Por Claudia Rodríguez Gilly

Organizaciones sociales dedicadas a la promoción y defensa de los derechos humanos en Venezuela, como la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, pueden dar testimonio vivo de personas que le dan sentido a sus vidas en la lucha por los derechos humanos; se trata de unos y unas activistas de derechos humanos muy particulares, personas que luego de un proceso de formación y crecimiento personal pasan de ser víctimas de violación de sus derechos a activistas de derechos humanos.

Hablamos de familiares de personas víctimas de abuso policial y militar, quienes la mayoría de las veces son mujeres, madres de jóvenes que han perdido la vida a causa de una mala, abusiva o desproporcionada actuación policial. Mujeres y madres que ante la rabia y el dolor se movilizan buscando justicia, luchando por descubrir la verdad de los hechos que las dejaron en pena, una pena honda que a ratos inmoviliza pero también las activa, porque están convencidas de que la pérdida de ese familiar fue injusta y anti ética y que es necesario reivindicar la vida de ese hijo, limpiar su nombre, ante Dios, la comunidad y toda la sociedad.
Hablamos de víctimas de tratos crueles, inhumanos y degradantes, quienes la mayoría de las veces son hombres en edad productiva, que han sido maltratados y torturados por funcionarios policiales. Hombres a los que se les ha vulnerado su dignidad, que sufren secuelas psicológicas y físicas que no son fáciles de superar, que motivados inicialmente por la rabia y la injusticia están dispuestos a rehabilitarse, a recuperar sus facultades emocionales y físicas para llevar con entereza y mucha dignidad la denuncia y seguimiento de su propio proceso jurídico. Están dispuestos a contar una y mil veces su testimonio ante fiscales, jueces, familiares, vecinos, medios de comunicación, público en general, muchas veces poniendo en riesgo su sobrevivencia, pero no se detienen ante la injusticia y por encima de todo: no quieren que situaciones similares se repitan.
Estas mujeres y estos hombres están dispuestas y dispuestos a transformar las estructuras, a señalar públicamente los mecanismos de impunidad, a participar en procesos de consulta y reforma legal, a denunciar a los victimarios de sus hijos, de su persona y hacer seguimiento al proceso jurídico, aun sin tener certeza de hasta dónde se llegará con tanta insistencia y entrega emocional.
Estas personas inicialmente luchan por la justicia en su caso personal. Esta lucha supone un proceso de largo plazo, que no es lineal ni certero en sus logros, pero que les posibilita aprender más de lo que inicialmente se habían propuesto o imaginado. Aprenden a fortalecer su sistema inmunológico, biológico y emocional, aprenden a exigir sus derechos; a hablar en público, ante autoridades, a conocer el sistema de justicia y el organigrama de Estado, a redactar misivas necesarias, solicitar destituciones de funcionarios incompetentes o que no saben tratar con dignidad a las personas.
Lo más relevante de este proceso de aprendizaje y búsqueda de justicia es el cambio cualitativo,  simbólico, estructural y vital que experimentan muchas de esas personas víctimas y sus familiares cuando se autodefinen y actúan como activistas de derechos humanos; poco a poco se hacen referencia en su entorno de vida inmediato, en la comunidad, lugar de trabajo y entre familiares.
De manera progresiva, pasan a ser referencia como activistas, se solidarizan con causas comunes, se involucran en reivindicaciones colectivas desde una perspectiva de derechos humanos, entienden cuál es el rol del Estado y del Gobierno, se asumen como sujetos plenos de derecho y actúan en correspondencia con su compromiso ciudadano. Asimismo, van más allá del caso por el que han buscado justicia y se suman a causas, derechos y necesidades sentidas, principalmente en sus comunidades.
Tal como lo expresan las Naciones Unidas en el artículo 6 de la resolución 54/114 sobre la “Declaración sobre el derecho y la responsabilidad de los individuos, grupos y órganos de la sociedad de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos universalmente”, un familiar y una persona víctima de violación de derechos humanos que se hace activista en derechos humanos es aquella que se dedica a:
“(a) Conocer, buscar, obtener, recibir y mantener información acerca de todos los derechos humanos y libertades fundamentales, lo que incluye tener acceso a información y saber cómo se hacen efectivos estos derechos y libertades en los sistemas legislativos, judiciales o administrativos nacionales;
(b) Tal como se estipula en los instrumentos sobre derechos humanos y otros instrumentos internacionales aplicables, publicar, impartir o difundir libremente otros puntos de vista, informaciones y conocimientos sobre todos los derechos humanos y las libertades fundamentales;
(c) Estudiar, discutir, formarse y mantener opiniones sobre la observancia, tanto en la ley como en la práctica, de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales, y a través de estos y otros medios adecuados, dirigir la atención pública sobre estos asuntos”.
¿Cuál es el testimonio de estos hombres y mujeres víctimas de abuso policial que hoy son activistas de derechos humanos?
“…en estos años he ayudado a muchas personas como yo, que no conocían sus derechos, y eso es muy importante para uno, para saber cómo moverse, lo que uno puede hacer, cómo defenderse y hacer justicia…”. María Peña, madre de Jhon Linares, ajusticiado por funcionarios de la Policía Metropolitana en 1999.
“…tuve que aprender a sobrevivir, a transformar la rabia en ternura, y la tristeza en esperanza… logré estudiar dos semestres de Derecho en la Misión Sucre y escribí un pequeño libro al que le puse por nombre ‘En Resistencia’. Eran misivas necesarias, notas escritas desde la profundidad del dolor y la injusticia, pero a su vez una crítica necesaria al sistema judicial venezolano”. Joham Castillo, torturado por funcionarios del CICPC en el 2006.

¿Dónde acudir?
Si eres víctima o familiar de víctima de abuso policial y militar y quieres hacer parte de este particular contingente de activistas de derechos humanos puedes dirigirte a:
Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, Parque Central, Edif. Caroata, Nivel Oficina 2, Oficina 220, Caracas. Telefax.: (58 212) 574.1949 / 574.8005 Correo electrónico: [email protected]
También puedes contactarnos a través de:
•    Página Web: www.redapoyo.org.ve
•    Facebook: Red de Apoyo por la Justicia y la Paz
•    Twitter: @redapoyo
•    Claudia Rodríguez Gilly, @claudirg

14,04,11 Red de Apoyo por la Justicia y la Paz

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