luisa pernalete“Estoy muy contento/ de ser de este club/ todos nos vinimos/ en el autobús”. Así cantaban unos 50 asistentes a la reunión periódica del Club de Pacientes de Enfermedades Inflamatorias (Caracas). Ya sus animadores, los gastroenterólogos Beatriz y Guillermo -madre y padre de la “criatura”- habían anunciado que esta reunión sería de corte navideño y tendrían sorpresas, risas y aguinaldos.

La enfermedad en cuestión, no tiene cura pero puede controlarse, hay tratamiento que permite mejorar la calidad de vida del paciente, genera muchos inconvenientes en la vida cotidiana a quienes la sufren, por eso necesitan apoyo para superar las crisis, el desánimo, la depresión, en ellos y en sus familiares, por eso este invento del club, ¡Que invento más extraordinario! Guillermo y Beatriz siempre consiguen gente que les coopere en esas sesiones dominicales, gente dispuesta a extender sus manos para ayudar a levantar ánimos.

De paso, es difícil decirle no a esos dos. Los pacientes salen sonriendo y dando las gracias. Como los alcohólicos anónimos, se escuchan testimonios, se hacen preguntas, se trabaja algún tema que les de herramientas, y en esta reunión especial hubo cantos y mucho humor.

Ya lo dijeron cantando los médicos, “No se quejen tanto/ olviden dolores/ que para ayudarles/ están los doctores”. Seguro que, al menos por unas horas, la reunión del club les hace olvidar a sus asistentes las colas por el papel sanitario y otras angustias domésticas.

Los GAM, grupos de apoyo mutuo, se han ido creando en América Latina para generar ayuda entre víctimas de la violencia. No son exclusivos de nadie, ni siquiera de una causa específica.

En México, por ejemplo, en la década de los años 80 se crearon unos cuantos para mujeres maltratadas, y así se denominaron GAM, pero aún sin ese nombre, hay iniciativas en todo el continente para fomentar solidaridad entre afectados por diversas causas.

Tal vez esté mezclando muchas cosas, pero lo que pretendemos poner en estas líneas son los beneficios que hay en estos grupos de vida, grupos de referencia que fortalecen a personas necesitadas de compañía, aliento, ánimo, y que transforman sufrimiento y carencia en riqueza humana.

La gente de la Fundación por la Dignidad Sagrada de la Persona (San Félix) por ejemplo, se formó con mujeres con algún familiar víctima de la violencia delincuencial cuyos casos quedaban impunes: madres, hermanas, viudas… Son grupos democráticos, el único requisito es querer ser parte del mismo.

Tal vez el club mencionado en los primeros párrafos no responde a los GAM típicos, pero como no se trata de construir un partido político ni un pelotón de soldados sino “rondas” con personas que se dan la mano, que tienen objetivos comunes, creo que vale el ejemplo. Incluso me atrevería a decir que el club de “los capullos”, formado por unos 8 niños y niñas de una escuela de San Félix, con entorno de pobreza dura y violencia dura también, podría incluirse. “Nos reunimos en la hora del receso -contó Alejandra- debajo de una palmera. Hablamos de nuestras cosas, de la escuela, nos reímos…”, digamos que este “club” puede ser un germen de un gam de adolescentes.

Dos bondades vemos en los gam -del tipo que sea- en una primera instancia: la virtud de la escucha solidaria -primera caricia para curar heridas según el teólogo Pagola- y la fortaleza que se genera cuando se comparten miedos, sufrimientos y alegrías. Los sufrimientos y los miedos se reducen y las alegrías se multiplican. En segunda instancia, otra bondad: la generosidad de los “agentes externos” que animan y apoyan esos grupos. Su “pago” está en esos detalles que hablan sin hablar: las sonrisas, las galletas para la reunión, la pregunta de “¿cuándo es la próxima?”, señal de aceptación y agradecimiento.

El 9 seguiremos viviendo, independientemente de los resultados electorales, por eso, vote, es su deber y su derecho, pero no deje de pensar en las “ventanas” más allá del voto que democratizan la esperanza, esas nos dicen que hay mucho que usted y yo podemos hacer por el bien común, que es su bien y es el mío también.

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