Por Irma Barreto
Ha asombrado al mundo que un arsenal de guerra integrado por treinta cazabombarderos, 27 helicópteros artillados y 400 efectivos militares hayan sido utilizados para exterminar una veintena de guerrilleros atrincherados en menos de trescientos kilómetros cuadrados, en una operación cuyo trofeo no fue otro que los restos desfigurados del legendario Mono Jojoy y de sus acompañantes. Autorizada el 17 de septiembre por el recién estrenado Presidente de Colombia, la operación Sodoma, consumada en la madrugada del jueves 23, quiso demostrar que el fuego de Júpiter –como en la antigua ciudad bíblica- representado en nuestra era por la avasallante tecnología bélica que comanda al Plan Colombia, no se arroja en vano sobre indefensos territorios, sino sobre objetivos precisos que puedan servir de escarnio y sembrar el terror entre los moradores. Un escozor interno deben sentir quienes apostaron al humanismo de Obama, olvidando el mensaje de Fanon en Piel negra, máscaras blancas. Barack Obama es el “negro blanco”, fiel a los intereses de la gran potencia. Veamos su opinión ante esta desproporcionada acción: “Destaco el liderazgo del presidente Santos y lo felicito porque el de ayer fue un gran día para Colombia, en el que hubo un extraordinario trabajo de sus Fuerzas Armadas (…) Los terroristas han engañado durante mucho tiempo a Colombia”. Como su antecesor George W. Bush, Obama aplica la nueva táctica estadounidense de contrainsurgencia para América Latina al incluir la guerrilla en el mismo criterio de términos tan repudiados como narcotráfico y terrorismo. Analistas internacionales ven en estos hechos un peligroso camino: el exterminio de miles de combatientes de las Farc. (“Colombia: síntomas de exterminio”, La Jornada, reproduc. en Temas Venezuela, 01/10/2010). Puede éste ser el comienzo de una guerra de exterminio o tierra arrasada, ante la anuencia, el silencio, la impunidad. Hoy en Colombia, en la Sierra de Macarena, ayer en Cantaura, pequeña población del oriente venezolano, iguales son las tácticas de aniquilamiento designadas por el Pentágono.
DE REAGAN A OBAMA Bajo los dictámenes del Norte, sumisos gobernantes han procedido sin contemplaciones a eliminar reales o supuestos focos guerrilleros. Las apreciaciones de un analista político venezolano, expresadas décadas atrás a propósito de los hechos de Cantaura, son elocuentes por tratarse de un académico personalmente vinculado a un militar de alto rango: “Cuando se produce la masacre de Cantaura habían cambiado ya los conceptos de contrainsurgencia. Durante los años de Kennedy ésta se inspiraba en la idea de cortar a los guerrilleros la base social. Sólo después de aislarlos, los guerrilleros debían sufrir el acoso militar. Con Reagan y aún antes, aparece otra doctrina. Al foco guerrillero hay que exterminarlo aún en sus más incipientes manifestaciones. Permitir que subsista, así sea larvado, constituye un grave peligro. Una guerrilla que arraiga o se mantiene resulta indestructible (…) La ciudad oriental fue el primer teatro en el cual se la aplicó en Venezuela. Eso explica la brutalidad con la cual se procedió a sabiendas que allí no había un núcleo propiamente guerrillero o en todo caso que los allí reunidos no presentaban un desafío de carácter militar. La doctrina Reagan aconseja disipar toda duda apelando a los medios más brutales desde el primer momento. (Domingo Alberto Rangel: “La masacre de Cantaura o cuando la democracia también mata”, Últimas Noticias 18/10/1987). La era Obama se rige por el manual Tácticas de Contrainsurgencia, recientemente desclasificado por el Pentágono y, por consiguiente, de libre acceso en las bibliotecas. Además de vincular narcotráfico y terrorismo con las guerrillas en el concepto de insurgencia, la estrategia es “eliminar a los insurgentes que amenazan la seguridad y bienestar de la población”. En este sentido, no difiere de la doctrina Reagan, aplicada en Cantaura. En otros términos: guerra de exterminio amparada en la impunidad.
¡EN GUARDIA CONTRA LA IMPUNIDAD! Es absolutamente injustificable que en Venezuela, donde se ha constituido una “Comisión Especial para Investigar los Asesinatos y Desapariciones en los años 60, 70 y 80”, donde se mantiene -bajo el lema “Prohibido olvidar- una permanente campaña de denuncia y condena a aquellos hechos nefastos de pasadas décadas, el partido hoy gobernante haya respaldado la candidatura a la Asamblea Nacional del ciudadano Roger Cordero Lara, quien pilotaba uno de los aviones que bombardearon el campamento del Frente Guerrillero Américo Silva en Cantaura, causando la muerte de decenas de compatriotas. Que cumplía órdenes superiores es la pretendida justificación de este coautor de un acto de exterminio hasta ahora impune. ¡Peregrina excusa! También cumplieron órdenes superiores los soldados de Hitler y –sin ir tan lejos- los esbirros de Juan Vicente Gómez, de Pérez Jiménez y de los gobernantes puntofijistas. ¡No debemos bajar la guardia! ¡Profundicemos las acciones de protesta hasta barrer del escenario político a delincuentes enmascarados de revolucionarios!
EL GENERAL CORDERO ROJAS Con actos y discursos se conmemora cada año en Venezuela el aniversario de aquella siniestra masacre, descrita en estos términos por altos funcionarios del gobierno bolivariano: El 4 de octubre de 1982, en horas de la madrugada, aviones de la Fuerza Aérea Venezolana, Camberra y Broncos; helicópteros, más de 400 hombres de la Fuerza Armada Nacional, decenas de efectivos de la Disip, procedieron a asaltar un campamento en el cual estaban aproximadamente 40 ciudadanos, mujeres y hombres, en una reunión del partido Bandera Roja, entonces en armas. Imposible mayor similitud con la operación Sodoma consumada hace pocos días en Colombia. La diferencia de tiempo y lugar no anula la semejanza en la desproporción de ambas operaciones. Una y otra están guiadas por un mismo hilo conductor: la estrategia estadounidense de contrainsurgencia.
CÓMPLICES SILENCIOSOS La impunidad sigue en pie y muchos ejecutores de ominosos crímenes han sido premiados con altos cargos en el actual gobierno. Así lo hemos denunciado en otras ocasiones, como en el caso de la masacre de El Amparo (“Retórica encubre impunidad”, La Razón, 2/11/2008). Hoy nos sumamos al clamor de los familiares de los jóvenes asesinados en Cantaura y a las exigencias de distintas organizaciones defensoras de los derechos humanos, en el sentido de que se suspenda la inmunidad parlamentaria tanto a Roger Cordero Lara como a otros parlamentarios acusados de incurrir en delitos y abuso de poder. Basta de ritos despojados de combatividad en actos conmemorativos de quienes se alzaron en armas para contribuir a forjar un mundo libre de injusticias y de cómplices silencios. p [email protected]