Un siglo de luchas por el socialismo, en todo el mundo, hicieron que el movimiento obrero desarrollara y expandiera sus diferentes herramientas de lucha por sus reivindicaciones. Tras la denominada “revolución industrial”, las organizaciones revolucionarias en todas sus vertientes (socialdemócratas, comunistas, socialistas y anarquistas), apostaron a que la clase obrera sería el motor fundamental de los cambios sociales, por lo que sus esfuerzos estuvieron enfocados a potenciar sus organizaciones mediante la cual se cumpliera la profecía de la I Internacional: “La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores”. Es así como la sindicalización, el sabotaje, la prensa proletaria, el foro y el autodidactismo y, especialmente, la huelga, fueron las herramientas mediante las cuales fueron conquistando, con mucha sangre, sudor y lágrimas, cada uno de los derechos laborales que hoy conocemos y disfrutamos.
Esta historia no le fue ajena a Venezuela. De hecho se ha establecido como inicios del movimiento obrerista en el país la realización de las primeras paralizaciones de actividades por parte de los asalariados. Aunque la historia del sindicalismo en nuestro país no ha sido profunda y exhaustivamente investigada, la más antigua huelga de la que se tiene conocimiento ocurrió en el año 1908, realizada por los trabajadores portuarios de La Guaira. Más adelante ocurrió la primera huelga conocida de carácter nacional. En 1914 el gremio de telegrafistas seccional Caracas detuvo el trabajo tras una rebaja de salarios acordada unilateralmente por la Dirección General del Telégrafo. La acción de los capitalinos fue secundada por Oriente, Valencia, Trujillo, Maracaibo y otras ciudades. Como parece ser la estrategia usual en este tipo de casos, el gobierno de Juan Vicente Gómez ordenó la prisión de los dirigentes sindicales, lo cual aumentó las adhesiones y solidaridades con las reivindicaciones de los telegrafistas: “Pedimos se suspenda la orden de prisión contra los jefes de Estaciones de esta ciudad y de Carúpano, o si no que se ordene también nuestra prisión, pues somos solidarios de nuestros compañeros”. La huelga finalmente logró revertir la disminución de los salarios.
Las siguientes huelgas de importancia serían protagonizadas por los obreros petroleros. En 1925 una convocatoria logra paralizar completamente la industria extractiva. Tres años después se incorporarían a las huelgas convocadas por otras ramas productivas en contra de la dictadura gomecista. Días después de la muerte del “Benemérito”, el resentimiento contra los años de oscurantismo originó una situación de agitación callejera extendida a todo el país, en la cual las pobladas atacaban los signos visibles del gomecismo. En Cabimas, estado Zulia, una multitud asaltó los poderes públicos, a manos de los gomecistas, y fueron reprimidos por los militares dejando un saldo de 37 personas asesinadas, en su mayoría obreros petroleros, tras lo cual los representantes del viejo régimen se vieron obligados a dimitir. Las expectativas creadas tras la muerte de Gómez también crearon las condiciones para que el 14 de febrero de 1936 se realizara la primera huelga nacional que involucraba a diferentes gremios cuyo objetivo no era solamente el término de la censura de prensa sino también la derogación del decreto de suspensión de garantías constitucionales firmado el 5 de enero por López Contreras, democratización del país, libertad de los presos políticos y destitución de los funcionarios gomecistas. Al igual que el movimiento obrero de todo el continente, la paralización de actividades no solamente se convocaba por reivindicaciones económicas sectoriales, sino por motivaciones políticas de transformaciones sociales de mayores vuelos. Asimismo, la huelga en solidaridad con otros sectores en lucha era moneda de uso corriente, en esta época que ha sido denominada como “dorada” para el sindicalismo, y cuyos ecos llegaron hasta la década de los 60´s. Por esos años, como un luminoso ejemplo, los estibadores del puerto de La Guaira se negaron en diferentes ocasiones a desembarcar productos provenientes de España, en solidaridad con sus compañeros detenidos e ilegalizados por la dictadura de Francisco Franco.
Es toda una paradoja que sea precisamente este mecanismo, la huelga, uno de los más criminalizados por un ejecutivo que permanentemente reitera su voluntad de construir “el socialismo”. Dos han sido las estrategias para intentar neutralizar su influencia. La primera mediante su estigmatización, mediante la utilización de argumentos que, a la vista de los activistas sociales de base, son iguales a los del pasado: “Lo que nosotros no podemos apoyar que bajo la figura de la lucha de los trabajadores se utilicen mecanismos que van contra los trabajadores y violentan el estado de derecho en Venezuela”, expresó recientemente un candidato al parlamento por el PSUV. En segundo lugar, anunciando sin eufemismos que los huelguistas serán reemplazados por efectivos militares o miembros de las misiones sociales implementadas por el ejecutivo nacional.
La huelga es una herramienta de lucha legitimada por toda la historia de las luchas populares en el mundo. Y si hacen falta argumentos jurídicos, sólo bastaría recordar los artículos en la Constitución, y en otros ordenamientos jurídicos internacionales, que la garantizan como un derecho. Por ello, las únicas motivaciones para detener a quien participe en una huelga son políticas, y quien se encuentre tras las rejas, como el caso de Rubén González, por haber apoyado una paralización de actividades por exigencias laborales, es un prisionero político.
Rafael Uzcátegui
Coordinador del Área de Investigación de Provea
www.derechos.org.ve
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