Hace un par de días, una amiga me imprimió un artículo que debía leer para ayudar a otro amigo nuestro, que trabaja en una institución pública, a decidir si se lo enviaba o no a su jefa: era “La carta extraviada de Henri Falcón” , publicado en Aporrea por el profesor Erik Del Bufalo, quien no es, por cierto, un lacayo del imperio.
No pocos venezolanos avizorábamos la probabilidad inminente de la renuncia de Falcón al Psuv. Desde hace un buen tiempo, se ha distinguido del resto por unas cuantas sutilezas que pasan, desde luego, por el terreno de los símbolos y los detalles. Quizá por afinidades inevitables, siempre he mirado con atención las gorras de Cardenales que el ex alcalde de mi ciudad natal -y ahora gobernador de Lara- exhibe en donde debería haber, según la lógica totalitaria, una gorra alusiva al partido de gobierno, una boina, o nada. Siempre me ha causado curiosidad que el hombre no hable de “patria, socialismo o muerte”, sino, sospechosamente, de “revolución eficiente” e “inclusión sin exclusión”. Por eso, leer eso de “socialismo ético y productivo”, en su carta abierta al presidente, no me impresiona del todo. Falcón ha combinado su habilidad política con una honestidad dosificada que, a mi parecer, dará buenos resultados. Tal vez podamos comprender ahora cómo es que, siendo despedido del Psuv, aceptara ser reenganchado un poco antes de las elecciones regionales de noviembre de 2008. Si para entonces estaba prohibido correr riesgos, hoy el escenario es distinto: el líder regional más importante del país ha decidido renunciar al partido predilecto de Chávez y militar en Patria Para Todos, una jugada muy inteligente, por tratarse de otra tolda vinculada al llamado “proceso revolucionario”.
Con mucha agudeza, el texto de Del Bufalo trae a colación la maravillosa reacción de Cilia Flores (“¿Es que acaso Henri cree que brilla con luz propia?”) , una verdadera “filípica de la mediocridad”, a decir del profesor. De eso se trata; aquí hay sólo una estrella, y cualquier amago de resplandor –es decir, sensatez o eficiencia- equivale a traición. A este propósito, cita los valores fundamentales que Mario Silva intenta sembrar, desde su programa televisivo, en un revolucionario en formación (“fidelidad”, “lealtad”, “que no muerda la mano que le da de comer”), “atributos que lo mismo pueden atribuirse al hombre nuevo que al perro faldero”.
Mientras unos lo comparan con Arias Cárdenas y otros ven el nacimiento del nuevo líder de Un Nuevo Tiempo, del otro lado no han escatimado energías para señalar la determinación de Falcón como una “traición anunciada”. Lanzo, pues, algunas preguntas al aire: ¿No podría ser ésta, por ejemplo, la decisión sensata de un hombre de izquierda que no comulga con el “clientelismo” y el “grupalismo” del partido de gobierno? ¿No podría tratarse, simplemente, de un cuestionamiento sincero que hace un gobernador sobre la manera en que se tejen las relaciones entre el Ejecutivo nacional y el regional, limitadas a “la emisión de instrucciones” sin oportunidad de diálogo?
¿Que la carta de Falcón es parte de una estrategia? Seguramente. Pero también es expresión de un estado de cosas. Entretanto, el gobernador ya es directivo del PPT (un partido que es rojo pero azul), y seguirá luciendo sobre su cabeza, ahora más que nunca, alguna flamante gorra del Cardenales de Lara. Lo que no atino a predecir todavía es la reacción de la jefa de mi amigo si le hace llegar el artículo.
Por Ricardo Andrade
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