luisa pernaleteUn día llegó mi amiga Bekys y me dijo: “¡Tenemos que recuperar la Pedagogía de la delicadeza!”. Ella es profesora guía de unos cuantos adolescentes y está empeñada en que sean cada vez, ellos y sus padres, mejores personas. Creo que tiene razón. Póngase usted a pensar y estará de acuerdo también. Hablamos de “pedagogía”, o sea, de enseñar a otros y no sólo de ser delicados, cuidadosos, o simplemente de tener nosotros detalles.

Pedagogía de la delicadeza es proporcionar y ver esas cosas pequeñas en el que está en el pupitre. Esas que hace bien y hacérselo saber, no sólo el dibujo bonito, hecho con esfuerzo, sino también el favor que le hizo al compañero, lo peinadita que vino la niña, la sonrisa a la llegada, el abrazo de despedida, darlo y recibirlo, llamar a los demás por su nombre y no con apodos, recodar el cumpleaños del portero, destacar lo cuidado que está el jardín, subrayar las ocurrencias que nos hacen reír, estar atentos a las ausencias: Ausencias de risas, ausencia del que no vino ayer.

La pedagogía de la delicadez cuida los tonos de voz y los gestos, controla las rabias y las administra para corregir pero no para herir, es capaz de pedir perdón y de perdonar. La P.D. sorprende al otro con reconocimientos justos y generosos, no sólo con los alumnos, también con los compañeros, y, ¡por favor!, no se olviden de las madres, “¡Qué amable es su hija!” o qué inteligente, o qué dulce, o creativa, o chistosa, porque seguro que muchas bondades tienen los niños y niñas de su salón… No hay mejor manera de ganarse una madre para que haga cosas buenas que darle del detalle del elogio para sus hijos.

Algún lector tal vez esté pensando que esta columna es el colmo del “comeflorisno”, que esta pedagogía no va a reducir la inflación, ni bajará los precios de los uniformes y los útiles, ni va a matar mosquitos, ni hará la magia de que se consiga anticonvulsionantes o acetaminofén… Es verdad, pero me consta que esta pedagogía transforma personas. Esta pedagogía no para balas, pero tal vez si la aplicáramos tendríamos menos jóvenes en bandas, menos adolescentes embarazadas.

Otro día les comparto las historias reales contadas por Milagros -directora de una escuela de la frontera- o las de Belkys -directora de un plantel en la Isla de Margarita- casos que son evidencia de cómo unos detalles sacaron lo mejor de sí de señoras muy violentas, “y son historias, no cuentos”, como diría Inés Quintero.

Me consta que una buena dosis de delicadeza ofrecida a una madre, de esas que trabajan desde las 4:00 de la madrugada hasta la media noche, evitaría mucho mal trato en el hogar.Y como no soy ministra, ni alcaldesa, ni gobernadora, ni presidenta ni de la junta de condominio, ni diputada, sino educadora, vecina, y ciudadana, aplicar esta pedagogía está a mi alcance, y de usted también. De paso, es una propuesta para valientes.

La Pedagogía de la delicadeza es base para una cultura de paz, contraria al insulto, a la descalificación gratuita -venga de donde venga. Es válida no sólo para las escuelas, lo es también para la calle, los medios de comunicación, espacios públicos.

Mi amiga Carla contaba esta semana que una miliciana la había amenazado con la correa en un hospital “si no hacía caso y se apartaba de la puerta”. Parece que ser delicados es un aprendizaje pendiente. Vamos a ofrecer un día de estos. Hay bastantes cupos. ¿Le guardo uno?

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