Marino Alvarado“Las luchas dispersas busquemos las razones, juntemos nuestros brazos, la patria lo reclama” así lo expresaba el cantor del pueblo Alì Primera.

Esa es una realidad en la Venezuela del presente. Hay un número significativo de protestas sociales sin mayor coordinación que le restan fuerza a la capacidad de exigir derechos.

Quienes emprenden esas luchas con frecuencia obtienen resultados concretos. Se cierra una calle para exigir servicio de agua y a las horas llega el agua. Se hace un paro para reclamar deudas laborales y se obtienen los pagos o compromisos de pago. Y así se van sumando triunfos pequeños pero importantes.

Los procesos de exigibilidad de derechos que dejan resultados positivos han ido catalizando otros por el ánimo que genera en quienes viven situaciones similares.

Más allá de las simpatías o rechazo al gobierno está la defensa de los derechos y de la dignidad. Y es en base a los derechos que están en la Constitución se pueden ir construyendo agendas básicas que permitan unir fuerzas para potencias los procesos en marcha

También hay que decir, que la indolencia de los funcionarios públicos para dar respuesta a los reclamos de los colectivos sociales también estimula la protesta. Se hastía la población de tanta ineficiencia, de promesas incumplidas y de la tomadera de pelo para dar soluciones, a veces, en asuntos muy fáciles de resolver con un poco de voluntad política.

La mayor cantidad de protestas que se realiza en el país la encabeza el sector laboral. Sin embargo, la mayoría de los dirigentes sindicales del país andan desconectados de las bases. Mientras la dirigencia atiende asuntos partidistas, los y las trabajadoras reclaman derechos.

Los dirigentes sindicales llevan años priorizando agendas políticas por encima de la agenda social. Se esta a favor del gobierno o contra el gobierno. Mientras tanto las bases toman las calles, realizan paros y huelgas luchando por mejores salarios, por la discusión de las convenciones colectivas y otras reivindicaciones.

Si los procesos de exigibilidad de los derechos empezaran a tener unas coordinaciones mínimas quizás se pudiesen obtener experiencias más positivas. Se pudiera incidir aún más en la agenda pública para colocar temas de interés para todas y todos frente a problemas muy concretos que obligaran a los entes responsables a buscar soluciones prontas y adecuadas.

La falta de diálogo explorando coincidencias para dar respuesta a los problemas del país lo que ha conducido es a la agudización de esos problemas. Esa ausencia de diálogo no solo es del gobierno con diversos sectores sociales. Es también entre las organizaciones sociales.

Más allá de las simpatías o rechazo al gobierno está la defensa de los derechos y de la dignidad. Y es en base a los derechos que están en la Constitución se pueden ir construyendo agendas básicas que permitan unir fuerzas para potencias los procesos en marcha.

Si asuntos como la inseguridad, inflación, falta de discusión de las convenciones colectivas, fallas en los servicios públicos, afectan a todas y todos más allá de las afinidades políticas, lo más apropiado es ir superando la dispersión existente en los reclamos e ir coordinando lemas, acciones, y exigencias. Como dijo Alì “por que no unirnos y luchamos como hermanos”.

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