Luisa Pernalete“¡Ya no aguanto más!: ¡Renuncio!” ¿Cuántos docentes están renunciando a sus trabajos de aula porque dicen que no  pueden enfrentar el clima violento de las aulas? Cada vez son más, pero yo les animo: ¡Si se puede! No digo que sea fácil, pero no es imposible, como dice Manuel Segura  SJ.

En tres experiencias  de Fe y Alegría sistematizadas para el Encentro latinoamericano de “Construcción de ciudadanía y paz “(Caracas, octubre 28), organizado por CEAAL, CESAP y Fe y Alegría, nos encontramos con centros educativos, de entornos muy violentos, que afirman que es posible construir climas escolares en donde se pueda educar y aprender en paz. Ubicadas en comunidades populares de la isla de Margarita /”María Luisa Tubores”) Cagua (“Hna. Felisa Urrutia”) y Ciudad Guayana  (“Pablo VI”), en  barrios en donde se  escuchan tiroteos de bandas a cualquier hora, por mencionar solo un aspecto del entorno, los equipos de estos 3 centros decidieron hace unos años que  sus estudiantes aprenderían a resolver sus problemas por vías pacíficas y que se formarían como personas responsables de sus actos, incluyendo de su sexualidad.

No se trata sólo de “lemas bonitos”. Hace falta, en primer lugar, una gestión escolar que reconozca los problemas, externos e internos, se  haga  responsable de sus estudiantes; una  gestión en equipo, incluyendo a todo el personal  en este asunto de  prevenir y abordar el tema de la convivencia, caben también los miembros del personal obrero y administrativos, “Esos alumnos  no son sólo de  la maestra- dice Nelly- son también míos, que me ocupo de limpiar”. Esta responsabilidad en la atención de los estudiantes aparece como básica  en estas experiencias. Hay que apuntar también en esa gestión necesaria,  el cuidado por la humanización del ambiente escolar, el detalle, porque los ambientes también educan.

Otro requisito para educar en paz, es la formación del personal porque  todos necesitan herramientas: directivos, docentes, obreros, estudiantes y sus familias. Educar en paz no es algo improvisado. En estos tres centros se ve la formación sistemática, que incluye la reflexión de la cotidianidad, no dejar pasar los eventos violentos como si fuera normal estar 4 meses sin agua, o que maten a un vecino, o que roben la escuela, o que se cagan a golpes en el patio, o que hayan  “niñas criando niños” como consecuencia de los embarazos en edad temprana. De esa reflexión se aprende. En los tres centros la fe tiene su aporte. Ilumina, consuela, da un marco.

¿Y las “buenas prácticas”? Pues estas estas escuelas muestran un inventario variado, creativo: organizaciones juveniles, festival de talentos,  clínicas del arte, valores con música, jueces de paz escolar,  mediadores, visitas a los hogares, recreos en paz, acompañar víctimas de la violencia en la comunidad, brigadas de salud, de paz, ambientales, normas elaboradas en colectivo y con la obligación de cumplirlas… En definitiva, diversas opciones para que el niño, niña y los  adolescentes puedan desarrollar sus inteligencias múltiples, que se puedan sentir protagonistas,  que lo alejen de la tentación de un arma, una banda; esas organizaciones son  ensayos de convivencia infantil o juvenil, recomposición del tejido social destruido por la violencia. Eso pasa también por una relaciones fraternas con vecinos, por la  formación de “Madres Promotoras de Paz” que se convierten en aliadas cuando dejan de ser señaladas de todos los males…

En sus  aprendizajes, las tres directoras subrayan que se puede confiar tanto en muchachos como en las familias; señalan que hay que perseverar, que lo espasmódico no revierte cultura de la violencia. Tasas de embarazo adolescente cero o de recreos con cero golpes,  exalumnos que prosiguen estudios en medio de dificultades, también con embarazo cero, no son logros gratuitos, pero si son anticipos de lo posible mientras seguimos insistiendo en las políticas públicas.

Luisa Pernalete @luisaconpaz

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