En el artículo anterior se evidenció la falacia del pensamiento marxista en lo relativo a su concepción fundamental: la teoría del valor de las mercancías y la imposibilidad de la revolución socialista, tal como Marx la concibió a mediados del siglo XIX.

Aquella idea de Marx, según la cual el capitalismo en su desarrollo creaba dos clases sociales, burgueses y proletarios, y que a partir de allí, estos últimos inevitablemente tomarían el poder político por su condición de clase mayoritaria, no solamente fue un absurdo teórico sino también histórico en la medida en que la sociedad se hizo extraordinariamente más compleja que la simple división entre dos clases.

Conviene apuntar otro elemento. Marx visualizó el socialismo como un hecho a realizarse en países desarrollados, principalmente en Inglaterra y Alemania y por esa razón fue que justificó que Estados Unidos se expandiera y tomara parte de México, para llevar a ese país la civilización capitalista, base ulterior para la conquista del socialismo.

Por ser un hecho de los países capitalistas avanzados el socialismo, según Marx, se materializaría indefectiblemente donde el progreso económico había creado las condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas.

Craso error, porque mientras más desarrollado es el país menos necesario es el socialismo porque ya la clase trabajadora ha logrado condiciones de vida y trabajo suficientemente elevados que hacen innecesario el socialismo, tal como sucedió en todas las economía hoy llamadas desarrolladas.

Nadie en su sano juicio hoy pensaría que sería factible o posible una explosión revolucionaria en Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia o Suiza.

Por tanto, el grado de desarrollo de la economía no es una condición para el socialismo sino exactamente todo lo contrario, la fuerza que lo impide, como en lo hechos se constató.
DICTADURA CONTRA DEMOCRACIA
Hay un vínculo indisoluble entre socialismo, comunismo y dictadura. Por más que se quiera buscar subterfugios lingüísticos con las traducciones del alemán de textos de Marx, el curso de su pensamiento lleva a concluir que poco le importaba las formas de gobierno y de allí su desprecio por la democracia.

Marx creía en la dictadura como instrumento para gobernar en una etapa de la sociedad y además lo dijo de forma abierta y clara cuando joven y cuando ya su vida expiraba.

En el Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels entre diciembre de 1847 y enero de 1848, ellos elaboraron sobre lo que debería ser la toma del poder y su consecuente forma política: «El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando, gradualmente a la burguesía todo el capital para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir en manos del proletariado organizado como clase dominante…».

Seguidamente, Marx y Engels clarifican todavía más su visión del cambio político: «Esto, naturalmente, no podría cumplirse al principio más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas…». Puede alguien decir que esto corresponde a un Marx joven.

Unos años más tarde, en carta a Joseph Weydemeyer, el 5 de marzo de 1852, Marx hace explícito el resultado de sus investigaciones y su consecuente conclusión política: «Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar:

1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción.

2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado.

3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases».
LA VISIÓN DE MARX

Ya en las postrimerías de su vida en un texto fundamental, Marx deja sentado lo que fue el principio que guió al movimiento comunista internacional en el diseño de gobiernos dictatoriales.

En las Glosas Marginales al programa del Partido Obrero Alemán, escritas a comienzos de 1875, conocidas como Crítica al programa de Gotha, afirmó Marx: «Cabe entonces preguntarse: ¿qué transformación sufrirá el Estado en la sociedad comunista?

Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media un período de transformación revolucionaria de la primera a la segunda. A este período corresponde también un período político de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado».

Esa visión dictatorial de Marx se le atribuye a la valoración que él hizo de la Revolución Francesa con su carga de jacobinismo durante la etapa del Reinado del Terror (17931794), que siguió a la del Directorio.

El descontento del pueblo por la crisis económica originada en la inestabilidad política y las guerra con Prusia que se sucedieron tras la revolución hizo que los sectores populares, los descamisados (sans-culottes), y los jacobinos se alzaran contra el gobierno, lo que llevó a un golpe de Estado por parte de éstos últimos quienes no obstante la represión, pusieron en práctica medidas democráticas mediante una nueva constitución que instituyó el sufragio universal.

Dirigido por Robespierre, el Comité de Salud Pública fue la cara visible de ese período al ser el terror en los hechos la forma que adquirió el gobierno jacobinista contra los sectores moderados y liberales que participaron en la Revolución, aunque para ello contó con la aprobación de la Asamblea Nacional.

Por esa razón todos los gobiernos inspirados en el marxismo degeneraron en dictaduras.

José Guerra
Economista

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Artículo de Opinión, 06.04.10, El socialismo como problema

En el artículo anterior se evidenció la falacia del pensamiento marxista en lo relativo a su concepción fundamental: la teoría del valor de las mercancías y la imposibilidad de la revolución socialista, tal como Marx la concibió a mediados del siglo XIX.

Aquella idea de Marx, según la cual el capitalismo en su desarrollo creaba dos clases sociales, burgueses y proletarios, y que a partir de allí, estos últimos inevitablemente tomarían el poder político por su condición de clase mayoritaria, no solamente fue un absurdo teórico sino también histórico en la medida en que la sociedad se hizo extraordinariamente más compleja que la simple división entre dos clases.

Conviene apuntar otro elemento. Marx visualizó el socialismo como un hecho a realizarse en países desarrollados, principalmente en Inglaterra y Alemania y por esa razón fue que justificó que Estados Unidos se expandiera y tomara parte de México, para llevar a ese país la civilización capitalista, base ulterior para la conquista del socialismo.

Por ser un hecho de los países capitalistas avanzados el socialismo, según Marx, se materializaría indefectiblemente donde el progreso económico había creado las condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas.

Craso error, porque mientras más desarrollado es el país menos necesario es el socialismo porque ya la clase trabajadora ha logrado condiciones de vida y trabajo suficientemente elevados que hacen innecesario el socialismo, tal como sucedió en todas las economía hoy llamadas desarrolladas.

Nadie en su sano juicio hoy pensaría que sería factible o posible una explosión revolucionaria en Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia o Suiza.

Por tanto, el grado de desarrollo de la economía no es una condición para el socialismo sino exactamente todo lo contrario, la fuerza que lo impide, como en lo hechos se constató.
DICTADURA CONTRA DEMOCRACIA
Hay un vínculo indisoluble entre socialismo, comunismo y dictadura. Por más que se quiera buscar subterfugios lingüísticos con las traducciones del alemán de textos de Marx, el curso de su pensamiento lleva a concluir que poco le importaba las formas de gobierno y de allí su desprecio por la democracia.

Marx creía en la dictadura como instrumento para gobernar en una etapa de la sociedad y además lo dijo de forma abierta y clara cuando joven y cuando ya su vida expiraba.

En el Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels entre diciembre de 1847 y enero de 1848, ellos elaboraron sobre lo que debería ser la toma del poder y su consecuente forma política: «El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando, gradualmente a la burguesía todo el capital para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir en manos del proletariado organizado como clase dominante…».

Seguidamente, Marx y Engels clarifican todavía más su visión del cambio político: «Esto, naturalmente, no podría cumplirse al principio más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas…». Puede alguien decir que esto corresponde a un Marx joven.

Unos años más tarde, en carta a Joseph Weydemeyer, el 5 de marzo de 1852, Marx hace explícito el resultado de sus investigaciones y su consecuente conclusión política: «Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar:

1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción.

2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado.

3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases».
LA VISIÓN DE MARX

Ya en las postrimerías de su vida en un texto fundamental, Marx deja sentado lo que fue el principio que guió al movimiento comunista internacional en el diseño de gobiernos dictatoriales.

En las Glosas Marginales al programa del Partido Obrero Alemán, escritas a comienzos de 1875, conocidas como Crítica al programa de Gotha, afirmó Marx: «Cabe entonces preguntarse: ¿qué transformación sufrirá el Estado en la sociedad comunista?

Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media un período de transformación revolucionaria de la primera a la segunda. A este período corresponde también un período político de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado».

Esa visión dictatorial de Marx se le atribuye a la valoración que él hizo de la Revolución Francesa con su carga de jacobinismo durante la etapa del Reinado del Terror (17931794), que siguió a la del Directorio.

El descontento del pueblo por la crisis económica originada en la inestabilidad política y las guerra con Prusia que se sucedieron tras la revolución hizo que los sectores populares, los descamisados (sans-culottes), y los jacobinos se alzaran contra el gobierno, lo que llevó a un golpe de Estado por parte de éstos últimos quienes no obstante la represión, pusieron en práctica medidas democráticas mediante una nueva constitución que instituyó el sufragio universal.

Dirigido por Robespierre, el Comité de Salud Pública fue la cara visible de ese período al ser el terror en los hechos la forma que adquirió el gobierno jacobinista contra los sectores moderados y liberales que participaron en la Revolución, aunque para ello contó con la aprobación de la Asamblea Nacional.

Por esa razón todos los gobiernos inspirados en el marxismo degeneraron en dictaduras.

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