luisa pernaletePueden decir que en el camino de la cruz – o de muchas cruces – andamos todos en este país. Es verdad, además de las que ya cargamos hace años, salen las nuevas.

Quiero contar una historia que habla de esas novedades dolorosas que viven centros educativos, y que aspiro que sirva para poner las alarmas necesarias en relación a la realidad, pero también para que nos llene de admiración el saber que, a pesar delas cruces, hay capacidad de resucitar, de volver a vivir.

La historia es real. Solo me guardo los nombres y el lugar exacto. Digamos que se trata de una escuela de una ciudad mediana, de un estado del centro del país. Seguro que la historia puede sonar familiar a otros centros educativos.

Hay estaciones que se repiten, que vienen de atrás: el agua que falta, la luz que se va sin avisar, los padres sin trabajo… pero a esas “estaciones de siempre” hay que añadir las nuevas: las bandas delictivas del entorno, que se han ido empoderando yquieren imponer su ritmo de vida, y hasta el horario de la escuela.

“Teníamos nuestras clases regulares, pero también preparábamos unas actividades espaciales, entonces los jefes de una de las bandas nos advirtieron que dejáramos de estar desfilando con los alumnos, pues eso impedía que ellas – las bandas – pudieran arreglar sus problemas”.Así comenzó la directora de la escuela de nuestra historia. “¡Es terrible!, ya no hay horario con tranquilidad. Han habido tiroteos a media mañana; se escuchan las motos en la calle de atrás y eso nos llena de temor, pues tenemos muchos alumnos. El jueves pasado teníamos una actividad espacial y no sabíamos si suspenderlas. Decidimos que no, pero eso una responsabilidad para el equipo directivo”.

Continuaba la directora. Ciertamente es una responsabilidad tener a niños y adolescentes en clase, sabiendo que las balas circulan con libertad en las calles vecinas. Al día siguiente de la actividad espacial, había entrega de canaimitas, eso sí lo suspendieron, pues las motos no dejaban de pasar. Estas son cruces nuevas, los delincuentes antes se escondían, operaban de noche y normalmente los fines de semana, pero ahora no, “ellos mandan”, como dice una señora de San Félix. ¡Ellos mandan!

El equipo directivo decidió llamar a madres y padres, y también miembros de consejos comunales. Lograron que un grupo significativo rompiera el miedo y se acercara a la escuela.

También fueron algunas autoridades, de las que deben velar por la seguridad de los ciudadanos. “Al principio fue como una catarsis. Los participantes hablaron del temor que sentían de andar por las calles. Los robos y atracosen todo momento y a todo el mundo: a los choferes, a los que venden plátanos, a los camiones cisternas que distribuyen el agua…”

Nadie se salva. Contaron lo que en la escuela ya sabían: que los violentos armados quieren imponer toque de queda en algunos sectores del barrio, que los enfrentamientos entre ellos suceden a cualquier hora… Hablaron de sus sentimientos:miedo, rabia, impotencia, tristeza…

Luego fueron surgiendo propuestas. Una, continuar reuniéndose, porque saben que estos problemas son complejos y no se resuelven de manera instantánea; otra, compartir las responsabilidades; también garantizar vigilancia policial…proteger a los niños y adolescentes dela escuela.

Estaban contentos por la convocatoria. Aunque saben que no será fácil conseguir la convivencia pacífica. Seguro que saldrán otras ideas después. Nadie salió diciendo que la reunión eraperder el tiempo, ni hablaron de agendas ocultas. Nadie dijo “¡renuncio, que me manden a otra escuela!”…

“Ahora me iré con mi familia a un campamento misión en otro lado. Eso nos ayudara´”. Comentó la directora. ¿No es de admirar? ¡Quince días en angustia permanente y no habló de irse ala playa sino de ir de voluntaria, con sus hijos y esposo a un campamento misión! Yo la admiro.

Es un historia sencilla, pero real. Cruces llevadas entre muchos, con posibilidades de resurrección. Esto también pasa en Venezuela.

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