“Hay que hacer algo”. Eso dijeron casi en coro los vecinos de Brisas del Orinoco -San Félix- cuando se enteraron que las maestras católicas, religiosas mexicanas, se irían del país por falta de visa. Se pusieron a trabajar y es muy posible que ganen esta batalla. Se unieron y se activaron.

“Hay que hacer algo”, dijo Yraida, cuando su hijo adolescente le confesó que estaba consumiendo “monte” y quería salir de ese túnel. Lloró -para ver mejor qué hacer- buscó ayuda, y meses después su hijo estaba en franca recuperación y agradeció a su madre que se moviera rápido.

“Hay que hacer algo” es una invitación a no quedarse en la queja, es una invitación a unirse a otro para juntos hacer crecer la esperanza, es una invitación a creer en nosotros y en los otros, a extender la mano a las víctimas y hacer que “la vida” gane

“Hay que hacer algo”, dijo Del Valle, cuando se enteró que en su comunidad habían abierto un prostíbulo y estaban reclutando adolescentes para prostituirse. “Tenemos que crear más grupos, inventar más espacios para ellas, para que no nos las sigan robando”. Nada de espantarse y paralizarse.

“Hay que hacer algo”, dijo Marta, directora de una escuela de Fe y Alegría en La Vega (Caracas) ante la violencia entre bandas que obliga a suspender clases y que tiene a alumnos, madres, padres y maestros con angustia permanente. No dijo “cerremos y corramos”.

Los anteriores son casos en los cuales las víctimas -directas o indirectas por ser testigos de la violencia- se activan “toman sus camillas” (miedos, discursos desesperanzadores, obstáculos) y se han puesto a andar.

“Hay que hacer algo”. Debemos decir la mayoría de los venezolanos de buena voluntad, amantes y merecedores de paz, ante la violencia que no cesa, que crece como un ciclón del Caribe -cada vez con más fuerza-, y a la cual parece que muchos se han ido acostumbrando y hace que pasivamente esperen hasta que sean la próxima víctima.

Hay muchos venezolanos queriendo “hacer algo”, por eso la importancia de difundir los éxitos en la construcción de la convivencia pacífica, aunque sean chiquitos, germinales, pues siempre serán evidencia de lo posible: una madre que no le pegó más a su hijo para corregirle, una escuela que erradicó los apodos humillantes, unas maestras que buscaron ayuda para comprometerse con un proceso de educación para la paz y no con meras actividades, una comunidad que se organiza para que los adolescentes tengan su tiempo libre ocupado en actividades de vida y no se los trague la violencia, un periódico que abre espacios para “hacer las paces”, aunque se diga que la paz no vende…

“Hay que hacer algo” es una invitación a no quedarse en la queja, es una invitación a unirse a otro para juntos hacer crecer la esperanza, es una invitación a creer en nosotros y en los otros, a extender la mano a las víctimas y hacer que “la vida” gane. “Hay que hacer algo”, porque todos y todas podemos hacer algo. (Correo del Caroní, 19.02.13)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *