“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Art. 1. Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Actualmente muchas personas en el mundo sufren ante Leyes del Pase. Generadoras de distinciones y exclusiones que restringen el desarrollo en condiciones de igualdad y obligan a cargar con nuevas formas de identificación y categorías que van más allá del contenido de un papel, tal y como ocurría en 1960 cuando una manifestación pacífica que protestaba contra las leyes de pases del apartheid, que obligaba a la población negra a portar un documento de identificación especial, fue atacada por la fuerza pública dejando al menos 69 muertos, día que luego se convertiría en la fecha simbólica de la conmemoración de la Eliminación de la Discriminación Racial o Día Mundial contra el Racismo y la Xenofobia.
Así como la tecnología ha avanzado a lo largo de varias generaciones, las prácticas discriminatorias han evolucionado en el tiempo, ya no se representan en prácticas como el apartheid que generaron grandes luchas reivindicatorias de la igualdad, sino en acciones menos concretas dirigidas a grupos específicos que pasan desapercibidas en la sociedad pero que son autoras del mismo daño.
En Venezuela, la apertura a otras culturas y otras realidades es característica de nuestras fronteras, donde las culturas se mezclan, al punto de convivir sin desplazarse, y creando un ambiente de solidaridad y convivencia que ha sido refugio de muchos colombianos que vienen huyendo de su país debido al conflicto armado. Pero a pesar de la solidaridad, muchas personas siguen viendo a los refugiados como invasores, como personas no gratas, expresando su sentir en comentarios xenofóbicos que poco a poco van calando dentro de la sociedad en general, sobre todo de aquella que se encuentra en las ciudades lejos de la realidad de la frontera, sin considerar que el motivo del desplazamiento de este grupo de personas dista mucho de ser voluntario y planificado.
Como muchos otros grupos en el mundo, los demandantes de refugio deben “cargar” con una documentación especial que los identifique y así poder permanecer en el país mientras esperan la decisión a la solicitud de refugio, luchando día a día por hacer valer sus derechos al pasar por un puesto de control o alcabala y responder ante la petición de documentos. La mayoría de la población en situación de refugio vive en zonas rurales por lo que necesitan trasladarse a las zonas urbanas para abastecerse o incluso trabajar. El promedio de puntos de control que tiene que pasar un solicitante de refugio en la frontera es de al menos dos (2) alcabalas y sin documentación válida el proceso se convierte en un inconveniente mayor.
En Venezuela tenemos que pensar en fortalecer los lazos de solidaridad que nos unen con otros pueblos, apartando las nuevas prácticas discriminatorias que atentan con viciar la ya característica solidaridad nacional, haciendo indispensable abogar por una educación intercultural de respeto que barra con los perjuicios y la negación de derechos. El ejercicio y disfrute de los derechos no debe depender de un papel ni de categorías de personas, no se deben crear nuevos pases, hay que trabajar por desaparecer los ya existentes.
Desde el Servicio Jesuita a Refugiados-Venezuela hacemos una reflexión sobre la necesidad que desde la sociedad, simbólicamente quememos nuestros pases como lo hiciera en su momento Nelson Mandela, y promovamos lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamaba en sus inicios y que se ha desarrollado en la Constitución Nacional, la igualdad de dignidad y derechos.
“Nunca, nunca y nunca otra vez, debería ocurrir que esta tierra hermosa experimente la opresión de una persona por otra”. Nelson Mandela
Doryalbis De La Rosa
Coordinadora Nacional de Incidencia
Servicio Jesuita a Refugiados