celebra el 24 de marzo-: “¡En nombre de Dios, cese la represión!”. La imagen de las tanquetas y decenas de uniformados para enfrentar manifestaciones se me venía a cada paso.
El recorrido fue desde la iglesia Inmaculada Concepción, en pleno centro de San Félix, frente a la Plaza Bolívar, hasta la iglesia San Buenaventura, en El Roble, siempre abierta y solidaria. La mayoría de los caminantes eran feligreses de parroquias católicas ubicadas en zonas populares. El clamor por el deseo de paz se sentía. Los observadores fueron respetuosos.
La caminata terminó con una misa, presidida por Monseñor Mariano Parra, Obispo de Ciudad Guayana, pastor amigable, pero no por eso deja de tener firmeza en eso defender la vida y la necesidad de la convivencia pacífica y de respeto mutuo.
Antes de terminar la misa, hablaron las mujeres de la Fundación por la Dignidad Sagrada de la Persona, organización que agrupa madres, esposas, hermanas, de víctimas de la violencia, referencia para la ciudad, ejemplo de terquedad evangélica.
Pidieron, entre otras cosas, más liceos para las zonas populares, desarme de los civiles, y exigen que el gobierno haga su trabajo, haga justicia ante tanta muerte impune. Aplauso cerrado a terminar su intervención. Hablaron por muchos de los venezolanos.
De verdad, estábamos agotados físicamente, el calor de Guayana abraza fuerte, pero fue una mañana para descansar el espíritu agobiado por tanta angustia acumulada. Nos despedimos deseando que la paz sea con todos nosotros. Con usted también.