Desde que se inició este gobierno en 1999, muchas han sido las oportunidades en las que se ha intentado usar al sistema educativo como bastión para la construcción de la base “revolucionaria” que dé soporte al proyecto político, personalísimo, del presidente Hugo Chávez. Sin embargo, más han sido aquellas en las que éste ha usado directamente a niños y jóvenes, en actos proselitistas. Así lo hemos visto en demasiadas cadenas presidenciales, en las que se exhiben niños y jóvenes vestidos de rojo y en las que algunos de ellos hacen intervenciones con loas a la “revolución” o a su autodenominado “comandante”.

El primer tipo de iniciativas gubernamentales, ha sido rechazado reiteradamente por el pueblo, en general, por lo que, hasta el momento, casi la totalidad de ellas se han echado para atrás o metido en el congelador y sólo subsisten unas pocas aisladas que se llevan a cabo por iniciativa de algunos personeros del gobierno, o algunos directores o docentes en escuelas oficiales.

Las iniciativas del segundo tipo, las seguimos viendo periódicamente cada vez que se presenta una ocasión para ello y, a pesar de que esto sucede cada vez con mayor frecuencia, no se ha logrado una manifestación de rechazo colectiva, que las cuestione y las ponga en tela de juicio de forma efectiva.

No obstante, a lo largo de estos 11 años hemos presenciado lo que quizá constituye el mayor daño a la población de cualquier edad y a la convivencia en el país, que es el uso reiterado de una lógica y un lenguaje de guerra, que determina el tenor de las relaciones políticas e impacta de forma nada despreciable, las relaciones familiares y sociales de todos los venezolanos. Estos, lógica y lenguaje de guerra, son utilizados y promovidos por el presidente de forma cotidiana y constituyen una clara herramienta para cimentar la estrategia de polarización política con la que ha sustentado su permanencia en el poder.

Estos son los antecedentes de lo que presenciamos ayer, lunes 12 de abril, en Caracas: Los ministros de educación y de comunicación y la denominada “jefa del gobierno” de Caracas, en un acto público, constituyeron las llamadas “guerrillas comunicacionales” que están formadas por jóvenes estudiantes de 3 liceos y tienen como propósito hacerle la guerra a los medios de comunicación privados y garantizar la difusión del “mensaje presidencial”.

Las reacciones no se han hecho esperar, como es natural ante un evento inaceptable como éste, inaceptable por varias razones. La primera de ellas tiene que ver con el motivo de creación de estas organizaciones que le imprime un carácter peculiar a la misión que se les asigna. De acuerdo a la declaración de los dos ministros presentes en el acto, se trata de una organización diseñada para combatir a lo que ellos denominan “los monopolios mediáticos” de las empresas privadas que son dueñas de los medios de comunicación.

Al respecto, cabe resaltar que el Estado es el mayor propietario de los medios de comunicación en Venezuela y que, por la intencional confusión que existe entre Estado, gobierno y partido, los utiliza con fines proselitistas, en lugar de estar al servicio del país tal como corresponde. Pero ese es uno de los problemas asociados con esta razón, el otro, el más importante, es la pretensión de que los jóvenes se enfrasquen en una batalla por la información, estableciendo que es la confrontación permanente, la única vía válida para dirimir las diferencias y el elemento esencial que determine el tenor de nuestras relaciones.

La segunda de ellas, muy en consonancia con esta pretensión, es el tipo de organización que se promueve: la guerrilla. Como es por todos conocido, la guerrilla es una táctica de guerra que se usa, fundamentalmente, cuando quién pelea está en manifiesta desventaja, ya sea porque se encuentra en inferioridad numérica, o porque no cuenta con las armas y la organización suficiente para vencer a su enemigo en franca batalla. Los guerrilleros combaten y sabotean para vencer al enemigo.

En Venezuela existe una larga tradición guerrillera asociada a las luchas “anti-sistema” protagonizadas por grupos de extrema izquierda. Por cierto, muchos de los que hoy tienen en sus manos la conducción del Estado, formaron parte de los pequeños focos de guerrilla urbana que, en las adyacencias de las universidades, hicieron vida en las dos décadas previas al inicio de este gobierno. ¿Se pretende entonces que nuestros estudiantes terminen su formación básica con una experiencia activa, de combate y saboteo, utilizando herramientas de comunicación? ¿Esa es la mejor experiencia que podemos brindarle a los estudiantes en su proceso de incorporación a la vida republicana? ¿Esa es la base deseable para construir convivencia?

La tercera razón, no menos importante que las anteriores, es la que mayor peso ha tenido en los reclamos hechos públicamente hasta el momento: la utilización de los estudiantes expresamente para difundir el mensaje de un líder político, para hacer proselitismo y propaganda política, que es como técnicamente se le llama. ¿Se trata entonces de promover la formación de partidarios, en lugar de ciudadanos críticos que tengan capacidad para discernir y tomar decisiones propias sobre sus preferencias políticas? O ¿se trata de utilizar a esos estudiantes para que hagan el trabajo de calle que los militantes del PSUV deberían hacer? Creo que ni siquiera eso. Lo que vimos ayer, es algo mucho más triste, se trata de convertirlos sólo en amplificadores y altavoces de una voz y de un mensaje que, de acuerdo a esta lógica “revolucionaria”, es el único que se debe escuchar.

Si lo que se quería lograr era la democratización de los medios de comunicación social, se pudo hacer una campaña para convertir a VTV, realmente, en el canal de todos los venezolanos o para garantizar la incorporación de productores independientes, sin importar las tendencias políticas, en la programación de todos los medios que son propiedad del Estado. Si se trataba de lograr el desarrollo de competencias comunicativas en los estudiantes y el manejo de herramientas asociadas a la comunicación social, se podrían fortalecer los periódicos escolares o crear clubes de comunicación para ampliar los medios utilizados. Si lo que se quería era abrir espacio para la difusión de buenas noticias, o de las noticias locales y comunitarias, se podría promover la investigación y el énfasis del trabajo de los estudiantes, en esos aspectos.

Pero como lo que se quiere, tristemente, es tener mano de obra “combatiente” para el volanteo y la realización de murales, “partidarios” del proyecto revolucionario para hacer labor de propaganda, se crearon las guerrillas comunicacionales, cuya primera tarea, de acuerdo a las instrucciones de la nueva ministro de comunicación es “realizar labores de volanteo, perifoneo y empapelado de las estaciones del metro, línea 1″ para “dar a conocer el mensaje del gobierno”, casualmente en vísperas de un importante proceso electoral.

Olga Ramos
Publicado por conflictove.wordpress.com

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