Estimado señor viceministro de la Suprema Felicidad: comienzo presentado mis excusas por no llamarle por su nombre, pero la verdad es que no sé quién es su actual titular, no consigo en internet ninguna declaración suya o acción, supongo que estará realmente muy ocupado ¿debo decir ocupada?, y no me extraña, estar al frente de un Viceministerio con ese nombre debe ser muy difícil… o tal vez fácil, puesto que hay muchos aspectos sobre los cuáles trabajar para proporcionar algo de felicidad a los venezolanos, aunque no sea “suprema” aunque sea mínima felicidad. Yo quiero ayudarle.
Comienzo diciendo que si esta carta fuera a título personal, yo pediría para tener “felicidad suprema” para mí, yo le pediría una batería, pues la mía murió la semana pasada y no sabe usted lo que cuesta hoy adquirir una batería. ¡Tener una cajita de esas me daría muuucha felicidad!, pero no, esta carta la hago pensando en un montón de mujeres, la mayoría habitantes de sectores populares en donde trabajo desde hace 40 años.
Mire señor, o señora, viceministro-de-la-suprema-felicidad (¿puedo decirle “vice-feliz” para abreviar?), para mis amigas y comadres, les daría mucha felicidad el que fuera menos complicado y menos peligroso comprar alimentos de la cesta básica. ¿Usted no puede informar a sus compañeros del gabinete que esos procedimientos enredados no están funcionando?
¿No les puede decir que las mamás deben pasar día y medio, como mi comadre Isabelita (Maracaibo) para adquirir cuatro kilitos de harina supone tres horas por kilo y ello le impide hacer las otras tareas propias de una madre? ¿Usted puede informar que hay madres que dejan de comer para que coman sus hijos pequeños? ¿No será que el problema central es que no se está produciendo lo suficiente? ¿No les puede decir que la escasez no es “virtual”, sino real y cruel?
Otra cosa, señor o señora vice-feliz, ¿no es posible garantizar que los niños, niñas y adolescentes puedan tener clases los cinco días a la semana? Entendemos lo de la crisis energética, pero usted no se imagina lo que supone para esas madres tener casi fijo uno o dos días “libres” en el barrio. NNA sin trabajar sin estudiar, sin programas de recreación sana, son fácil presa de las bandas que el mismo gobierno acepta que están mandando en muchas zonas del país. Pueden ser víctimas o victimarios.
La no-clase es un motivo de infelicidad para madres y maestros también. ¿No se puede pensar en otras medidas? Si una escuela se pone creativa y se le ocurre algo para el viernes, le llega un supervisor y manda a parar. Conozco a niños y niñas pequeñas para quienes la escuela es un lugar que de felicidad, porque ahí están sus amiguitos, y aunque usted no lo crea, porque tienen maestras lindas y cariñosas y les enseñan a jugar y cantar. ¿Será mucho pedir que esos momentos de felicidad no se reduzcan? No piden ir a Disneylandia, sólo a su juegolandia del barrio.
Hay dos cositas más que quiero pedirle. No sé si usted tiene hijos o nietos, eso lo haría más fácil para que entienda lo que verdaderamente generaría “felicidad suprema” para muchas madres, abuelas, madrinas: garantizar medicamentos, subrayo ga-ran-ti-zar, o sea, que las madres no deban ir día tras día a perseguir medicinas para sus hijos, como me contaba en estos días mi amiga Ana María (Barquisimeto), cuyo hijo debe tomar fenobarbital para estar tranquilo, y me relataba su viacrucis permanente, estaciones sin respuestas. ¿No puede abreviar su cruz? Igual le pasa a Andreína, (Guarenas), cuya hija de dos años convulsiona si no toma su medicamento todos los días ¿No puede ahorrarle lágrimas a esa madre? Cecodap ha ido a tribunales por este asunto de las medicinas, para ya usted sabe que le dijo el juez. ¿Usted no puede hacer algo?
Se me acabó el espacio, mejor cartas cortas, pero no se olvide de las balas sueltas buscando víctimas, ¿No puede averiguar qué pasó con la Comisión Presidencial para el desarme? ¿Entendieron ya que los avisos no desarman? Si quiere ideas para llevar felicidad o reducir infelicidad, llámeme, yo le ayudo.
Luisa Pernalete