luisa pernalete“Tengo un hijo adolescente” o “soy profesora de adolescentes” son afirmaciones que suelen estar acompañadas de rostros con señales de “Dios te acompañe”.

Pocos son los que asocian adolescencia con cosa fácil, aunque en general los adolescentes sobreviven con éxito la etapa incómoda de no saber exactamente qué pasa con ellos mismos.

Todo este preámbulo para subrayar que si esto es así para los adolescentes “regulares”, ¿qué tal lo que pasa para muchachos que han cometido delitos menores? ¿Cómo se sentiría usted, amigo lector, si ahora por ley le corresponde acompañar a esos muchachos? Pues si usted forma parte de un consejo comunal, sepa que la reforma de la Lopnna, que ya está aprobada en primera discusión, contempla esa posibilidad como un deber.

Los adolescentes están creciendo muy solos, en sus casas y también en los liceos -recuerden que en los públicos no hay ni siquiera la hora de guiatura dentro del horario regular- esa soledad los empuja a veces a compañías que no son buenas, dicho finamente, pero todos sabemos a qué compañías nos referimos

Vamos por partes.

Primero, seguro que la mayoría de los venezolanos no sabe que se está discutiendo una reforma a la Lopnna, sin hablar de los que en este país creen que la Lopnna es una “señora” o “una oficina” y no una Ley. (Por cierto, el texto de la reforma no tiene exposición de motivos).

La Lopnna costó muchas horas de trabajo a universidades y a organizaciones que trabajaban con niños y adolescentes. Había obligación de adecuar la legislación venezolana a la Convención Internacional de Derechos del Niño.

Fueron unos cuantos años de papeles y de presiones para que se promulgara. Podemos decir que esa Lopnna fue fruto de muchos. No parece adecuado pretender ahora reformarla a escondidas de una sociedad que se involucró en su elaboración.

Lamentablemente así se reformó en el 2007, ahora se quiere hacer cambios en el título V, el dedicado al Sistema Penal de Responsabilidad de Adolescentes, en otras palabras, todo lo que tiene que ver con adolescentes que infringen la Ley. Asunto delicado.

Como bien lo dijera en las recientes Jornadas de la Lopnna el pasado 20 de noviembre la Dra. Nancy Montero, psiquiatra y con amplia experiencia en la materia, querer involucrar a los consejos comunales en el acompañamiento de adolescentes que hayan cometido delitos menores, es solo una pequeña parte del problema.

Lo central es que el Estado venezolano no tiene respuesta al problema. Ni siquiera se tienen datos de cuántos adolescentes hay privados de libertad por delitos mayores, como consta también en el informe que la Red de Defensa de los Derechos de Niños y Adolescentes -la Redhna-, el que presentará ante el Comité del Niño de la ONU.

Otra dimensión del problema es que estos adolescentes necesitan atención especializada. El amor y la buena voluntad son muy importantes, pero no es suficiente. El comportamiento delictivo supone una gran complejidad, en consecuencia no puede dejarse este “acompañamiento” a gente buena pero sin experiencia.

Tampoco en las escuelas se sabe qué hacer con los muchachos que incurren en estos comportamientos que atentan contra sus padres y hasta con los docentes. No tienen a quién recurrir ni siquiera para pedir un consejo especializado.

El Estado parece querer desentenderse del problema dando responsabilidad no sólo a los consejos comunales sino también a los desprotegidos consejos de protección. De 337 registrados solo en 7% cuentan con equipos interdisciplinarios, y vamos a suponer que los consejeros fueran muy sabios aun sin los equipos interdisciplinarios, ¿a dónde mandarían a esos muchachos con conductas delictivas? ¿a cuáles centros, con cuáles programas se cuenta? ¿y si no hacen algo, luego se les penalizará? Repito, el asunto es delicado.

Los adolescentes están creciendo muy solos, en sus casas y también en los liceos -recuerden que en los públicos no hay ni siquiera la hora de guiatura dentro del horario regular- esa soledad los empuja a veces a compañías que no son buenas, dicho finamente, pero todos sabemos a qué compañías nos referimos.

Están solos los adolescentes, están solas sus familias, están solos los docentes… Los resultados de esta soledad y de improvisaciones los estamos viendo: cada vez más familias ingobernables, más liceos ingobernables, más adolescentes víctimas y más adolescentes victimarios de la violencia.

Los diputados deben ver esta complejidad antes de insistir en una reforma que no ayudará a los adolescentes. No sería mala idea escuchar antes de actuar. Y la sociedad tiene que afinar sus voces para que los diputados escuchen.

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