Comadre, según el diccionario, significa “madrina de bautizo”, o también “vecina de máxima confianza”; madrina, nuevamente según el diccionario, entre ostros significados, es “la persona que favorece o protege a alguien”. ¡Ajá! Pues eso son muchas de las maestras -y también maestros- que yo conozco: “vecinas de máxima confianza”, “personas que favorecen o protegen a otros”. Madrina es una “segunda mamá”, pues ¿y qué otra cosa son esas maestras que ven en cada alumno un segundo hijo?

Consideremos el caso de la maestra Yanitxia -San Félix- o de Belkys -Nueva Esparta- o Marta. Las tres son directoras de Colegios de Fe y Alegría, ubicados en zonas no sólo de mucha pobreza sino también de mucha violencia. Se conocen los nombres de cada alumno, se conocen también sus historias. Van a las casas de los niños que tienen problemas; dialogan -y a veces se enfrentan- con los “mala conducta” del sector, para proteger a todos sus “ahijados”, no evaden sus obligaciones “¡estos muchachos, de la puerta para dentro, son nuestra responsabilidad!”, le escuché decir a Yanitxia una vez. “Con el cariño se pacifican”, parece decir siempre Belkys con su sonrisa serena; lloran cuando hay un caso triste, señal de que están sintiendo, y quien siente, actúa. Saben que se llora para ver mejor por dónde seguir caminando. Dan vuelta y vuelta hasta que convencen al pequeño, que llora en la puerta, de que su madre va a volver a buscarlo, como vi una vez en una escuela de Caracas. ¡Eso no es ser “segunda mamá”!, ¿eso no es proteger a otros? ¿No actúan como “vecinas de mucha confianza”? ¡Entonces son comadres!

Hay que actuar como el agua generosa de la lluvia que se derrama sin preguntar si la semilla regada producirá frutos o no

También sé de maestras -y confieso-, maestros y profesores, preocupados por cada alumno, no sólo para que aprendan a leer bien -lo cual es ya sería de mucho valor- sino también por sus problemas familiares. Me impresionan, por ejemplo, las historias que las maestras de una escuela parroquial de San Félix me cuentan de sus pequeños. “Este tiene su padre en la cárcel… aquella su mamá la abandonó, todos la hemos adoptado” .Cuando saben que andan con “malas juntas” van a sus casas y procuran comprender el problema, buscan ayuda externa, pagan consultas, aportan desayunos… Gloria, Patricia o Trina en Caracas, Marielsa o Atilio en Maracaibo… Ni les cuento de las historias de amor y dolor de los que trabajan en Centros de Capacitación. La lista es muy larga. Maracaibo.

Creo que todos esos compadres y comadres merecen no sólo reconocimiento, sino también apoyo, porque hoy ser buen educador se ha convertido en una tarea muy compleja, que requiere de muchas herramientas, no sólo de didáctica sino también de habilidades y estrategias para enfrentar la violencia, para trabajar en equipo… Un gran regalo a los educadores sería anunciarles que ese abrirán centros de orientación integral a las familias y a las escuelas ¿no les creen? ¿Qué tal si todos esos módulos de Barrio Adentro que están vacíos se convierten en CAM -Centros de Ayuda al Maestro- ¡qué gran regalo! ¿Y qué tal si se vuelven a poner las horas de guiatura en el horario de los liceos públicos -horas pagas, por supuesto- para que los “compadres y comadres” puedan hacer un trabajo sistemático -no espasmódico- de orientación, prevención de la violencia en las escuelas…? ¿Qué tal si se reconoce que el trabajo del maestro es muy importante y por eso un día de clases vale mucho y no se puede suspender por cualquier motivo? ¿Qué tal si los maestros pueden pensar en un año escolar en el cual su remuneración se vea como obligación del Estado y de la sociedad y no un favor?

Finalmente, un llamado fraterno a mis colegas comadres: vale la pena seguir siendo maestras/madrinas, y maestros/padrinos. Hay que actuar como el agua generosa de la lluvia que se derrama sin preguntar si la semilla regada producirá frutos o no -como lo sugiere Benjamín González Buelta- hay que seguir regando ternura, tener brazos largos para que nuestra mano extendida ayude a tanto niño maltratado, a tanto adolescente solitario, vale la pena ponernos el tirro en la boca y dedicar tiempo solo a escuchar el doble de lo que hablamos, vale la pena anticipar el reino de Dios en el aula.

* Educadora (Correo del Caroní, 14.01.13)

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