Cierto es que el Ministerio Público de estos tiempos está regido por esos y otros valores tales como justicia, lealtad, ética, probidad, humildad, imparcialidad y solidaridad, los cuales además de ser difundidos e inculcados a diario, porque junto a nuestra misión y visión están a la vista en cada oficina o dependencia, no son simplemente palabras sino un modo de actuar, una forma de vivir que expresamos tanto en las labores cotidianas como en la calle o el hogar.
También, los fiscales tienen deberes, contemplados en la citada ley, que consisten en garantizar en los procesos judiciales el respeto a los derechos y garantías constitucionales, la celeridad y la buena marcha de la administración de justicia, el juicio previo y el debido proceso; protegiendo siempre el interés público y actuando con objetividad.
En fin, está claramente establecido que los fiscales del Ministerio Público, a quienes se les exige por ley ser de notoria buena conducta y de reconocida solvencia moral, además de contar con una calificada preparación académica para el desempeño de sus funciones, se deben a la justicia y al pueblo en general, por lo que carecen, pues, de excusa alguna, salvo razones de fuerza mayor, para no cumplir con la loable misión que se les encomienda al prestar juramento ante la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela al momento de su ingreso.
En el Ministerio Público estamos comprometidos a velar porque cada uno de estos preceptos se cumpla, movidos por la vocación de servicio a un pueblo que demanda atención y que confía en la justicia venezolana.
Fiscal General de la República.Mp;15.08.2011