En las circunstancias que vive el país el diálogo no solo es una alternativa, es la única alternativa. Es urgente, además.
Como lo hemos dicho en anteriores oportunidades todas y todos podemos y debemos contribuir a promover y garantizar que el diálogo se produzca y deje buenos resultados. Pero las responsabilidades no son iguales.
La principal responsabilidad es del gobierno nacional y particularmente del presidente de la República. A él le corresponde llevar la iniciativa y dar el ejemplo.
Y seguimos insistiendo que es incoherente llamar al diálogo y la paz mientras se usa un lenguaje de guerra y se descalifica permanentemente a la oposición, se le amenaza y persigue.
Es al presidente Nicolás Maduro a quien le corresponde dirigir en términos políticos la restitución del orden público para enfrentar los focos de violencia.
Pero esos focos no pueden enfrentarse respondiendo a la violencia con la violencia del Estado apuntalada en un uso excesivo de la fuerza que produce una permanente y variada violación de los derechos humanos. Hay formas democráticas de restituir el orden público.
Es al presidente a quien le corresponde garantizar que el monopolio que tiene el Estado de las armas se garantice y por lo tanto quien debe dirigir políticas y medidas para evitar que particulares tengan y usen armas.
No es coherente, por lo tanto, convocar a organizaciones sociales y particulares a realizar labores que solo le corresponden a los cuerpos armados del Estado y tolerar la actuación de grupos paramilitares
En un contexto tan polarizado como el que tenemos siempre habrá sectores radicalizados que se opondrán al diálogo, lo sabotearán y celebrarán que no se produzca.
Pero es deber de quienes apuestan y sensatamente comprenden que el diálogo es fundamental imponerse por encima de los radicalismos y estar dispuestos incluso a pagar el costo político de la descalificación que siempre vendrá de esos sectores.
Corresponde por lo tanto, principalmente al gobierno, aislar desde sus propias filas a esos grupos radicales y tender puentes con los sectores de la oposición ganados conversar. Y la dirigencia de la oposición deberá aislar a quienes se empeñan en avivar la confrontación
Pero el diálogo si requiere condiciones. Afirmar que debe ser sin condiciones es obstaculizar las posibilidades de que prospere. En una situación de confrontación como la que tenemos y donde se busca avanzar en la resolución del conflicto siempre se requiere un mínimo de condiciones: respeto al otro, reconocimiento, agenda de mutuo acuerdo y la definición de los procedimientos y mecanismos para dirimir las diferencias que vayan dejándose establecidas.
Plantear un diálogo sin condiciones, es imponer a los partidos políticos y organizaciones sociales una agenda, un estilo y una manera ya preestablecida de cómo conducir ese diálogo que termina obstaculizándolo o definitivamente impidiéndolo.