Muy a pesar de aquellos que juran -sueñan, digo yo- que Venezuela vive un proceso revolucionario humanista y de avanzada, vivimos en un país sumergido en un pantano lleno de podredumbre. Lleno de restos de comida importada que engordó ciertos bolsillos y arcas y dejaron podrir, con unos cuantos personajes genuflexos ante la cachucha militar y el dinero fácil, y rebosante de ideas que de viejas y usadas -mal usadas muchas de ellas- despiden el tufo característico de lo que está podrido.

En una década larga hemos pasado de ser un país con una economía de puertos, a uno con una economía de puertos que no funcionan. De un país con un pésimo sistema de salud pública a uno donde no existe sistema de salud pública. De un país con deficientes sistemas de transporte público a uno con transportes públicos que dan ganas de llorar, si necesitas o te arriesgas a usarlos. De tener un serio problema de inseguridad personal pasamos a tener una violencia desatada con modalidades de delitos que nos eran desconocidos. Hemos pasado de ser un Estado centralizado, pero que comenzaba a descentralizarse, a uno más centralizado y además centralista. Una economía pequeña dio paso a una ínfima economía. Un mercado a un mercadito. Un país con militares subordinados al poder civil, se transformó en un país con civiles subordinados al poder militar.

No cabe duda que al país le está yendo mal. Los resultados de ese experimento político que ha ido cambiando de nombres (Bolivarianismo, Socialismo Siglo XXI, etc) han sido catastróficos para el venezolano común, el que no se uniforma, el que no sale en los canales de televisión, que por cierto dejó de verlos.

Lo importante para ese venezolano del montón son las cosas cotidianas. Se monta en destartalados transportes públicos superficiales y subterráneos, recorre varios mercados y abastos en busca de anaqueles que tengan “algo”, se resguarda por sí mismo de la inseguridad y de la violencia de nuestras ciudades, mata tigres o piratea como taxi para redondearse unos churupos, indispensables para poder pagar la póliza privada de salud, o para pagar el servicio de televisión por cable.

Ese venezolano, despreciado por los que nos gobiernan, es parte de esa gran mayoría que tiene la llave que puede abrir el futuro y cambiar el actual estado de las cosas. El Poder siempre va a tratar de imponer una agenda confrontacional a la dirigencia opositora que obvie los problemas primarios de la gente común. No debemos caer en esa trampa.

Los problemas de Venezuela no son los que plantea el presidente en sus fastidiosas y amenazantes alocuciones televisivas. Los problemas de Venezuela son los que él ha creado y profundizado en esta década de mal gobierno, de corrupción, de ineficiencia, de fantasía, de irresponsabilidad y de militarismo.

Mikel las Heras
Publicado en conflictove.wordpress.com

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