El título del artículo puede reflejar uno de los debates públicos actuales entre ciertos sectores de la sociedad venezolana. Algunos propugnan el inicio de procesos de diálogo entre actores políticos para abordar problemas y alternativas, dada la magnitud de la crisis del país. Otros plantean convocatorias de calle para expresar malestares y opciones de superación de la misma. Lo que unos proponen como prioridad, los otros lo perciben como contradictorio ó excluyente.
Este dilema entre calle ó diálogo pudiera ser falso. En la realidad social está claramente superado por diversos grupos laborales, vecinales o indígenas, los cuales ante el agotamiento, la imposibilidad o el bloqueo del diálogo con el gobierno nacional para abordar sus problemas, deciden emprender acciones de calle. Incluso asumiendo riesgos de ser reprimidos y criminalizados. El incremento de la protesta pública de calle, sobre todo a partir del 2007 lo evidencia nítidamente.
Tales grupos protagonizan acciones colectivas por derechos sociales o económicos, exigiéndole al Estado que asuma su responsabilidad ante los problemas, utilizando el espacio público para potenciar sus exigencias y presionar por respuestas efectivas.
En éstas participan poblaciones de diversas preferencias políticas, aunque pareciera mayormente de quienes apoyan o han respaldado en algún momento al Gobierno.
La protesta de carácter más global, de cuestionamiento general a la conducción del Estado, no logra en los últimos tiempos tener vida propia ni conectarse con las acciones por los derechos antes señalados. Pudiera estar afectada, entre otros factores, por algunos de estos obstáculos: 1) La desconexión entre quienes la propugnan con las bases sociales que viven los problemas. No bastan los contactos electorales, episódicos. 2) El inmenso vacío de organización que aún viven millones de personas que con todo el malestar que los atormenta carecen de canales orgánicos para expresarlo. Sobre todo las capas medias y quienes trabajan por cuenta propia. 3) La ausencia de propuestas confiables de enfrentamiento de la situación y las salidas frente a ésta. Algunos están más centrados en visualizar o prometer el desenlace final que en el proceso de construcción de una alternativa viable de cambio político.
Lo cierto es que dada la multiplicidad de problemas y carencias de la población, la calle viene siendo un escenario permanente de acción colectiva. Desde hace ya décadas. Es el recurso más efectivo por que hasta ahora es el único que logra influir en el gobierno.
El problema reside en los liderazgos que al asociar la movilización de calle con la violencia, terminan asumiendo el discurso de la criminalización de la protesta que el gobierno ha buscado instaurar. De tal forma pudieran estar ejerciendo una política de ‘negociación palaciega’ no digerible para las bases que padecen los problemas.
Y por otra parte, están quienes piensan que no se puede dialogar por que se entregan las banderas y que lo único legítimo es la protesta ´hasta el final´, terminando por olvidar que la política es un ejercicio permanente de combinación de formas de acción en distintos escenarios para procurar objetivos colectivos. Seguramente la combinación diálogo con calle pudiera ser la más efectivao frente a un gobierno ineficaz y autoritario. (Publicado en Revista Sic Semanal, 07.02.14)